Diario de Valladolid

Estímulos para prevenir la dependencia

Los cursos y talleres del programa ‘Años de Oportunidad’ de la Diputación llegarán a 2.000 vecinos de 119 municipios / «Aunque sean mayores no tienen que tirar la toalla»

Carmina, Goya, Victoria, José, Elena, Pilar Martín (la técnico de animación social), Pura, Ernesto, Carmen y Tere, participantes de Robladillo.-J.M. LOSTAU

Carmina, Goya, Victoria, José, Elena, Pilar Martín (la técnico de animación social), Pura, Ernesto, Carmen y Tere, participantes de Robladillo.-J.M. LOSTAU

Publicado por
Laura G. Estrada
Valladolid

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«¿Qué tal los deberes de esta semana?», pregunta la profesora al entrar en el bar de Robladillo, convertido en aula donde las mesas utilizadas para echar la partida por las tardes se convierten en pupitres las mañanas de los jueves. «No sabemos si bien o mal, pero al menos lo hemos intentado», responden los alumnos, con una edad media de 75 años, mientras sacan los ejercicios de la carpeta con la que han llegado pocos minutos antes, puntuales, bien guardada en una bolsa junto al estuche.

Entre risas, para aclimatarse al recinto recién enrojado y paliar las bajas temperaturas del exterior, recuerdan el ‘teléfono desconectado’ al que jugaron en la clase anterior, pasan lista y justifican la ausencia de cuatro compañeros que, por motivos médicos, no han podido acudir. Enseguida ponen los folios sobre la mesa. «Yo he estado vago y no he hecho nada», se sincera Pedro. En verdad, ha tenido un accidente doméstico, aunque no lleva justificante. No es el único que no ha formado dos frases a partir de las palabras ‘ordendor-pantalla-carta’ y ‘nubes-claridad-sueño’.

Pero no importa que traigan la tarea sin hacer, o que lo hayan hecho de una manera diferente al haber entendido mal el enunciado. «Lo fundamental es que se han esforzado». Porque los deberes de Pilar Martín, una de las seis técnicos de animación social de la Diputación de Valladolid que recorre la provincia impartiendo cursos y talleres del programa de Envejecimiento Activo llamado ‘Años de Oportunidad’, no puntúan en su expediente académico.

El objetivo, en el caso del curso ‘Comunicación efectiva’, es «estimular el lenguaje», utilizar bien los signos de puntuación, explicar un mensaje para que el receptor lo comprenda y expresar las ideas «sin ofender» y «respetando las opiniones de los demás». «Cuando uno habla, el resto escucha para que no haya barreras en la comunicación», indica Pilar ante la mirada atenta de la docena de estudiantes, y abre el debate sobre el comportamiento de los tertulianos en los programas de televisión vespertinos, en los que se pisan las voces y llegan a comprenderse los argumentos.

Pero, más allá de separar las palabras, de corregir si se escribe con ‘b’ o con ‘v’ o de trasladar bien las concordancias sobre el papel –pues todos las tienen claro en el lenguaje oral–, el propósito primordial es fomentar el interés por aprender. «Aunque sean mayores, no tienen que tirar la toalla», destaca la maestra. «Aprender y motivar desde el sentido del humor».

El temario en Robladillo, igual que ocurre en el resto de los 119 donde viajará el programa en 2019 para llegar a 2.000 vecinos del medio rural, se adapta a las características de los pupilos con propuestas que pueden asustar en la explicación pero en las que enseguida se vuelcan hasta exprimirlas al máximo y sin perder concentración.

Como una especie de sopa de letras que a Tere y a Jaime les recuerda a los sudokus que hacen en casa, o la original forma de construir frases a partir de las palabras que Pilar ha recortado de revistas y trae guardadas en un sobre.

«Es la primera vez que lo vemos, así que demasiado bien lo estamos haciendo», repiten los participantes. Poco, o nada, tiene que ver este curso con las lecciones que recuerdan de su época en la escuela, en muchos casos tan limitada que apenas se extendió desde los 6 a los 8 años.

«Los pequeños trabajaban en la pizarra y los mayores con la Enciclopedia Álvarez, pero no éramos tan conscientes como ahora de la importancia de estudiar; de críos sólo pensábamos en jugar y ahora nos damos cuenta porque somos más maduros», reflexionan José y Victoria.

Ella, con 70 años, es la más joven del grupo de 16 personas que participa ilusionada en este programa destinado a «la prevención de la dependencia» con «oportunidades formativas y de aprendizaje» para favorecer «la mejora de la calidad de vida de las personas mayores a medida que envejecen», destaca el programa entre sus objetivos. La mayor, Goya, ha soplado ya las 87 velas en su tarta de cumpleaños.

Ellos, junto a Carmen, Elena, Carmina, Pura, Ernesto o Rosario, hacen que Robladillo sea ejemplo indiscutible de participación. Aunque el último censo indica que tienen 94 habitantes, «en invierno apenas queda un puñado» y todos, a excepción de quienes trabajan mientras se imparte el curso, acuden al programa de Envejecimiento Activo desde hace seis ediciones. ¿La experiencia que más les ha gustado?

El taller de Tai Chi, sin duda. Y ya piensan en la próxima, centrada más en el ejercicio físico que mental.

El abanico de posibilidades es amplio, siempre basado en la premisa de que la rutina de paseos por el pueblo y los quehaceres del hogar no es un estímulo, y se divide en seis categorías: hábitos para la salud física, estimulación cognitiva, salud emocional, competencias para la vida autónoma, relaciones sociales y relación con el entorno.

En ellos se hace hincapié en los cuidados preventivos, la higiene postural, las prácticas deportivas, las actividades para ejercitar la memoria, la estimulación de los sentidos, la autoestima, el pensamiento positivo, las habilidades sociales, los primeros auxilios, el manejo de nuevas tecnologías, la alimentación saludable, el consumo responsable, el contacto con la naturaleza... En total, veintisiete cursos y talleres, desarrollados durante seis u ocho sesiones de dos horas cada una, que contribuyen a la prevención de la dependencia.

Los únicos requisitos son formar un grupo de al menos diez personas, que el 60% tenga más de 60 años y que haya un lugar adecuado en el pueblo para impartir el programa. Pero, sobre todo, remarca Pilar Martín, que haya ganas de aprender y disfrutar: «Hasta en silla de ruedas han venido a danzaterapia».

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