Diario de Valladolid

Las pruebas periciales no aclaran quién disparó en el club de Medina

El rastreo de teléfonos coloca a los principales acusados en el lugar del doble crimen / La bala que mató a la camarera atravesó su mano y el paquete de LM que sujetaba antes de entrarle en la cabeza

Publicado por
Santiago G. del Campo
Valladolid

Creado:

Actualizado:

Las pruebas periciales del doble crimen del Club ‘Las Vegas’ de Medina del Campo no aclaran de forma fehaciente cuál de los dos principales sospechosos, Manuel Martínez o Antonio Adrián Blanco, fue el autor material de los disparos. Cuatro de los cinco proyectiles encontrados acabaron, el 5 de octubre de 2014, con la vida del propietario del establecimiento, Mariano Esteban, y la camarera de origen rumano Laura Mihaela.

Ninguno de los exámenes practicados sobre los cadáveres; la ropa de los sospechosos; el arma; los coches; los domicilios; los móviles y el lugar del crimen arroja datos concluyentes sobre la autoría material. Sin embargo, el rastreo de los teléfonos sí aporta con gran exactitud el itinerario de los tres principales imputados (junto a los dos anteriores, la esposa de Manuel Martínez, Vicenta Panduro), y los sitúa en el lugar y momento de los hechos (a Blanco, además, el ADN hallado en el ron-cola que consumió).

Además de la localización de los encausados, el examen de los teléfonos móviles, y de sus comunicaciones de voz y datos, permiten reconstruir el vínculo existente entre Martínez y Blanco, que se inició a finales de julio de 2014. Consistía en una relación ‘de negocios’ basada en el menudeo de droga o ‘gramaje’, como lo llaman en el argot referenciado ayer por los peritos.

De ese periodo, desde julio hasta octubre de 2014, mes en el que suceden los hechos y se detiene a los procesados, la Policía Científica ha revisado más de 22.000 comunicaciones de voz y datos. La hora, frecuencia, localización y duración de las llamadas les ha permitido hilvanar un relato.

Los mensajes de Whatsapp, por otra parte –la Policía no sólo ha recuperado los que permanecían en los terminales, sino también cientos de los que habían borrado–, les ha permitido conocer muchos de los contenidos de esas comunicaciones.

Los peritos desmontan la versión de Martínez, quien asegura que no estuvo en el lugar de los hechos y que dejó a Adrián Blanco solo en Medina. Corroboran que los dos subieron a casa de ‘Pepi’, la hermana de Martínez, como ésta declaró ya en su día. El contenido de las comunicaciones deja claro que planearon la visita al club desde unos días antes, y también cómo se produjo la compraventa del arma, que adquirieron a un tal ‘Pedrito’ en la localidad madrileña de Fuenlabrada.

También permiten confirmar que, después del crimen, Adrián Blanco vendió el arma a un conocido de un tal ‘Ramón, el gitano’. Y, a juicio de uno de los miembros de la Policía Científica –que declaró como testigo y como perito junto al jefe de Homicidios de Valladolid–, por el contenido de las misivas «no se ve que Adrián estuviera muy nervioso ni aterrorizado», puesto que intercambió mensajes jocosos con su amigo Pablo sobre la repercusión del crimen en las televisiones.

Incluso mantiene repetidas conversaciones e intercambio de fotos por Whatsapp «de contenido erótico muy subido de tono, más bien pornográfico», dijo el agente, con una novia que tenía en aquel momento a la que, según mencionó después uno de los letrados, iba a poner «a cuatro patas».

Uno de los relatos más escalofriantes efectuados ayer por los peritos se refirió a las evidencias en los cadáveres y en el lugar del crimen. Durante el visionado de las imágenes de las autopsias la viuda de Mariano Esteban, el hostelero abatido a tiros, tuvo que salir de la sala, entre lágrimas, aunque sus hijas quisieron permanecer en el lugar. Mientras el presunto autor material, Manuel Martínez, y su esposa, Vicenta Panduro, observaban sin ninguna expresión las fotografías de los cadáveres, Adrián Blanco permaneció con la cabeza vuelta en dirección contraria a la pantalla.

El jefe de Homicidios relató cómo, según las evidencias, Laura Mihaela se dio cuenta de que la iban a disparar en la cabeza, e intentó protegerse tapándosela con la mano, en la que sujetaba un paquete de tabaco de marca LM. La bala le destrozó el tercer dedo de la mano e hirió el cuarto; atravesó el paquete, entró por la zona parietal y terminó alojándose una mitad en la base del cráneo. La otra mitad se incrustó en una pared, con su sangre y restos de cabello.

Fue la causa de la muerte de Laura Mihaela: «Lesiones cerebrales incompatibles con la vida», aseguró el forense en su declaración. Sin embargo Mariano Esteban murió antes de que le dieran su ‘tiro de gracia’, también en la cabeza: la bala que le entró por la espalda, en la zona lumbar, le destrozó la aorta y acabó con el riego de los órganos vitales.

El primer disparo a la camarera, sin embargo, no hubiera sido mortal: entró por el hombro derecho y el proyectil fue a alojarse bajo el omóplato izquierdo. El segundo disparo al hostelero, ya muerto, le entró por la parte derecha del cuello y salió por la zona temporal izquierda.

Pero no cuatro, sino cinco fueron las balas disparadas en el interior del tétrico lupanar ‘Las Vegas’. La quinta se encontró en una de las puertas del pasillo que conducía a la zona de la cocina, que termina en una salida lateral por la que huyó una de las tres camareras supervivientes. La Policía científica concluye que ese proyectil iba destinado a esa trabajadora pero no la alcanzó.

La ubicación de ese quinto proyectil hace pensar al jefe de Homicidios que las tres mujeres sobrevivieron porque salieron de allí. «Si no, habrían muerto también», aseguró en su declaración ante la magistrada de la Sección Cuarta de la Audiencia Provincial de Valladolid.

El juicio se reanudará el lunes con las conclusiones, y previsiblemente el martes los miembros del jurado recibirán el objeto del veredicto.

El fiscal y las acusaciones particulares coinciden en la calificación de los hechos, que consideran dos delitos de asesinato. Piden para cada uno de los tres principales acusados 42 años de cárcel (20 por cada víctima y dos por posesión de armas), mientras que para un cuarto, Pablo Azcona, que ayudó a que se deshicieran del arma, piden dos años de cárcel por encubrimiento.

tracking