Diario de Valladolid

La Parrilla celebra un emocionante encierro campero

Decenas de caballistas y centenares de aficionados asisten a un festejo que da inicio al calendario de ritos tradicionales en la provincia

Varios caballistas junto a la comitiva de bueyes y toros en el encierro campero.-J. M. LOSTAU

Varios caballistas junto a la comitiva de bueyes y toros en el encierro campero.-J. M. LOSTAU

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César Mata

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Decenas de remolques para caballos anunciaban, al filo de las nueve y media de la mañana, que La Parrilla inauguraba el calendario de encierros tradicionales, camperos, que se celebran cada año en la provincia de Valladolid. Un rito en el que el ser humano se redime con la naturaleza, y los toros, caballos y bueyes aportan su espléndida lámina para fundirla en un entorno paisajístico bello y excitante.

Un reguero de caballistas pasan por las traseras de la Casa Vieja para encaminarse hasta el pago de Sangueño, donde se ubica el corral desde el que se produce la suelta de bravos y mansos. Ganado que aporta el empresario y criador de reses de lidia Luis Antonio Rodríguez ‘Taru’, a quien se vislumbra con su garrocha entre la multitud de jinetes, quien ejerce como director de campo del encierro y posee su propia vacada en el páramo de La Parrilla, a poca distancia del núcleo urbano.

Antes de que explote en el cielo límpido el primero de los tres cohetes que anuncian el momento de la salida de las reses hacia la población, los miembros, siempre entusiastas, de la pena de Los Chispas ofrecen a propios y extraños un trago de licor y bollos para quien quiera comenzar la mañana con energía. Un rato para la charla con aficionados llegados desde Cuéllar, Montemayor de Pililla, Portillo, Traspinedo y Peñafiel entre otras localidades.

En el repecho de El Sotellar, lugar por el que el encierro debe pasar para acometer la entrada a las calles de la población, cientos de aficionados esperan al hilo de las talanqueras o subidos en pequeños tesos que circundan el entronque con el valle por el que se ve venir, a buen ritmo, a la comitiva de bueyes y tres toros, dos negros y uno berrendo en colorado, ya que el cuarto bravo que se soltó abandonó la disciplina de la manada nada más abrirse la puerta de los corrales.

En un primer intento, uno de los astados, berrendo, transitó a buen ritmo desde el campo, amparado por un pequeño grupo de caballistas, hasta las calles parrillanas, mientras que los otros dos toros comenzaron sendos trayectos a ambos lados del embudo que permite encauzar sus embestidas. Tras varias acometidas, subidas y bajadas por la pendiente que separa lo rústico de lo urbano, ambos astados acudieron a una zona húmeda, arbolada, junto a algunos de los majuelos desde los que se divisa la silueta del castillo de Portillo.

Tras varias arrancadas y momentos de incertidumbre, los caballistas y espectadores del tramo campero se fueron dispersando. La mayoría con destino al Cafetín y el Casino, para dar buena cuenta de los almuerzos del segador y la tajada del pastor que se sirven para que unos y otros repongan fuerzas y puedan continuar con buen ánimo para la capea y los demás festejos previstos en la programación en honor de San Francisco de San Miguel, patrón de la villa.

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