Diario de Valladolid

«Cuando nevaba tenían que venir a rescatarnos»

Vivían familias humildes, en condiciones «muy duras»

Imagen antigua de la colina donde se excavaron las cuevas, bajo la ermita.-D.V.

Imagen antigua de la colina donde se excavaron las cuevas, bajo la ermita.-D.V.

Publicado por
Laura G. Estrada
Valladolid

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«Aquí a la izquierda vivieron los Santamaría, una familia muy grande con doce miembros», recuerda Victoriano Aguado señalando una de las casas cueva que el Ayuntamiento de Trigueros está rehabilitando para la apertura de un museo. «Estaba más metida en el camino, y había otra aquí... En ésta vivía la señora Teresa, y aquí mi tía Julia... En esa de allí había un señor que tenía una chiquita que murió en el manicomio, y aquí vivía un pobre muy pobre, de los que iban a pedir por las casas».

En la memoria de este octogenario, la esencia del barrio de casas cuevas donde residió de pequeño todavía perdura. Las vivencias aletargadas enseguida despiertan al pasar por las puertas de las antiguas viviendas, que estuvieron ocupadas hasta que el último de los inquilinos, «Felipe», se trasladó al pueblo, como ya habían hecho los demás, «hará cincuenta años».

Fueron muchos los vecinos. ¿Cuántos? Y Victoriano empieza a repasar las calles y a contar en voz alta el número de miembros de cada casa. «Por lo menos 40 o 45 personas en el barrio», espeta finalmente. «Y más de cien mulas, porque en casi todas las cuevas, el que más o el que menos, tenía un burriquillo».

El animal era el medio utilizado por las familias para llegar al pueblo y poder subir los víveres, sobre todo el agua, que cogían «del pozo de la calle Alta y del pocillo», rememora Angelines Rojo –a través de su nieto Sergio–, una mujer de 91 años que vivió en las cuevas en la década de los cincuenta y dio allí a luz a uno de sus nueve hijos.

Era un agua para beber y cocinar, mientras que «para las labores domésticas» utilizaban el que manaba «al fondo de la cueva, donde estaba la cuadra», para lo que hacían un agujero en el suelo. No servía, sin embargo, para lavar la ropa «porque era de muy mala calidad», así que debían recorrer casi dos kilómetros hasta llegar a Fuente Tovar.

Sin agua, y con una bombilla de escasa potencia para iluminar todas las estancias, junto a velas o candiles, la vida en las casas cuevas «era muy dura». «Aunque era una vida mala en general, no sólo en este tipo de viviendas», apostilla Victoriano. Él nació en el pueblo, explica, y durante un tiempo vivieron en la finca donde trabajaba su madre, hasta que «a los 7 u 8 años» volvieron a Trigueros y, «como no había casas libres», se fueron a una cueva que cree pertenecía a su abuelo paterno.

Junto a su madre, sus dos hermanos y su padrastro, estuvo en una casa cueva hasta que se fue a hacer la mili. Y a su regreso ya alquiló una vivienda en el núcleo. Fueron en torno a 14 años los que Victoriano estuvo en la excavación de la colina y asegura que incluso se cambiaron de cueva cuando la de al lado quedó libre porque en la suya bajaba el agua del pozo de la ermita.

También Angelines recuerda que era habitual ‘mudarse’ a otra cueva, incluso unirlas.

Independiente del tamaño, «la cocina era el centro del hogar, donde se guisaba con una trébede, y algunas tenían horno donde cocer el pan». Después estaban el resto de habitaciones, «comunicadas unas con otras», sin puertas en el interior y con ventanas pequeñas de madera, que tenían rejas y se cerraban con cuarterones, y las cuadras.

A pesar del «alto nivel de pobreza», pues las cuevas solían estar ocupadas por las familias más humildes, Angelines conserva «un buen recuerdo». Y eso a pesar de las adversidades que señala Victoriano. Y es que a veces en invierno se quedaban incomunicados. «Cuando nevaba, que entonces era mucho más que ahora, tenían que venir a rescatarnos y a quitar la nieve con palas porque no podíamos salir».

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