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DÍA MUNDIAL DE LA PREVENCIÓN DEL SUICIDIO 2024

Una madre vallisoletana: "No logro encontrar ninguna señal para el suicidio de mi hijo"

«Me costó quitarme la culpa», cuenta una madre vallisoletana cuyo hijo se quitó la vida 

Valladolid registra un suicidio a la semana, medio centenar al año

Imagen de archivo.PHOTOGENIC

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Valladolid

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Ella no tuvo otra opción, no pudo rebobinar y cambiar las cosas: «Ojalá hubiera tenido una segunda oportunidad para ayudarle». Un viernes de septiembre el mundo de Melissa se rompió porque su hijo se quitó la vida. «Fue inesperado, no dio señales de nada, no dejó ninguna nota ni nada a lo que agarrarnos. No me lo esperaba y aunque le he dado muchas vueltas no logro encontrar nada que encendiera las alarmas, así como otros padres sí revuelven, investigan y dan con algo, yo no».

Habla la vallisoletana Melissa, la madre de Marco, un chico de 20 años que hace cinco decidió que no quería vivir más y lo llevó a término. Se expresa con una serenidad conseguida con mucha terapia y fuerza de voluntad. «Me ha costado muchas batallas entender la muerte de mi hijo. Ha sido un proceso muy duro, al principio no lo comprendía, pero ya lo he entendido: eso es lo que él quiso, y lo he aceptado porque si no te vuelves loca», relata quien quiere que «el tabú» que acompaña a esta realidad se vaya difuminando. «Me hubiera gustado tener más información, que el suicidio tuviera más visibilidad y que mi hijo hubiera pedido ayuda».

Castilla y León registra 16 muertes autolíticas al mes, casi 200 al año (194) en 2023 según los datos provisionales publicados en junio por el INE en su Estadística ‘Defunciones por Causa de Muerte’, que suponen un descenso sustancial respecto a los 242 del año anterior. Aunque habrá que esperar a los definitivos para confirmar este dato de respiro dentro de lo abrumador porque, sobre todo, el suicidio es la primera causa de muerte para jóvenes entre 15 y 29 años y se ha cobrado 2.228 vidas en los últimos diez años en la Comunidad. Ha habido picos y años en los que esta tragedia subía, como venía sucediendo desde 2018, y mirando más atrás ha habido algún ejercicio en el que estos también descendían para volver a incrementarse al siguiente, desde los 123 registrados por el INE en 1980, tal y como puede comprobarse en la infografía adjunta.

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Soria (10) y León (45) registran las tasas más altas de muertes autoinflingidas, 11 y 10 por cada cien mil habitantes, respectivamente, seguidas por Valladolid, con medio centenar de fallecimientos al año que apenas varían respecto al anterior cuando certificó 52 (35 de ellos hombres) y ascienden a más de un millar en lo que va de siglo. Un suicidio a la semana en la provincia vallisoletana.

Precisamente desde Valladolid, Melissa dedica un mensaje a aquellos que se encuentren en la situación en la que un día se vio su hijo. Se dirige a quienes presenten ideaciones suicidas y les ruega «que pidan ayuda, que sepan que no están solos y que hay profesionales; que se refugien en su familia, que hay que seguir adelante con la ayuda necesaria y hay que enfrentar el problema». También tiene palabras para otros padres en una situación tan delicada, compleja y dolorosa como esta: «Que no teman en pedir auxilio porque no es ninguna vergüenza. Si se hablara con más naturalidad igual se evitarían muchos casos...».

En su cabeza ha dado millones de vueltas sobre este suceso que ha cambiado a su familia (tiene otra hija). «Me hubiera gustado disfrutar de una segunda oportunidad, y ya que habían saltado las alarmas haber podido ofrecerle esa ayuda que era necesaria, pero he descubierto que la vida no es como uno quisiera que fuera».

Sobre el sentimiento de culpa lo sabe todo, la vida se ha encargado de enseñárselo. «He aprendido a no sentir tanta culpa y a dejar los ‘debería’ y lo ‘si hubiera’ porque no sirven de nada y no son así. Él solo tomó la decisión y, aunque es inevitable sentirte culpable, con el paso del tiempo sé que hice todo lo que creía conveniente para protegerlo», expresa esta vallisoletana que explica que un suceso como este «se vive con mucha dificultad». «Mi primer pensamiento al acostarme y al levantarme es él. Se aprende a hacer cosas, a hacerte fuerte y contar con tu familia, con mi hija, y mantenerme activa. No lo llamo días malos, tengo momentos. Mi hijo Marco era un niño con una mirada superlimpia, sosegado, arrollador, con una sonrisa que era el brillo del sol. Un niño estupendo».

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Como ella, los familiares de casi dos centenares de personas han experimentado esa desolación en el último año en Castilla y León, y muchos otros viven con la intranquilidad que genera saber que un ser querido atraviesa momentos complicados con el suicidio en mente. A este último grupo de personas, Ángel Lozano, gerente de la Federación de Salud Mental de Castilla y León, le reitera lo mismo que ya enfatiza Melissa, que «pedir apoyo profesional es fundamental», y también le recuerda que «pueden acudir a las entidades que acogen y orientan a las familias y ponen en contacto a unas personas con otras que también pasan por algo parecido».

Factores precipitantes y señales de alerta

«Estamos convencidos de que se puede prevenir», asevera Lozano, consciente de que no es tarea fácil y que eso pasa por actuar en varios frentes: «Seguimos viendo que es uno de los problemas de salud pública más importantes que hay en España y en Castilla y León, y hay que promover y concienciar sobre esta realidad».

Desde Salud Mental CyL exponen que el suicidio es «multicausal» y «existen muchos factores de riesgo, precipitantes y señales de alerta». «Todos confluyen con las conductas autolesivas, si bien es cierto que el suicidio no es una enfermedad en sí, los trastornos de salud mental son un factor de riesgo, especialmente la depresión. Con ella el riesgo es hasta 20 veces mayor respecto a la población general», informa Lozano, que apunta a una gran variedad de desencadenantes: «Afectan muchas cosas y cada persona es un mundo; padecer una enfermedad física, situaciones extremas relacionadas con el trabajo, problemas económicos, eventos vitales estresantes como pérdidas, duelos, situaciones de maltrato o abuso sexual, acoso entre iguales...»

Y la paradoja clave se da en que, en palabras de Ángel Lozano, quien se suicida en realidad «no quiere morir, sino dejar de sufrir». «El suicidio es resultado de un sufrimiento extremo de una persona que no ve otra salida, pero la hay, sí que la hay», subraya y, por si le presta atención cualquiera que se encuentre en esa encrucijada, repite: «Hay salidas y la principal es la de recurrir al apoyo profesional, psicólogos, psiquiatras, el médico de cabecera, las asociaciones... Y la salida más inmediata pasa por hablar con las personas más allegadas de confianza y revelarles por lo que se está atravesando».

El suicidio en los jóvenes

La alta incidencia de los suicidios entre adolescentes y veinteañeros arroja datos difíciles de encarar. Once de las 194 muertes autolíticas que recoge el INE en su estadística provisional, publicada el 26 de junio de este año y relativa al anterior, corresponden a la franja de edad de entre 15 y 29 años.

Lozano recuerda que «el impacto que tiene en el entorno es mucho mayor» que la tasa o la cifra absoluta debido a todas las personas que se ven afectadas por una decisión de estas dimensiones. «No sólo la familia, también los amigos, la pareja y las personas cercanas».

La crudeza y la frialdad de la estadística, además de esconder el drama infinito de cada una de esas personas y de los suyos, deja en evidencia que no siempre se está preparado para gestionar determinadas situaciones. De ahí que desde la Federación de Salud Mental de Castilla y León incidan en la importancia de abordar estos asuntos desde la infancia a través de la educación: «Igual que hay asignaturas de seguridad vial, sexual o medioambiental sería muy necesario que la hubiera de salud mental». «Hay que dar herramientas y cuidar la salud emocional porque hay situaciones en la vida que a veces nos desbordan y no siempre tenemos las herramientas a nivel cognitivo para manejarlas, no sabemos cómo enfrentarlas, pero hay que sensibilizar a la población joven de que hay situaciones por las que hay que pasar, frente a la realidad que, por ejemplo, venden las redes sociales de un mundo idílico de alegría que es irreal», defiende el gerente de la Federación.

La alta demora para el psicólogo o el psiquiatra

Y para que la red de apoyo funcione, tiene que haber recursos y esa es una reivindicación histórica y recurrente que sigue vigente, entre otras razones, por las largas listas de espera (de varios meses) para acceder a las consultas del psicólogo o de un psiquiatra. «Debe haber profesionales y recursos suficientes y no siempre es así. No puede ser que un paciente tenga que esperar seis meses o más para una consulta del psicólogo o de Psiquiatría y quien se lo pueda permitir económicamente lo tenga que resolver por lo privado».

Lozano reconoce que «las autoridades sanitarias han tomado conciencia», pero pide ir más allá de «las intenciones». «Desde el punto de vista preventivo hay que atender de una manera adecuada, e insistimos en la importancia de incorporar la atención psicológica dentro de la Atención Primaria».

En este factor incide también Jenny, una paciente de 42 años que ha ingresado en varias ocasiones tras varias tentativas. «La primera vez no hubo una fuerza mayor, simplemente me sentía muy mal y sola y me atiborré a medicamentos. Fue mi primer ingreso y luego hubo muchos más, me diagnosticaron de depresión mayor», relata. Explica que en su país de origen, Colombia, le ayudaron «a comprender los síntomas». Al venir a España las crisis se acentuaron: «Estaba completamente ahogada y no veía cómo seguir, busqué en internet y di con Feafes (Asociación de Salud Mental Palencia) y me encuentro mejor. Las crisis vienen, pero en los momentos álgidos, cuando los pensamientos suicidas son más estructurados y empiezo a maquinar cómo quitarme la vida, sé que tengo que pedir ayuda».

Jenny es madre de tres hijos y reconoce que «no es la única» que sufre por lo que le sucede. Apunta, además, que «muchas veces está hasta más afectada la familia que uno mismo porque el que cuida sufre mucho», opina. También ella resalta la importancia de recurrir al profesional sanitario. «La sanidad es lo más importante. Y al resto de personas les diría que no juzgaran, que acompañaran y que no digan frases como ‘tú puedes’, ‘tú eres echada para adelante’ o ‘tú eres fuerte’ porque eso sólo molesta».

9.171 personas se han quitado la vida desde 1980 en Castilla y  León. El número de teléfono 024 es la línea de atención a la conducta suicida del Ministerio.

Los suicidios van por género: ellos se quitan la vida tres veces más que ellas

Las estadísticas no hablan del sufrimiento que acarrean los suicidios o las tentativas, pero sí reflejan varias realidades que dan información. Los suicidios provocan una cifra escalofriante de muertes que, según recoge el INE, sí hace distinción de género. Y siempre ha sido así. Ya en 1980, el primer año de la serie que registra el Instituto Nacional de Estadística, el 78% de los suicidios registrados en Castilla y León fueron llevados a cabo por hombres, 96 de los 123 que hubo entonces. En 2022 ese porcentaje se mantuvo similar, 74% (179 de 242 defunciones por esta causa) y el pasado ejercicio, con datos aún provisionales, fue un 72% (139 de 194).

«El género influye. Las mujeres lo intentan tres veces más que los hombres, pero ellos lo consuman tres veces más que ellas», expone Ángel Lozano, gerente de la Federación de Salud Mental de Castilla y León.

«Hay que atender a quienes han intentado suicidarse y han sobrevivido, pero también a las personas allegadas de quien se ha suicidado. Ofrecer apoyo en las crisis suicidas y proporcionar estrategias de apoyo emocional», subraya Lozano.

Desde esta entidad han iniciado, con el apoyo de la Fundación Mutua Madrileña, un proyecto para «analizar la situación en torno al suicidio dentro del movimiento asociativo» bajo el título ‘Segundas oportunidades’, con la prevención como uno de los puntos fundamentales. Algo así como conocer la problemática a fondo para encontrar soluciones, una especie de estudio de situación que pasa, entre otros aspectos, por analizar los datos autonómicos frente a los nacionales, la formación del personal y promover la detección temprana conociendo señales de alerta y de riesgo. «Es importante la transversalidad en la prevención, involucrando a todos los equipos técnicos del movimiento asociativo. La capacitación de profesionales y el seguimiento y apoyo personalizado a personas en riesgo [...] son esenciales para mejorar nuestra red de apoyo y la respuesta ante situaciones de crisis», señala la Federación.
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