En otro tiempo fue zona principal de la noche, pero tras varios cierres como El Escudo, El Güevo o El Hidalgo, amortiguó la fiesta lejos del boom de antaño
Permanece en el ‘archivo’ del imaginario vallisoletano de diferentes maneras según quien la evoque. Es la zona de copas y de fiesta de varias generaciones entregadas a los chupitos y los cachis que ahí servían –y algunos aún sirven–; la del tapeo a cargo de los desaparecidos El Escudo y El Hidalgo o del superviviente Mesón Don Enrique; es la prolongación de la ciudad hasta uno de sus dos hospitales públicos, el Clínico, y una vía próxima a encantos como La Antigua. Estamos en la calle del Paraíso.
Esta vía permanece activa de día, pero también cuando el sol se esconde. Y aunque no conserva el bullicio de épocas pasadas cuando era el paraíso de la fiesta (junto al Cuadro, Cantarranas o Coca), se mantiene todavía como reclamo festivo, aunque para los jóvenes más benjamines en sus primeras noches de copas en la media docena de bares que la ocupan.
Lo del edén y el veneno del titular corresponde al nombre de la calle: el paraíso. Recibió esta denominación por la presencia del árbol conocido popularmente como ‘del paraíso’ en esta calle. Su nombre más científico es el de ‘Melia azedarach’, cuyo fruto es venenoso en altas cantidades.
Esta vía conecta la avenida de Ramón y Cajal con la de Marqués del Duero, y hace años estaba cruzada por el cauce del Esgueva, que dejaba en uno de sus laterales casas y en el otro, tapias y huertas. Fue en la etapa final de la década de los años 40 del siglo XIX cuando se cubrió el paso del río y se recondujo su cauce. Los árboles se mantuvieron y la limitada altura de las casas (molineras en su mayoría) dejaba ver al fondo la torre de la iglesia de La Antigua y hasta la de la catedral inacabada.
El 10 de abril de 1863 en una sesión del Ayuntamiento se decidió la denominación de Paraíso para esa arteria de la ciudad poblada años atrás por otros locales ya desaparecidos.
Retrocediendo en el calendario, hay negocios de los que no quedan vestigios más allá de estar plasmados en fotografías antiguas. Como el de Confecciones Angulo, la tienda Eliseo Criado o una imprenta y el Diario Regional. Tampoco resistieron el paso de los años bares como El Güevo o El Tucán. Donde hoy está El Café de Amable, que ofrece restaurante y alojamiento desde hace diez años, estuvo una empresa de gráficos.
Entre las costuras de Paraíso hay unpasadizo que culmina en la calle más antigua; la primera calle documentada de la ciudad, en el año 1095, antes llamada de Francos y hoy conocida como Juan Mambrilla. Se trata del porticado Pasaje de los Alarcón, que antaño se llenaba de gente nocturna y ahora no alberga tantos negocios como en otros tiempos.
Los bares, pubs y cervecerías que hoy nutren el lugar son la histórica Chupitería (adjetivo reforzado en su cartel que reza un ‘la de siempre’) y en ella no faltaban los chupitos de Piruleta o el Absenta; el Sweet Dreams; la chupitería Taj Mahal, o el Grisú, entre otros.
En un extremo, haciendo esquina, se encuentra El Café de la Antigua, por algunos llamado como el ‘dos por’ debido a su conocida oferta de dos copas a un precio reducido. Y en el medio de la calle permanece el Mesón Don Enrique, un negocio familiar de comida tradicional que lleva 36 años abierto. Fueron Mariano y Covadonga quienes lo fundaron junto a dos de sus hermanos, y desde hace una década sus hijos Nacho e Iván Rodríguez García cogieron el testigo. Justo cuando la lotería les sonrió y los hosteleros tuvieron el gusto de dar a la clientela la gran alegría del sorteo del Gordo.
Otra veterana de la zona es María Jesús Fernández. Allí abrió hace 21 años la peluquería Zenit en una calle que ve «alegre porque siempre hay gente». «Somos de paso a las facultades, a la Diputación y al Hospital Clínico, aunque no hay tanto lío como antes, que se veía muchísimo más movimiento», apunta. María Jesús extraña cuando todos los empresarios de la calle se unían para decorarla por Navidad: «Echo de menos cuando poníamos luces, una alfombra y un pino, le daba otro toque», puntualiza quien se acuerda de algunos comerciantes que echaron la persiana para no volver a levantarla. «La mercería de Julia llevaba toda la vida, pero hace dos veranos cerró. Como ahora se compra todo on line...».
En la farmacia de enfrente, Juan del Real dispensa medicamentos desde el año 60, tras coger las riendas de un negocio que inició su madre María Rosa Llorente, por lo que ha sido testigo de excepción de la transformación de la vía. «Aunque yo no lo viví, enfrente, al lado del colegio [La Enseñanza] había una posada de carros o algo así para los caballos y las diligencias», comenta. «La calle ha cambiado, se han ido cerrando muchos bares, como El Escudo, El Hidalgo, Las Piedras... Y quedan, pero menos», indica antes de referirse al ambiente nocturno que en una etapa marcó a la zona. «Hay, pero lo que había antes ya nada. Antes no se podía pasar con el coche por la calle y tenías que ir apartando a la gente. Ahora se dan tumultos de gente en la puerta de algún bar, pero no de manera tan generalizada», relata Juan, a quien le gustaría que volvieran a abrir «más restaurantes o la ferretería que cerró», y destaca «la buena convivencia entre los negocios». Aunque si tuviera que efectuar una petición la tiene clarísima: «Un paso de peatones». «Lo pedimos al Ayuntamiento, pero nos dijo que no era viable. Y es que desde el principio de la calle hasta el final no hay ningún paso de cebra por lo que la gente cruza jugándose la vida».
Otra reivindicación similar efectúa Yoyo Calvo desde el Studio Tesela, trasladado en 2023 a esa ubicación. «Consideramos que hemos acertado con Paraíso porque el tránsito de gente es frecuente y tiene bastante vida, pero de lo que más se quejan nuestros clientes es de la falta de aparcamiento», señala. A pocos metros, Mabel Yuranny Herrera montó un par de años atrás la panadería Delicias El Maná, con el objetivo de dar a conocer sus suculentas elaboraciones. «Entra mucha gente y conoce la panadería latina. Nos recuerda a nuestra tierra», comenta la camarera Cándida Miscal Guzmán.
En el estanco, Mari Paz Romero apunta al contraste de viandantes. Mientras por las noches de viernes y sábados son los adolescentes los que copan esas aceras; por el contrario, mientras ella abre su negocio, «el público son personas mayores, o incluso cuando es la entrada o salida de los colegios, se ven más niños». Mari Paz subraya la vital influencia del hospital en todos ellos. «Nos da muchísima vida el Clínico, también la farmacia y los restaurantes... Estoy muy contenta con Paraíso», concluye.
La calle Paraíso a comienzos del siglo XX
El agua inunda la calle Paraíso
El agua inunda la calle Paraíso
Vehículos de los años 60 se abren paso en la calle Paraíso
Confecciones Angulo sobresale en la calle Paraíso
Los años 60 llegan a la calle Paraíso
Una estampa invernal de la calle Paraíso
Los años 70 llegan a la calle Paraíso
Una imagen del Clínico en los años 70
Las obras llegan a Paraíso
Obras de canalización junto al Diario Regional
Una imagen de la calle Paraíso desde Marqués del Duero