Diario de Valladolid

Barrio a barrio

La plaza de Valladolid que daba nécora por patata

El epicentro de Las Delicias. La Plaza del Carmen cuenta con un triángulo de la nostalgia: el Rosina, La Bodeguilla y las ‘nécoras’ del señor Pablo en el antiguo bar Embajadores, que en eran unas 'megapatatas' que los vecinos recuerdan con cariño

La plaza de la Virgen del Carmen con el paso a nivel al fondo en la década de los 60

La plaza de la Virgen del Carmen con el paso a nivel al fondo en la década de los 60ARCHIVO MUNICIPAL DE VALLADOLID

Publicado por
Valladolid

Creado:

Actualizado:

«No pidas patatas que no tengo», contestaba Pablo tras una añeja barra muy concurrida. «¿Y eso qué es? Eso, una nécora». Así cuentan hoy los vecinos que descubrían «esa megapatata brava» que hizo famoso a Pablo Tejero en el antiguo bar Embajadores, en pleno centro neurálgico del barrio que poblaron inicialmente ferroviarios: la plaza del Carmen en Las Delicias. «Íbamos todas las semanas a tomar unas ‘nécoras’ y al señor Pablo lo conocía todo el mundo, era muy agradable». Esa pequeña gran delicia de Pablo, la singular ‘nécora’, forma parte de los recuerdos más amables sobre una zona que «siempre ha estado aquí con mucho ajetreo», comentan paseantes sobre la plaza que es para muchos ese kilómetro cero del barrio del que deriva todo lo demás. «Es como el centro de Las Delicias», repiten unos y otros.

Pablo Tejero se jubiló hace años, pero cuando a quienes frecuentan a diario ese rincón de la ciudad les preguntan por la historia del lugar en cada corrillo sale su nombre y su particular tesoro culinario. «Las nécoras de Pablo son patrimonio del barrio», defiende Consuelo, que lleva desde pequeña viviendo en la zona. Igual que mencionan al bar Rosina, que permanece abierto, pero con una nueva generación al mando. «Allí tomábamos buenos mejillones», apuntan.

El tercer vértice del triángulo de la nostalgia de la plaza del Carmen es La Bodeguilla, «uno de toda la vida, desde el 76», que desde hace siete años se ha transformado en Bodega Delicia. Lo regenta Luis Ángel y explica que antaño, antes de que él tomara las riendas por jubilación de los anteriores dueños, «vendían vino a granel y era un bar mítico del barrio». «Nos quedamos con la esencia, pero lo hemos remodelado entero, sólo queda la barra», indica Luis Ángel, que señala que «pasa muchísima gente» por él. Y para muestra, la cantidad de negocios hosteleros muy próximos entre sí. «Hay muchísimos bares porque por suerte hay clientela para todos. La mayoría de la clientela es habitual, salvo los fines de semana que viene gente a ver a la familia, y la zona ha cambiado poco, se ve a gente de más nacionalidades, y lo demás, parecido».

La terraza de su bar se apoya sobre adoquines nuevos por donde antaño sí pasaban coches. «Por los dos lados circulaba el tráfico», señala Patrocinio, sentado en uno de los múltiples bancos de piedra blancos que pueblan la zona peatonal de la plaza. Al levantarse Patrocinio, de «92 años y medio», se ven los cartones que ha llevado de casa para acolchar su asiento.

La escena se repite en toda la plaza y con distintos grupos. La reclamación es unánime en el vecindario aunque no se conozcan entre sí. «Necesitamos bancos de madera y con respaldo para la gente mayor. Estos son muy fríos en invierno y muy calurosos en verano. La piedra es muy incómoda y pasamos mucho tiempo aquí porque con la sombra se está a gusto charlando», protestan Patrocinio, Alejandro, Miguel y María Henar. «La carretera pasaba por aquí en medio. Ahora está mejor porque hay terrazas, pero también espacio para pasear y para sentarnos», exponen a pocos metros del kiosco y el puesto de la ONCE. «Veníamos a por agua a la fuente que ahora ya no está, dicen que bajaba de las arcas reales, y nos acercábamos a recogerla», relatan.

En la tertulia de dos pasos a la izquierda de ellos participan Marisol, Petra, Cenobia y Socorro. Inciden en lo mismo, en «los bancos» y en las nécoras. «Nos quedamos heladas. Venimos muchos días a hablar de cosas de la vida nuestra y no es cómodo». «Y a por la nécora ¡anda que no he venido 40 veces con mi marido!», comenta una de ellas.

En otro banco próximo mantienen una charla Delfín y Elías: «Somos del barrio de siempre. La gasolinera lleva toda la vida, igual que la iglesia y el colegio Nuestra Señora del Carmen. Por él ha pasado medio Delicias, nuestros hijos han estudiado allí», indican.

Unos y otros cuenta cómo Las Delicias surgió por la llegada de ferroviarios del mundo rural que se trasladaron a la ciudad para trabajar en los talleres de Renfe. De hecho, supuso el primero barrio en el exterior del cinturón de la ciudad más allá del ferrocarril y los primeros moradores levantaron las viviendas sobre terrenos que no tenían la preceptiva licencia para ello. Al no tratarse de un caso aislado precisamente, tras una pugna con el Consistorio el Ayuntamiento se avino a regularizar la situación y Las Delicias, un barrio tradicionalmente obrero, siguió creciendo hasta convertirse en el más poblado de la ciudad, un título que lleva a medias con Parquesol. Dado que ambos se turnan ese título en el padrón.

En la plaza hay espacio para negocios de distintos estilos. Varias personas hacen cola en la frutería, mientras en la confitería Hermanos Marbán Manuela despacha pasteles a clientas que conoce bien. «Es de mucho paso para ir al centro. Alegre porque siempre hay gente por la calle y estoy muy a gusto en esta ubicación», asevera.

Al otro lado del mostrador, una clienta, Gloria, da cuenta de quien exprime el barrio a tope. «Rosina era el bar de la parada porque paraba el bus delante y se quedaba mucho allí. En esa iglesia me he bautizado, me he casado y mis padres y mis hermanas, también. Todo aquí. He ido al colegio de al lado».

La iglesia que menciona, la de Nuestra Señora del Carmen, ha sido protagonista de varios sucesos. Sufrió dos incendios el mismo año que obligaron a restaurarla. Ocurrieron el 22 de marzo y el 18 de julio de 1936, el día de la sublevación militar, y los dos acusados por el párroco de entonces del último fuego fueron fusilados poco después con sólo el testimonio del religioso como prueba. La parroquia actual fue levantada con la mano de obra de reclusos, dentro del programa Redención de Obras por el Trabajo, habitual durante la dictadura franquista. Volvió a abrir al público en julio de 1942 y siete años más tarde estuvo completamente reconstruida. Las obras estuvieron también empañadas por la muerte de un operario.

En el epicentro del populoso barrio de Las Delicias se toma el pulso a la zona. Por la plaza el pasar de gente es continuo y los corrillos, habituales. En 1879 vivían en Las Delicias 80 familias, según recoge la Red Delicias en su página web, y hoy ya son casi 26.000 personas las tienen en la plaza del Carmen un pequeño centro de su núcleo más próximo.

tracking