DANA DE VALENCIA
Un vallisoletano en la zona cero de Valencia: «Parece la guerra»
Javier Gamazo, un guardia civil vallisoletano con servicio en Riaza, se desplaza como voluntario a Paiporta, Benetússer y Alfafar, poblaciones afectadas por la DANA en Valencia : «Ha habido una movilización impresionante de jóvenes»
Las marcas de barro aún se impregnan en su traje. Uno naranja fosforito y azul intenso que no se pierden entre la multitud, que les reconocen casi como ‘salvadores’ de una catástrofe nunca vista en Valencia. Según avanzan los kilómetros desde Riaza, Javier Gamazo, un guardia civil vallisoletano, sabe que el golpe de realidad va a ser aún más duro de lo visto desde la televisión, pero aún así ni él está preparado para ver lo que «parece una guerra». Porque sí, aún el color marrón cubre algunos pueblos valencianos, con calles y vías bloqueadas por el lodo entre los que Javier se arremanga para descubrir lo que hace menos de una semana parecía intocable.
Un mensaje de la alcaldesa de Moncada pidiendo voluntarios activó el sentimiento de solidaridad en Javier, también coordinador de Protección Civil de Riaza. No dudó en aceptar ni un segundo, y bajo el amparo del Ayuntamiento del municipio segoviano puso dirección a Paiporta en el GPS de una autocaravana, en compañía de Juan Manuel Del Cura, su compañero de fatigas, y otros voluntarios de Madrid.
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«Íbamos a ayudar en limpieza, a retirar objetos, a lo que nos fuese requiriendo la gente», explica a este periódico ya en su vuelta a Riaza tras tres días de trabajos y esfuerzos continuos.
Pero si en Paiporta la respuesta social reflejaba que los apoyos ya habían llegado con más antelación, pese a seguir los coches amontonados por todos lados, la confusión llegó en Alfafar. « Cuando llegamos nos dijeron los vecinos que éramos las primeras personas oficialmente que prestaban ayudaba. No se había interesado nadie por ellos hasta ese momento. No había nadie», apunta Gamazo.
Cada pisada era hacerlo sobre el horror, desaparecidas las carreteras y con casas reducidas a escombros. «Parecía la guerra», considera el agente vallisoletano, por lo que al esfuerzo físico para revisar coches y limpiar viviendas se le unía un factor mental ante la desesperación de aquellas familias que perdían sus vidas en el lodo y nadie, salvo voluntarios, hacía nada por intentar recomponerlas.
En una de sus asistencias, una pila de recuerdos en el barro de una persona de avanzada edad llamó la atención de Gamazo. «La dije ‘qué pena, todos los recuerdos que estamos tirando’. Y me agarró del brazo y me dijo ‘pero estoy viva’, mientras a uno de sus vecinos se le llevó el agua. Es algo que te marca y te llena el sentimiento de pena, que se ha quedado sin nada», recuerda.
Entre historias en dos días de trabajo, la rutina ya estaba más que establecida para Gamazo y Del Cura. Un madrugón para hacer frente a kilómetros y kilómetros, labores de limpieza sin prácticamente descanso y, caída la noche, regreso a Moncada para dormir en el polideportivo.
Así llegó al tercer y último día de solidaridad, esta vez con desplazamiento hasta Benetússer, otra de las poblaciones afectadas y consideradas como ‘zona cero’. Pero si transcurrieron seis días desde que los cauces se desbordaron, allí tampoco había pasado nada hasta que llegaron en la mañana del domingo una cuadrilla de voluntarios de Protección Civil. «Nos quedamos como un poco anonadados y sin creértelo. Solo fue un policía local y esto no puede ser. Entonces, hablabas con la gente y se subía por las paredes. Había sitios que los coches estaban amontonados en las puertas de los portales y las personas no podían salir. Podía haber incluso gente fallecida», lamenta el agente.
La juventud, al frente
Y la práctica se volvió a repetir, pero acompañada de «mucha frustración por no poder hacer más» y de «indignación, porque tienes la sensación de que les han dejado un poco vendidos». Es por ello que Gamazo destaca la «movilización impresionante» de chicos y chicas jóvenes que se compraron cepillos porque estaban dispuestos ayudar a limpiar las calles.
De regreso a su hogar, el cansancio no se ve reflejado en su voz, y él mismo reconoce que seguiría ayudando si su trabajo en Riaza no se lo impidiese. «Te quedas con esa mala sensación de que sí has hecho lo suficiente dentro de lo que has aportado. Nosotros como Protección Civil, igual que los compañeros que han ido, hemos intentado sumar nuestro granito para ayudarles, pero las sensaciones con las que volvemos es que les han dejado abandonados y que no se han preocupado hasta ahora», concluye.