DÍA MUNDIAL CONTRA EL CÁNCER DE MAMA
El peso de la herencia: cáncer de mama en tres generaciones de vallisoletanas
Elena fue diagnosticada con un tumor mamario y su tía y su madre murieron por la enfermedad / La AECC advierte que «las secuelas complican la reincorporación laboral» y un 42% de los pacientes está en el paro
Su tía murió de un tumor mamario y su madre padeció dos cánceres. Elena Martiañez tenía, desgraciadamente, muchas posibilidades de tener un destino marcado por esta brutal enfermedad. Y, en el verano de 2022, su vida dio un giro de 180º cuando, mediante una autoexploración, se detectó un tumor en el pecho. «Durante toda mi vida había tenido bultos de grasa y líquido, pero al palparme el bulto me di cuenta de que no era igual que lo que había tenido anteriormente», señala.
Dejó pasar el verano y no fue hasta últimos de octubre cuando comenzó el camino. «Lo tenía bastante grande, en un estado en grado tres y enseguida se hicieron los preparativos. Me hicieron una biopsia y resultó ser un tumor maligno, muy agresivo, por lo que en enero me tuvieron que operar». Afortunadamente, según relata, no tenía nada más que el tumor y no hubo ganglios afectados. Sin embargo, la operación fue el primer paso hacia la terrorífica pesadilla en la que se convirtió el tratamiento por el que tuvo que pasar después. «La pesadilla realmente fue la quimioterapia, porque me dieron dieciséis sesiones y creí que no salía de ahí. Para mi la operación no fue nada porque al final te duermen y no te enteras, pero la quimioterapia fue lo peor que he pasado en mi vida y ahí tuve todas las malas experiencias de los efectos secundarios. Los fui cumpliendo uno a uno como si mi cuerpo no tuviese ningún tipo de defensa».
Elena tenía un carcinoma ductal infiltrante en grado tres, la forma más frecuente de cáncer de mama invasivo que se encuentra en un 80% de los casos diagnosticados.
Cuando le comunicaron el diagnóstico, no le resultó desconocido. Una tía suya falleció a causa del cáncer de mama y su madre padeció otros dos cánceres. «Esta enfermedad ha estado muy presente en mi vida. Cuando me dicen que también lo tengo, me quedé asustada. Pero lo que más me asustó fue cuando entré en el hospital a darme los ciclos de quimioterapia y vi la cantidad de gente que había. Gente mayor, gente muy joven, niños... Se me cayó el alma a los pies», comenta emocionada. «El tiempo que pasé dándome quimio lo pasaba mal por mí y por verlos a todos. Ver ese sufrimiento y pensar ‘¿por qué esta enfermedad le ataca a todo el mundo?, ‘¿por qué cada vez hay más gente?’». Tras finalizar la quimioterapia, Elena continuó con radioterapia. «Gracias a Dios no sufrí ningún efecto secundario con ella».
El aspecto emocional es otra de las aristas que se resquebrajan con el padecimiento de esta enfermedad y, para Elena, ha sido un trance muy duro. «Yo he estado psicológicamente hundida. He pasado por intentos autolíticos y, a día de hoy, no entiendo cómo no lo he llevado a cabo, porque no soy precisamente una persona cobarde. Yo creo que había una lucecita ahí que siempre me decía ‘¿a dónde vas?’ que me hacía frenar, pero eso todo era efecto de lo mismo. Yo tenía una paranoia a causa de la quimioterapia. Llegó un punto en el que dije: ‘no puedo’. Hablé con mi oncólogo y le dije ‘por favor, mira a ver, pero con esto no puedo. No me va a matar el cáncer, me va a matar el tratamiento’».
A raíz de ello, Martiañez comenzó un tratamiento psiquiátrico para hacer frente a las consecuencias de la quimio en su salud mental. «Ahora mismo estoy un poco más tranquila por eso, porque ha pasado el tiempo, me han puesto solución a todas mis dudas, a todas mis preocupaciones y eso me ha ayudado mucho también».
Uno de los pilares de apoyo que ha tenido Elena, ha sido la Asociación Española contra el Cáncer (AECC) de Valladolid. Desde psiquiatría le recomendaron acudir y, aunque al principio se mostró reticente, ahora celebra haber seguido esa recomendación. «Yo en un principio no quería venir, porque me ‘obligó’ un poco la psiquiatra. Vio que estaba muy mal y me dijo que fuese al momento. Para mí ese día fue un acierto, ahora mismo lo pienso y me doy cuenta de que me he sentido muy bien, muy arropada, muy ayudada, comprendida... Al final, tu entorno en cierta forma no lo entiende, porque no lo vive en carnes propias, pero cuando vine aquí [a la asociación] dije: ‘madre mía, ¿por qué no he venido yo aquí antes?’»
Y es que Elena, como tantas otras mujeres, tendía a pensar que era una persona que podía con todo, pero por desgracia, y como dice ella misma, «no todo el mundo somos superhéroes». «Hasta que no te das golpes con las realidades de la vida no es cuando lo entiendes».
«Es fundamental conocer todos los recursos y contar con apoyo emocional», recalca Luisa Lobete, gerente de la AECC de Valladolid. «Saber que no estás solo, que hay muchas más personas que están pasando por una situación parecida, ayuda». Asimismo, también advierte de las «dificultades» con las que cuentan muchas mujeres para reincorporarse al mundo laboral. «En un estudio reciente hemos observado que hasta el 50% de mujeres afirman sufrir deterioro cognitivo, fatiga y dolor, algo que les impide retomar su vida con normalidad».
A principios de octubre, Elena se reincorporó a su puesto de trabajo como cajera en un supermercado. «Por la situación que he pasado, ahora tengo un puesto adaptado, pero lo he tenido que pelear. En este tipo de trabajos tienes que hacer muchos esfuerzos físicos y yo ahora mismo no estoy para coger pesos. De momento he conseguido adaptación con las limitaciones que tengo. Pasé el reconocimiento médico con la empresa y salí apta con restricciones, porque hay cosas que no puedo hacer», añade Martiañez.
«A mí me duelen los dos brazos, los dos hombros, tengo una neuropatía en las manos y en los pies que no me permite tener sensibilidad... Y ya ha pasado un año desde que acabé el tratamiento. Le pregunto al oncólogo sobre ello y me dice que es probable que no se me quite».
No obstante, si bien el cáncer de mama es un jarro de agua fría para todos los pacientes, Elena destaca que, de cierto modo, le ha ayudado a reconectar con su familia. «Teníamos una relación un poco complicada, pero a raíz del diagnóstico todo ha ido muy bien. Me he sentido muy apoyada por todo mi entorno y por mis amigos. Hasta tengo que dar gracias, me ‘alegra’ en cierta manera que me haya pasado, porque me ha cambiado la vida. He empezado a valorar todo, el cambio que ha tenido todo el mundo conmigo y todo ha sido para positivo. Para mi eso es muy grande, porque dentro de lo malo yo digo ‘bienvenido sea si es para recuperar todo mi entorno, mi familia y todo», concluye Elena.
El rosa, más que un color
Por todos es sabido que el color rosa es el color significativo del cáncer de mama, sin embargo, Irene González Rodríguez, gerente de la Asociación Española contra el Cáncer de Zamora, quiere recalcar que «el rosa es más que un color». «Un cáncer no es de color rosa, un cáncer es un marrón muy gordo». Y es que, tal y como apunta la gerente, «el color rosa no es nada si no hay personas, investigación, recursos y apoyo. El rosa es mucho más que un color, por sí solo no es nada».
En el año 2023, la provincia de Zamora registró la mayor tasa de incidencia de cáncer de mama en la comunidad con 169 casos por cada 100.000 habitantes, el segundo tipo de cáncer más habitual en la comarca, por detrás del de próstata, que registró una tasa de 207 casos por cada 100.000 personas.
Las pacientes de Zamora que sufren cáncer de mama encuentran en la asociación una ventana a la esperanza a través de los talleres, prácticas de rehabilitación y diversas actividades que ofrecen. Entre ellas, destaca la rehabilitación de los linfedemas. Estos se producen porque al extirpar los ganglios, la linfa no circula de forma adecuada y tiende a acumularse. Este acúmulo produce hinchazón del brazo, pesadez, dolor e incluso alteraciones sensitivas. Por ello, desde el organismo, resaltan la importancia del seguimiento y de la prevención para que no vaya a más.
En la actualidad, y según confirman Gónzalez y Sánchez a este diario, más de 80 mujeres participan en las diversas actividades de la asociación. Una asociación que cuenta con delegaciones en Benavente, Toro, Puebla de Sanabria, Villalpando y Fermoselle, además de la capital provincial. El motivo no es otro que poder llegar a todas las pacientes que se encuentran en el medio rural. «Las pacientes que no pueden desplazarse por sus propios medios a su sede correspondiente, cuentan con ayudas económicas tanto en materia de atención psicológica como en el aspecto de rehabilitación», confirma Irene. «Son ayudas de transporte que están cofinanciadas por la Diputación de Zamora. Se les paga el desplazamiento según el medio que elijan. Nosotros los llamamos ‘transporte social’».
Sumado a ello, la asociación también organiza talleres que son fundamentales en el apoyo emocional de las pacientes. «Cada año organizamos un desfile de lencería y ropa de baño para las pacientes que han sido operadas. Con este, ya han sido 21 años los que lo llevamos organizando. Es una ocasión para minimizar las secuelas y ofrecer la visión de que hay una vida después del cáncer», señaló la gerente zamorana.
Otra de sus importantes labores es la de llevar un cojín en forma de corazón a las pacientes que acaban de ser operadas. Un cojín elaborado manualmente por las voluntarias que participan en los talleres y que sirve como una primera toma de contacto para aquellas mujeres que acaban de pasar por quirófano y han de hacer frente a su nueva realidad.
Ocho muertes a la semana en Castilla y León
1.919 pacientes fueron diagnosticadas con cáncer de mama en la Comunidad en el año 2023. Unos datos que colocan a este tipo de cáncer como el tercero con mayor incidencia en Castilla y León por detrás del de colon y próstata.
En cuanto a niveles de mortandad, el de mama es el quinto tipo de cáncer que causa más defunciones en Castilla y León (445) por detrás del de pulmón (1.405 fallecidos en 2023), del colorrectal (1.073), de otros tipos (563) y del de páncreas (522). En total, y según los datos recogidos por el informe del observatorio de la Asociación Española contra el Cáncer (AECC), se estima que durante el curso del año pasado, fallecieron 7.288 pacientes en Castilla y León: 2.864 fueron mujeres y 4.424, hombres. Es decir, la tasa de mortalidad bruta fue de 306 defunciones por cada 100.000 habitantes, siendo la tasa bruta femenina de 237 casos y, la masculina, de 378. Datos que acentúan la incidencia de la mortalidad respecto a la tasa bruta nacional, ya que esta se encuentra en 233 fallecidos por cada 100.000 habitantes.
En el caso de Valladolid, durante el mencionado periodo, 85 mujeres fallecieron a causa del tumor mamario. El pico más alto lo registraron las mujeres con más de 75 años, que fueron cuarenta fallecidas. Le siguieron las mujeres entre 50 y 54 años, que fueron diez muertes y, en tercer lugar, las mujeres entre 70 y 74 años, que fueron nueve. Además, cabe mencionar, que hubo una muerte en el rango más joven, una mujer entre 15 y 39 años.