Camino de Madrid de la Ruta Jacobea
Veinte años de parada obligada en el Camino de Santiago a su paso por Valladolid
El albergue de Puente Duero suma casi once mil peregrinos desde que se inauguró en 2005 con un ascenso que no para de crecer: de los 150 anuales del inicio, a los 864 del año pasado / La mujeres se imponen a los varones como usuarias del hospedaje y muchas son extranjeras
El camino se hace al andar. Que se lo digan al albergue de peregrinos de Puente Duero que cumple este año sus 20 años de vida y que ha visto pasar de los 150 hospedados en 2005 a los 864 del año pasado. La parada del barrio de la capital vallisoletana ha pasado de ser necesaria a obligada para los peregrinos del llamado Camino de Madrid, por los encantos que ofrece el doble atractivo de la sombra del pinar y del frescor del río.
En total, 10.715 credenciales concedidas hasta 2023 (más las que han sellado este año) por la Asociación Jacobea Vallisoletana (AJOVA) –gestora del refugio, que es de titularidad municipal– una referencia que, sin ser exacta, ya que habrá andarines que han seguido camino sin sellar la cartilla, sí es un dato contrastado de la pujanza de esta coqueta cabaña canadiense del camino de Aniago de Puente Duero, que abre todos los días del año (en temporada baja, previo aviso) y ofrece ocho camas en total en dos dormitorios compartidos a cambio de la voluntad.
La decisión de contar con el alojamiento jacobeo en Puente Duero no fue fruto de la casualidad, pero casi. Como se recordará, la ruta madrileña tenía a comienzos del siglo XXI etapas con parada en Tres Cantos, Manzanares el Real, Cercedilla, Segovia, Santa María Real de Nieva, Coca y Alcazarén (la primera de la provincia Valladolid). Luego seguía hasta Ciguñuela. Era demasiada distancia: 37 kilómetros en lugar de los 25 de media.
Por ello, el 28 de julio de 2005 se inauguró en Puente Duero un albergue de peregrinos para dar solaz a las fatigadas piernas de los caminantes. De esta forma, encontraban menos penoso llegar a Ciguñuela y proseguir así con brío a Peñaflor de Hornija, Medina de Rioseco, Cuenca de Campos, Santervás (última parada de Valladolid) y Sahagún donde entronca con la ‘autovía’ de peregrinos del Camino Francés.
Este albergue está gestionado por la AJOVA, nacida en 2004 y cuya función principal es promover y favorecer la ayuda de los peregrinos a Santiago de Compostela y revitalizar y conservar las rutas jacobeas, especialmente en la provincia de Valladolid, fomentando la participación con actividades encaminadas a la difusión, conocimiento y participación del espíritu jacobeo. En el albergue de Puente Duero se facilita «la credencial», pasaporte obligatorio para realizar el camino.
Hace poco más de dos meses AJOVA (200 socios) celebró elecciones para renovar la presidencia. Su nuevo responsable, Rogelio Sanz Castrillo, explicó que uno de los frentes de su mandato va a ser «estrechar lazos» con otras asociaciones, sin olvidar que ya han están trabajando con la DGT para mejorar la señalética del camino en el recorrido vallisoletano.
Este miércoles 5 de junio realizarán en el albergue un acto de conmemoración de los 20 años del albergue y de la asociación al que asistirán autoridades municipales. Lo harán inmersos en plena temporada de llegada notable de peregrinos, que suele despertar en mayo. En el momento de realizar este reportaje, se encontraba alojada una peregrina húngara, Kitti Czor, de 33 años. Como los designios de Dios son inexcrutables, está haciendo el Camino al revés, ya que empezó en Sahagún y su destino es Madrid.
Hospitalero carabinero
Que esta alojada sea una mujer no es casualidad. En los registros de los centros turísticos se constató en 2023 que 292 fueron mujeres, frente a 278 varones. Del mismo modo que el 40,2% de los varones y mujeres asesorados tenía más de 50 años, y el 92,7% hacían el camino a pie, y el 7,3% en bicicleta.
Tampoco es extraño que el caminante sea extranjero. De hecho, lo son con alta frecuencia los peregrinos y los hospitaleros, los voluntarios que, en rotaciones de 15 días, atienden el albergue para recibirles, que elijan la cama, darles el desayuno y limpiar la cabaña tras su marcha. Ahora es el turno de Pablo Aldazábal, de Eibar (Guipúzcoa). «¿Por qué hago esto de forma altruista? Para devolver al Camino lo que el Camino me dio», responde de forma solemne. En este año han sido predecesores, entre otros, un alemán, y un italiano. Era un carabinero siciliano, de nombre Domenico Grizzo, y no hablaba palabra de español, pero su gestualidad le llevaba a hilvanar tertulias interminables.