También podría llamarse coloquialmente la calle de los paraguas. Quien más y quien menos si se mueve por las redes sociales ha visto, o incluso protagonizado, una fotografía con idéntico y colorido escenario de fondo: un recogido tramo peatonal, la torre de la incompleta catedral al final y unos paraguas de colores en el cielo que en fiestas animan una de las calles más conocidas de la ciudad: Cascajares. Es ese rincón del tapeo y del bullicio en fin de semana que, pese a su aparente sencillez, contiene los elementos apropiados para componer un lienzo estéticamente original y atractivo. Una estampa que luego será replicada en multitud de perfiles en internet y también en cámaras analógicas.
La de Cascajares es una de esas vías céntricas con una oferta limitada, pero conocida y variada; tranquila en varios momentos del día y muy concurrida en horas puntas de ocio, y un lugar de paso entre dos emblemas de la ciudad: su plaza Mayor y su Seo.
En los pocos metros que conectan Regalado con la Catedral, Cascajares se extiende con personalidad pues de toda la ciudad es conocido el ambiente festivo por la concentración que impregna ese tramo por los negocios hosteleros que acoge. Algunos de siempre, otros de ahora.
La Cárcava resiste en el centro el paso del tiempo con las mesas altas de fuera a rebosar en los picos para la hostelería y atesora una clientela fiel que la acompaña desde hace 33 años. Detrás de la barra se encuentra Juan José Arranz, propietario del negocio junto a su socio Luis Miguel Rodríguez. Arranz explica que el éxito de la decoración de los paraguas no es accidental. «Se trata del compromiso de la calle con la ciudad. En fiestas, los locales nos esmeramos por decorarla de una manera especial desde hace unos diez años, como también intentamos en Navidad que las luces tengan una personalidad diferente», cuenta.
Este hostelero recuerda que «desde julio de 2005 se convirtió en peatonal» y que antes pasaban muchos coches. Destaca como lo mejor de ella «la limpieza, la seguridad y el trato con la gente», además de la ubicación. «Mi sensación es que la zona principal de Valladolid es la que une a la catedral y la plaza de la Universidad con Coca o la plaza Santa Ana. Es donde va la gente, donde hay más vida». Precisamente público hay a raudales en las terrazas de los bares y restaurantes.
Los Ilustres y Flamma ocupan locales por los que también pasaron otros negocios ya desaparecidos como La Cacatúa o NYC Hell’s, entre otros. A su lado, el veterano El Farolito, cuyo nombre tiene un regusto literario de una de las obras cumbre de la literatura del siglo XX: ‘Bajo el volcán’, de Malcom Lowry. Tras una etapa inicial, después fue regido por la pareja formada por Roberto y Begoña, figuras míticas de la noche de Valladolid, y ahora pertenece al grupo hostelero Día y Noche, también con las riendas del vecino Los Ilustres, sin salir de esa misma calle.
Más allá de la hostelería, en este enclave también se encuentra un establecimiento de moda y complementos con estilo propio, en el número 7 se ubica la tienda Calcuta. Y a unos pasos, un clásico entre los clásicos, uno de los que conoce la mayoría, de esos con solera y con historia: La Nacional. Fábrica de sellos y placas, rótulos, vinilos, grabados y soluciones de marcaje. Dentro atiende Alberto García, la tercera generación del negocio familiar que puso en pie su abuelo Joaquín García. Primero abrió un local en la plaza Mayor «hace 120 años», que luego compaginó con otra en Correos e incluso tuvo tienda en Madrid, y más tarde se trasladó a Cascajares. Inicialmente a la esquina con Arribas y desde «hace 25 o 30 años» al local actual. «La calle ha cambiado mucho, sobre todo desde que se peatonalizó, y el negocio, también», asevera antes de revelar su secreto para mantener en pie tantos años su empresa: «Trabajar y trabajar». Este comerciante echa en falta «más espacio para el peatón», y apunta a que esta vía «pasó de ser comercial y de tránsito a ser más turística y para la hostelería».
Como otros empresarios de este coqueto rincón, ensalza «el entorno privilegiado, con un monumento tan importante como la catedral, y que la calle conserve esa arquitectura tradicional y sea bonita».
Desde su escaparate se veía otro local clásico ya desaparecido. En la memoria de muchos aún resuena el sonido único de las bolas de los billares a los que se jugaba enfrente, en un local que ha tenido muchas vidas y que para la juventud de los 80 y 90 suponía el punto de encuentro de pandillas que echaban la tarde hasta bien entrada la noche. Eran otros tiempos y otros juegos.
Alberto García se acuerda de esa época. «Estaban los billares, también una tienda de ultramarinos, principalmente de bacalao donde después se puso El Farolito; una panadería, una barbería y un anticuario, en los 60. Estaba abierta al tráfico. Y sobre los años 90, menos el anticuario, prácticamente estaban todos estos establecimientos», recuerda quien se ha convertido en la memoria viva de esa zona que duerme a los pies de la catedral inacabada de Valladolid.
Como prolongación de la calle, sin pertenecer a ella como tal, sino a Fray Luis de León y a Cánovas, hay otros negocios que también forman parte del conjunto aunque en el callejero correspondan a otras nombres: desde el kiosco La Catedral, la mítica Monedero, Señorita Mala Uva, o hasta la farmacia y los helados Regma. En el otro extremo, en las faldas de la catedral en la esquina con Arribas está Zorro Zapato, de comida urbana.
Cuentan los cronistas de antaño y los historiadores que esta pequeña calle nació dentro del plan para conectar la céntrica calle Santiago con la Catedral y también para darle más lustro y amplitud a la Seo, un extremo, este último, no conseguido del todo. Mientras otras vías cambian de nombre como la ciudad de estación, esta le debe su denominación al cardenal Antonio María Cascajares y Azara, que fue obispo prior de las órdenes militares en Ciudad Real y en Calahorra a finales del siglo XIX, y estuvo al frente del arzobispado vallisoletano entre 1891 y 1901. Su apellido se menciona hoy para referirse a una calle paseada, visitada, disfrutada y fotografiada... Bendecida por una perpetua vitalidad.
Una partida a los billares
Calle Regalado y Cascajares
La calle de los paraguas
Testigo de excepción de un monumento de excepción
Un entorno monumental
A vista de pájaro
Una imagen de postal
A los pies de la Seo inacabada
En las faldas de la Catedral
Antes de peatonalizarse
Vista aérea de la zona
De procesión por Cascajares
Los 90 y sus coches
Los billares al fondo
Un cruce de céntricas calles
La Semana Santa desde Cascajares
De cuando esta zona se cruzaba en coche
Una vista reconocible por los vallisoletanos
Valladolid en el aire
La esquina de La Española
Con coches aparcados
El salón de billares de Cascajares, entre las obras
Luces nuevas para la catedral
De Navidad y fiestas en Regalado para terminar en Cascajares