FIESTAS DE SAN LORENZO VALLADOLID 2024 | FERIA TAURINA
Las ensoñaciones perdidas de Mario Navas
Deslucida corrida de Juan Pedro Domecq, falta de casta y de fuerza
En esto de los toros se juega demasiado con los sueños; quiero decir que, a nada que la cosa medio lo demande, bien sea por cualquier pejiguera que se ponga a tiro o circunstancia que esté en edad de merecer, se echa mano de los sueños para espantar o sublimar (más esto que aquello) lo que les pasa por la mente a los toreros cuando ven que se les viene encima una tarde trascendental en esta carrera de locos que es el toreo. Durante estas últimas semanas (diría que desde que se cerró la feria de San Pedro Regalado, por mayo), un chiquillo de aquí, del mismo Valladolid, ha estado sometido a la presión onírica del estado de excepción que se le avecina: tomar la alternativa en la plaza de toros de su tierra y que le invistiera como miembro de la más alta jerarquía en la cofradía de matadores de toros el celebrante más celebrado por la afición y más deseado por los neófitos: Morante de la Puebla; y, sin embargo, ¡quién lo iba a decir!, Morante no pudo venir a cederle los trastos, porque no mejora de su enfermedad y Mario se despertó ayer mismo con su sueño roto en mil pedazos. No desvaríes, torero. En ocasiones, tú lo sabes bien, pueden ocurrir estas cosas. La vida es así… y los sueños, sueños son, que decía Jorge Manrique, el poeta de cuando los Reyes Católicos, con nombre de torero de Valladolid. Voy más allá: los sueños no se rompen, se esfuman, acaban por diluirse, cercados y apaleados por la cruda realidad de lo cotidiano. No vino Morante, y Mario Navas debió pasar la noche gateando por entre la nube negra de la pesadilla. Lo bueno, lo importante es que luego salió el toro y Mario toreó de capa con enjundia de torero cuajado, antes de escuchar el parlamento del padrino, Daniel Luque.
Esperábamos que Navas brindara la faena al toro de la alternativa a su padre (es lo habitual), pero, no: se lo brindó a su hermano Adrián, que le sirve las espadas, y, supongo le servirá de acicate en momentos de “retrosedé” que decía el Curro el Cochero de la época de Joselito el Gallo.
Ayer no “retrosedió” en nuevo matador, pero, sin duda la tarde soñada no discurrió por los senderos de los últimos sueños. No tanto por lo de Morante, sino porque tampoco ayudó el ganado, una corrida de Juan Pedro que se desfondó en los comienzos liminares de las faenas muleta. En lo positivo: la capacidad y torería de Daniel Luque, colosal con el capote y centrado con la muleta en sus dos toros, que murieron a sus manos de dos cañonazos tremendos, especialmente el que recetó al cuarto toro, un volapié de libro. También los comienzos de faena de Juan Ortega en ambos toros y su faena al quinto, una ricura de plato para degustación de paladares exquisitos, porque exquisita fue la pulcritud de su acariciante muleta: una obra creada a fuego lento que estropeó lamentablemente con la espada. Ahora bien, para estropicio lo de Mario Navas en el sexto, un toro noblón donde los haya que acabó alargando el viaje. Uno ya no sabe si la lentitud de la larga faena era por culpa del “despacismo” con que toreaba en nuevo matador o porque éste se acoplaba al ritmo lentorro del toro. Sea como fuere, lo que no tiene perdón de Dios es el “mítin” que Navas dio la espada. Demasiado pinchazo sin soltar, demasiada prórroga para recordar las bondades de una faena de bellísima composición. La espada, amigos, quiérase o no, es determinante para amarrar los triunfos. Y cuando no hay espada, todo se emborrona, se pierde la batalla. Las Navas de Tolosa fueron otra cosa. Por eso se ganó la Reconquista. Confiemos: Mario tiene madera de torero grande. Toca, pues carretón y una carretada de esperanza. El chico lo merece; pero ayer fue la tarde en que se perdieron, en un laberinto de pinchazos, las ensoñaciones de Mario Navas.
Mañana viene Enrique Ponce a despedirse de Valladolid, acompañado en el cartel por Talavante y Roca Rey y se augura un entradón en la Plaza. El tiempo, que ayer pintó los cielos con una pátina de grisura, parece que se va a tornar del azul purísima de los días soleados. De eso se hablaba ayer cuando la gente abordaba el paseo de Zorrilla al encuentro con la anochecida. Es importante, también que los toros embistan por derecho y traigan la emoción de la bravura, que es el plasma vital de la Fiesta. Soñemos con ello, pues. Soñar, no cuesta dinero.