Diario de Valladolid

Atención psicológica en cuidados paliativos

Álvaro y su batallón vallisoletano del consuelo

Cumple un año en el Hospital Clínico el 'programa de atención integral para personas con enfermedades avanzadas' de La Caixa por el que un psicólogo atiende a pacientes de Paliativos y a su familia / Un grupo de voluntarios además acompaña

El psicólogo Álvaro Vicente, frente a la fachada del Hospital Clínico de Valladolid

El psicólogo Álvaro Vicente, frente a la fachada del Hospital Clínico de ValladolidPHOTOGENIC

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Valladolid

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Ese dicho de que si ‘la montaña no va a Mahoma...’ El vallisoletano Javier (nombre ficticio) está gravemente enfermo, no puede moverse con facilidad y no ha podido cumplir un último sueño: es un fanático de la historia y la geografía y le apasionaría descubrir Mérida y su teatro romano, pero no se ve con fuerzas de poder desplazarse desde Valladolid ni con ayuda. Lo atienden en Cuidados Paliativos del Hospital Clínico de Valladolid, que desde hace un año da un servicio adicional, el que ofrecen Álvaro Vicente (psicólogo) y su pequeño gran batallón de voluntarios gracias al ‘Programa de atención integral a las personas con enfermedades avanzadas’ de la Fundación La Caixa, de quien depende este psicólogo zamorano desplazado a Valladolid para esta misión.

Él proporciona a domicilio «atención a los aspectos emocionales, sociales y espirituales a personas en situación de final de vida». Trata de «resolver las necesidades que puedan surgir a pacientes de Cuidados Paliativos, atender su malestar emocional y cuidar de la vida hasta el último instante».

En el caso de Javier, como no puede moverse a otra ciudad, esa urbe vendrá a él en forma de cariñoso regalo ideado por Álvaro y su equipo. Contactó con la asociación Ambulancia del deseo para llevarle hasta allí, pero finalmente Javier no lo veía factible. «Vamos a organizarle con la realidad virtual una reconstrucción del teatro de Mérida y de toda la ciudad para que sienta por un rato que está allí», comenta este psicólogo zamorano.

El programa cumple un año en el Hospital Clínico de Valladolid, gracias a una colaboración de La Caixa con Sacyl. Funciona además en otros centros hospitalarios del país (hay 65 equipos de atención psicosocial en España), como el Río Hortega «donde lleva cinco años en marcha».

En el Clínico, en lo que va de año, Álvaro ha atendido a 52 pacientes nuevos, ha hecho el seguimiento de 130, y a 90 familiares nuevos más el seguimiento de 194. Si se suma la actividad de ambos hospitales vallisoletanos las cifras se duplican.

El punto central y de partida de este programa de atención es el servicio de Paliativos. «En mi caso, los dos equipos de Paliativos del Clínico, formado cada uno por una médica y una enfermera, examinan al paciente y a su familia y ven sus necesidades. Si detectan que es apropiado esta atención psicológica, contacto con ellos y me desplazo a su domicilio», expone Álvaro, que se cita con usuarios y sus familias con una periodicidad que depende de la gravedad del paciente. «Ya se encuentran en Paliativos, donde se llega porque los tratamientos anteriores ya no dan resultado y desde ahí se trata de mantener los síntomas y mejorar su calidad de vida», apunta.

Su trabajo consiste en ejercer de lo suyo, de psicólogo, en un momento de la vida delicado: «Al paciente le ayudo a aceptar la enfermedad, a mejorar cómo afrontarla. Trabajamos con sus últimas voluntades, creencias, el legado que quieren dejar... Venimos de un modelo muy médico y desde aquí buscamos atender otros aspectos más emocionales».

Además de atender al propio paciente, asiste a las familias durante la enfermedad y también cuando el usuario fallece. «Tenemos otra vertiente que es la del duelo. Acompañamos a los familiares y hacemos un seguimiento porque presentan factores de riesgo que nos lleva a pensar que van a pasar un duelo complicado, con problemas de adaptación a la muerte».

En lo que va de 2024, desde el Clínico de Valladolid ha atendido a 30 personas por el duelo y ha hecho seguimiento de 87, que veían del pasado año. Y es que Álvaro Vicente pone de relieve que «vivimos en una sociedad que no nos enseña a enfrentarnos a una etapa fundamental que es la muerte y con este programa intentamos darle esa normalidad que a veces cuesta».

Raquel es una de esas familiares que han perdido a un ser querido y a las que Álvaro ha prestado, y presta, su atención. Su padre Eustasio, conocido por ‘Tasio’ por quienes le frecuentaban, enfermó «casi de repente» y con 78 años le diagnosticaron un cáncer de pulmón. «Le dieron semanas o meses y fue un golpe muy duro», comenta Raquel. Cuenta que ‘Tasio’ al principio «era reacio a que Álvaro lo visitara porque no quería que le vieran así ni que lo compadecieran».

Sin embargo, insistió en la aproximación. «Al final estaba encantado con él. Le sentó muy bien que una persona a la que veía como un médico que no le daba medicina le escuchara, le ayudara a pasar por distintos momentos y le hiciera ver las cosas un poquito mejor». Falleció en marzo.

También a su madre y a ella las atendió. «Nos iba preparando para lo que venía. Nos preguntaba que a qué teníamos miedo y si habíamos dicho todo el amor que sentíamos hacia él, y por suerte eso ya lo habíamos hecho», relata sobre una experiencia muy complicada en la que contar con este tipo de apoyo facilitaba las cosas, igual que el trabajo de Silvia y Celia, médica y enfermera de Paliativos que trataron a su padre. «Me sirvió entender que lo que siento por su pérdida, que me parece un mundo, son las típicas cosas que se sienten».

Álvaro destaca que la acogida en este primer año de funcionamiento ha sido positiva. «Que un psicólogo vaya a casa no es nada habitual, y tanto pacientes como familiares han recibido este programa muy bien. Al principio había algunos reticentes porque todavía a veces un psicólogo produce rechazo, decían eso de ‘no me hace falta, no estoy loco’». Hasta que comprenden que la atención psicológica no tiene nada que ver con la locura, sino con el bienestar.

Los efectos de la intervención de este psicólogo son paulatinos. «Trabajamos poco a poco porque son aspectos muy sensibles y privados», apunta. Se desplazan a zonas rurales y urbanas y el papel de los voluntarios que cubre otras necesidades también resulta fundamental. Cinco personas, un estudiante, tres jubilados y un profesor en activo, son los voluntarios actuales de este programa de La Caixa por el que han pasado más y que está abierto a nuevas incorporaciones. Cuentan también con la colaboración del Banco de voluntarios de Valladolid, que ‘presta’ de vez en cuando a algunos de sus miembros para cubrir demandas. «No hace falta tener un perfil profesional específico para esto, sólo ganas de ayudar», resalta Álvaro, que recuerda que cualquier interesado en prestar su tiempo y su buena voluntad debe contactar con los servicios de Paliativos, en su caso del Clínico de Valladolid.

La labor de este batallón del consuelo es variada aunque, en realidad, siempre responde a lo mismo: hacer sentir mejor a los demás, a quien lo necesita. Combaten la soledad no deseada, los obstáculos físicos que a veces impiden disfrutar de infinidad de cosas, hacen compañía, escuchan, juegan... Mejoran la vida de esos pacientes que no están pasando precisamente por un buen momento.

Si la necesidad de Javier era conocer la distante Mérida y para ello se necesitará de tecnología, otro caso nos recuerda que algo en apariencia sencillo es igual de complejo. Como el hombre ingresado junto a su mujer en una residencia de un pueblo cercano a la capital vallisoletana. Él necesita una silla de ruedas para desplazarse y ella no puede empujarla por determinados caminos del entorno de la residencia. Aquí entra en juego un voluntario que acude un par de horas de vez en cuando para empujar esa silla, dar un paseo por el río y echar una timba de cartas que convierten el día de ese paciente en una jornada más luminosa, entretenida y diferente.

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