Diario de Valladolid

El bar, "referente social" del pueblo

María José Puertas gestiona desde hace 37 años el bar Centro Cultural de La Santa Espina , por el que “transcurre toda la vida del pueblo” durante 365 días al año

María José Puertas, regente del Bar-centro cultural de La Santa Espina desde 1987

María José Puertas, regente del Bar-centro cultural de La Santa Espina desde 1987ICAL

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“Lo nuestro es devoción y vocación, porque somos más que un bar. Somos el referente social”. María José Puertas regenta desde hace 37 años el bar Centro Cultural de La Santa Espina (Valladolid), por el que “transcurre toda la vida del pueblo” durante 365 días al año. No solo es establecimiento hostelero, en el que los 40 que residen en esta pedanía de Castromonte (75 censados) juegan la partida, se toman un café o una cerveza mientras charlan y tantean sobre la agricultura, sobre la salud vecinal o sobre fútbol, tras la victoria de este jueves de España sobre Italia en la Eurocopa.

Ayuda a María José su hermano Arturo, a quien no le duelen prendas en pasarse al otro lado de la barra para echarla una mano, en un día especial para el bar, pues además de la visita institucional del consejero de la Presidencia, Luis Miguel González Gago, que presentó en el establecimiento una nueva línea de ayudas para mantener abiertos estos locales en localidades de menos de 200 habitantes, por la población han circulado dos grupos de ciclistas que se han detenido a tomar un refrigerio, y que son habituales, además de un autobús con una excursión que desea conocer el Centro de Interpretación de la Naturaleza, y algunos de los padres de los alumnos del Centro Integral de FP Agraria, que se gradúan este viernes en el Monasterio de la Santa Espina.

“No todos los días son así”, se acelera a contestar Arturo, quien remarca que esta semana, durante dos tardes, estuvo sentado hasta varias horas en la terraza y sirvió un botellín de agua y un café. La escena se repite en muchos pueblos de Castilla y León, con población menor a 200 personas y cuyo último vestigio hostelero sobrevive a duras penas. Con la ayuda presentada hoy, de hasta 3.000 euros al año, la Junta pretende dar ese empujón para impedir el cierre definitivo de algunos de ellos, sobre los que pesa, quizás, una falta de rentabilidad que se compensa con “vocación” para mantener un servicio a los vecinos, informa Ical.

A María José le quedan pocos años para jubilarse, y sospecha que cuando llegue ese día “difícilmente alguien se hará cargo del bar”, porque ahora mismo “es más un 24 horas”. “Nosotros abrimos 365 días al año y a veces más de 15 horas”, comenta ella, si bien su hermano Arturo matiza que “incluso pueden ser 24 horas”, ya que en el local se encuentra el desfibrilador del pueblo, “que por suerte nunca ha habido que utilizar".

“Un día saltó la alarma por un fallo técnico del Centro de Interpretación de la Naturaleza y solo nosotros tenemos las llaves, con lo que de madrugada tuve que a ver lo que pasaba. Fui, apagué la alarma y me volví a casa. Así que estamos 24 horas”, incide Arturo Puerta.

Incluso, ‘Mari’, como todos la conocen, se encarga de vender el pan, hacer las quinielas y las primitivas para ir a sellarlas a Castromonte o los listados para cuando el podólogo, el peluquero y otros servicios acuden a la localidad una vez cada cierto tiempo. El médico, por ejemplo, solo pasa los jueves, y si hay alguna incidencia los vecinos acuden también al consultorio castromontino o a Medina de Rioseco.

Incluso, el bar es también una “parte” de la entidad local administrativa, pues “muchos papeles llegan y el cartero directamente las trae aquí y luego el pedáneo las recoge”, asegura Arturo, mientras are un cajón de madera que exhibe en su interior documentos y cartas con la dirección de la entidad menor. “Y todo este trabajo a mayores lo hacemos sin cobrar un plus, sino por devoción”, comenta.

Con situaciones similares al bar de La Santa Espina se encuentran San Cebrián de Mazote o Valverde de Campos, además de casi una infinita cifra de poblaciones de Tierra de Campos y de los Montes Torozos

La Santa Espina, localidad fundada en los años 50, es uno de los pueblos creados por el Instituto Nacional de Colonización en la época de posguerra, para contribuir al desarrollo agrario. El impulsor de esta iniciativa fue el entonces ministro de Agricultura Rafael Cavestany, quien construyó viviendas y otorgó tierras a colonos que las solicitaron en busca de un futuro mejor, procedentes, en su mayoría de los municipios más cercanos: Castromonte, Torrelobatón, Torrecilla de la Torre y San Pelayo.

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