Diario de Valladolid

La quinta boda de El Empecinado atrae a cientos de invitados

Castrillo de Duero recrea los esponsales de su paisano labrador que se convirtió después en héroe de la Guerra de la Independencia

Juan Martín Díez ‘El Empecinado’ y Catalina de la Fuente se casan, ayer, en Castrillo de Duero.-J.M. LOSTAU

Juan Martín Díez ‘El Empecinado’ y Catalina de la Fuente se casan, ayer, en Castrillo de Duero.-J.M. LOSTAU

Publicado por
Santiago G. del Campo
Valladolid

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La primera boda de Juan Martín Díez, El Empecinado, se celebró en 1796, doce años antes de la invasión napoleónica en 1808. A ella pudieron acudir unas decenas de vecinos. También unos pocos familiares de la novia, llegados quizá de un corto viaje en carreta desde la localidad burgalesa de Fuentecén –de donde ella era natural–, a sólo 15 kilómetros.

Al fin y al cabo, se trataba de un enlace bastante normal, entre el hijo de un labrador –próspero, eso sí–, y la hija de otro en parecida situación. A Martín Díez le quedaban aún algunos años por saltar al estrellato. Dieciocho, incluso, hasta el cénit de su carrera, cuando fue ascendido a mariscal de campo en 1814.

La segunda boda la celebró el insigne militar 218 años después, ya en 2014, en el marco de la primera recreación histórica que conmemoró el acontecimiento en su localidad natal. Los invitados fueron muchísimos más. El ‘boca a boca’ hizo el resto y a la quinta boda –cuarta de la ‘edad moderna’–, acudieron ayer cientos.

Allí estaba El Empecinado, representado por el actor César Catalina; y su novia, Catalina de la Fuente, encarnada por la actriz Susana Aguado. Se les veía felices de contraer nupcias, pese a los reparos de algunas vecinas que, llevadas por los celos, criticaban que el apuesto Juan Martín hubiera escogido para sus esponsales a una forastera.

Otros 35 personajes de la gran recreación histórica fueron desempeñados por vecinos de Castrillo de Duero. Los esfuerzos de los habitantes del pueblo se vieron recompensados con una gran afluencia al enlace, que tuvo lugar en la iglesia original, en clave de humor y con espíritu lúdico. Buen broche para tantos días en los que voluntarios decoraron las calles, la iglesia, el carro, la Plaza Mayor... para que todo fuera acorde con la representación.

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