Musicoterapia en Paliativos
La 'playlist' curativa del vallisoletano Nacho
Los pacientes de Paliativos del Río Hortega cuentan con un elemento diferente que alivia el dolor, les hace reconectar con sus allegados y evoca buenos momentos: la musicoterapia del cantautor Nacho Prada
No es una cita cualquiera. Es LA CITA. El gran evento de la semana. Un concierto en casa donde la música suena por ti y para ti con su misterioso poder. Henar «perdió el habla por una lesión cerebral causada por un tumor», su enfermedad avanzaba y se agravaba, y ella estaba aislada en sí misma mientras la preocupación en los más próximos crecía por verla así, por no llegar a ella... Hasta que apareció Nacho y todo el equipo de Paliativos del Río Hortega.
Nacho Prada es el musicoterapeuta que incorporó este servicio sanitario cinco años atrás y que hace más llevadera la realidad –a veces altamente dolorosa– de enfermos y su entorno, la mayoría en la parte final de su vida o con enfermedades avanzadas complejas. «Ella no hablaba, pero con la música se activaba y al poco llegó incluso a cantar. Un día improvisando le canté ‘Hola, buenos días’ y me respondió cantando ‘Hola, Nacho’. ¡A veces pasan esas cosas que parecen magia y son fascinantes! Nuestra sesión para ella era crucial, como algo necesario. Querían que fuera sí o sí porque su familia veía que cambiaba y la forma que tenía la familia de vivir el final de la vida también pasó a ser diferente», recuerda el cantautor vallisoletano, que acude con su guitarra al domicilio de pacientes para los que el departamento de Paliativos del Río Hortega considera que les puede beneficiar.
El programa de musicoterapia de Paliativos del área oeste del Valladolid nació por la inquietud del médico del servicio Daniel Ramos. «La música para mí es algo vital y hace años, cuando empecé a verlo publicado en las revistas científicas, pensé en que podría ser útil para nosotros. Buscamos algún musicoterapeuta y conocí a Nacho. A la Fundación La Caixa le encantó el proyecto y es la que lo financia y sustenta». También han recibido la ayuda de la Fundación Mémora y agradecen a la gerencia que les dotara de un convenio de colaboración.
A Ramos se le nota lo orgulloso que está de esta parte del trabajo. «En Paliativos partimos del caos y de mucho sufrimiento, y sucede ese cambio que, más que aliviar o curar, lo vemos como producir una sanación en un contexto de conexión, de establecer un equilibrio que realmente se nota cuando vuelves al domicilio y hay otra energía, una armonía, y se produce también a través de la musicoterapia».
Así empezaron con una iniciativa que va mucho más allá de que un músico actúe ante un paciente. Busca una conexión personal, reduce el dolor, la ansiedad u otros síntomas derivados de cada patología que presenten, les hace reconectar con sus allegados y hasta evocar buenos tiempos personales, así lo relata el propio músico: «Esta terapia es un plus. Intento conocer al paciente, qué música le gusta, cuál ha sido importante para él, como una biografía musical, y recolecto su historia sonora musical. En este tiempo del final de la vida las personas suelen revisitar momentos pasados y trato de acompañar mediante la música», apunta Nacho Prada, que observa efectos claros en su particular público.
«Había una paciente con demencia y un gran deterioro y el cambio fue espectacular tras intervenir Nacho», constata Daniel Ramos. «Cambió su mímica facial, la forma de interactuar con la familia. Al estar en el domicilio, la familia o cuidador toma un rol muy importante y se produjo una apertura emocional de los cuidadores al ver algo diferente en su ser querido. Mi visita era un momento de conexión también de la familia con ella porque se abría más», expone Nacho.
Todo esto que describen músico y médico ya lo ha comprobado Sole, una soriana afincada en Valladolid que se emocionó cuando escuchó al cantautor desenvolverse ante su progenitora, Natividad, de 87 años. Le cantaba ‘Clavelitos’ y una de las canciones conocida por los sorianos como ‘sanjuanera’: ‘Moza, si a la compra vas’. «Él es estupendo. La trata fenomenal y conectan de una manera muy especial. Lleva yendo a casa de mi madre desde marzo y ella ha mejorado muchísimo. Se suele levantar sin ánimo y sin ganas de salir a la calle, salvo cuando va él que termina contenta y activa». Pero es que no le canta cualquier pieza al azar, no da por sentado que hay un repertorio en función de la generación a la que pertenece la paciente, sino, en verdad, las canciones que le gustan, «las que le recuerdan a los bailes en las fiestas del pueblo, la trasladan a su juventud, de hace 60 y 70 años» con las que «disfruta y revive muchos recuerdos bonitos». «A mi madre le sorprendió oír a un chico de Valladolid cantar esas canciones de su época y ¡se le nota tanto que se pone alegre...! La misma alegría de mi madre sentí yo. Lo tengo grabado cantando todos juntos unos pasodobles. También me ha ayudado a mí, este verano que estaba con ella en el pueblo las dos cantábamos canciones».
Su agradecimiento se extiende a todo el servicio pues entiende que sus resultados son más que palpables y fundamentales en una etapa difícil. «Entrar en Paliativos es muy duro, pero ella ha mejorado desde entonces. No caminaba, no comía sola, no hablaba apenas... Y, sin embargo ahora está mejor». Lo agradece a ese equipo de sanitarios que muestran una empatía que parece innata, conscientes quizás del delicado momento que atraviesan enfermos y allegados cuando ellos entran en escena. Sabedores de que su función trasciende lo que recogen los libros y va dirigida a mejorar la calidad de vida de sus pacientes y cuidadores en múltiples aspectos: física y emocionalmente, tratando síntomas de patologías graves y los efectos de los tratamientos. «Trabajamos de una forma multidisciplinar y multidimensional. No sólo hay un médico, hay enfermeras, trabajadores sociales, un psicoterapeuta, psicólogos... Abordamos al ser humano en toda su dimensión porque no sólo es el dolor físico, sino también el aspecto emocional y social. Es la dimensión espiritual del enfermo la que puede estar también en crisis», explica Ramos.
De hecho, también abordan cuestiones referentes al cuidador, al familiar. «Todo el servicio te ayuda, las enfermeras, el médico, el psicólogo... Están muy pendientes y nos facilitan todo. Son personas que están ahí por algo, con una sensibilidad, una empatía y una formación especial», subraya Sole.
Aunque el tiempo medio de un paciente en este departamento suelen ser unos meses, hay casos que se cronifican y se traducen en algunos años. Javier [nombre ficticio para este reportaje, como el de Henar, por preservar el anonimato de los usuarios] fue de esos casos en los que entre el antes y el después de los acordes musicales personalizados había un abismo, y en los que la utilidad de esta disciplina musical queda patente fuera de cualquier duda. «Tenía un gran sufrimiento existencial, había casi tirado la toalla y todavía le quedaba mucha vida», relata Daniel. «Lo estaba pasando mal, sufría mucho dolor y a raíz de la intervención de Nacho toda su vivencia y todo el sentido de su vida se centró en la música porque era una persona muy musical. Su dimensión del sufrimiento cambió espectacularmente a niveles de necesitar menos ansiolíticos y menos morfina, y el día a día fue mucho más llevadero porque se refugió en la terapia con la música».
Para Daniel el balance de esta aventura musical aplicada a su trabajo «es muy bueno». «He visto hacerse realidad el efecto positivo que había leído», resalta.
También Nacho indica que «la música no es un fin, sino un medio para unos objetivos terapéuticos que se fijan previamente. Pueden ser clínicos o no, según su estado. Si tiene malestar emocional, ansiedad, disnea o dolor controlado... No voy a tocar algo porque me parezca bonito, sino en base a él. Como cuando a una mujer que vivió en Francia le cantaba canciones francesas o a un leonés, temas de su tierra. Mediante la música trato de acompañar y aportar algún beneficio a esa persona en el final de la vida».
El objetivo: llevar la musicoterapia a la Uci, diálisis y Neonatos
De actuar en la plaza Mayor de Valladolid a ‘bolos’ en Paliativos
Psicólogo de formación, Nacho Prada, estudió musicoterapia en Valencia. «De repente, me encontré con esta especialidad y despertó mi interés». El también cantautor vallisoletano cuenta con muchas aristas en su faceta profesional. Su trabajo en Paliativos le proporciona otra dimensión a su profesión; una cara más en la que la vocación juega un papel importante y que le reconforta desde que entra en la casa de un paciente y logra conectar con él. En estos casos, reconoce que siente la música «desde una perspectiva sanadora y vital a muchos niveles».
El joven vallisoletano forma parte del grupo El Nido y la Noche de la Iguana, y hace cinco años ganó individualmente un concurso, el Demoexpress de Valladolid, y como premió grabó su primer EP, ‘Reflejos, Hoy’, que publicó en 2021.
Sobre su estilo, habla de «neofolk intimista», se mueve por la «canción de autor, el pop y las músicas de raíz», y asegura que «una relación directa de los sonidos tradicionales marcó el arraigo compositivo» de este artista pucelano.
Llegó a actuar en la plaza Mayor de Valladolid. En solitario, fue el telonero de Carlos Sadness en las fiestas de San Lorenzo de 2022.Una experiencia que disfrutó como un regalo.
Y es que él de regalos sabe un rato. Él los da en cada sesión en el domicilio de un paciente que recibe Cuidados Paliativos y, además, a través de la música de Nacho sonríe, vuelve a aquellas tardes felices, o simplemente se olvida por un rato de lo que le preocupa; o el dolor duele menos; mira con otros ojos a quienes le rodean, conecta con la música y a la vez con su gente. Hay tantos casos como visitas privadas de Nacho en Paliativos. Y en la mayoría, la vida es un poco distinta, un poco más amable, cuando los acordes de este joven resuenan en el salón o en el dormitorio de alguna casa en la que él es más que bienvenido.