DANA DE VALENCIA
Jaime Vidal, un bombero de Valladolid en Bonaire: "Gracias a Dios no encontramos nada"
Después de tres días de trabajos en Aldaia, «totalmente devastada», agradece la movilización de los voluntarios: «Es lo que te da fuerzas para seguir trabajando»
La cifra de muertes se mantenía en el número de 214 tras cuatro días de una riada que arrasó parte de Valencia. No subían los tres dígitos, pero solo un conjunto de letras, las de Bonaires, hacían presagiar que la catástrofe iba a alcanzar un repunte el domingo, con los primeros rastreos en el aparcamiento del centro comercial ubicado en Aldaia. Allí llevaba dos días desplegado Jaime Vidal con otros once compañeros, todos ellos del Cuerpo de Bomberos del Ayuntamiento de Valladolid, y ‘Delta’, su perro de rescate. Sus guantes y botas ya habían perdido su color negro que parecía intocable por un tono marrón que iba a adquirir un mayor matiz con su incursión en el parking valenciano, donde se abría el próximo capítulo de la tragedia. Pero en un giro radical de la trama, y tras supervisar unos 30 coches, la fortuna hizo su primer acto de presencia tras no encontrar ningún cadáver.
«Gracias a Dios no encontramos nada», resalta Vidal en su regreso a Valladolid. Un simple cálculo basta contabilizar que han sido 72 las horas trabajando entre barro y caras de desconcierto. Y es que cada pisada en el lodo era hacerlo entre vidas y recuerdos. Nadie podía pasar ajeno a las noticias, y el alcalde Jesús Julio Carnero se apresuró para llamar a filas a los bomberos del Ayuntamiento. «Hicimos un listado de la gente que quería ir si había posibilidad. Y se llenó desde el principio», recuerda.
El reclutamiento funcionó y la ruta hacia Aldaia comenzó en la madrugada del viernes. No importaron que la ruta incluyese más de 500 kilómetros, cinco horas de sueño fueron suficientes para ponerse a trabajar una vez el sol apareció entre los cielos valenciano. Pero era imposible no distraerse tras poner pie en tierra y ver una catástrofe mucho más grave que lo captado a través de la televisión. «Si las imágenes impresionan, cuando llegas allí todavía mucho más. No tiene nada que ver y te haces una idea de lo que realmente te encuentras allí. Sobre todo las dimensiones porque son muchos pueblos totalmente devastados», expresa al respecto.
Pese a la estampa definida por el horror, el miedo no fue un elemento más en el traje que se ataviaba cada mañana Vidal junto a sus compañeros. «Al contrario, estábamos a tope de ganas por ayudar y de ponernos manos a la obra para que la gente pudiese recuperar la normalidad lo antes posible».
Codo a codo con el alcalde de Aldaia, las labores se multiplicaron. Desde mover coches volcados para permitir el paso de vehículos de emergencias y el trabajo de los voluntarios desatascar alcantarillas, habilitar la entrada a locales que habían quedado totalmente anegados y recoger enseres. Pero también achicar agua en garajes y sótanos, con una misión objetivo en el aparcamiento de Bonaire. «Entramos ahí pensando un poco lo que te puedes encontrar, sobre todo por las informaciones que iban saliendo», relata Vidal, por lo que las barridas se enfocaron en las zonas que no se habían rastreado. Y la recompensa al esfuerzo llegó en forma de número: el cero. «En los dos sectores que estuvimos, gracias a Dios, no encontramos nada», manifiesta con entusiasmo.
Esa fue la última labor que hizo antes de su regreso a Valladolid, siendo relevado tanto él como otros cinco compañeros por un grupo del mismo número que empezarán a prestar ayuda en Catarroja y Albal, otras dos poblaciones afectadas por la DANA en Valencia. Pero desde que el camión que le transporta a su hogar, su pensamiento sigue en Aldaia, mezclada la frustración con la gratitud. «Es un sentimiento doble, porque ves que es gente que ha perdido todo, que ha perdido gente, familiares, amigos, que ha perdido sus casas, que ha perdido sus coches, sus negocios, y eso es la parte mala; pero la parte buena es el increíble que, a pesar de esa situación, el agradecimiento infinito que te transmiten y al final eso es lo que te da fuerzas para seguir trabajando. Es lo que me llevo», concluye.