TRIBUNALES
Catorce años y seis meses de cárcel al portero de un bar de Paraíso en Valladolid por violar a una clienta
El TSJCyL ratifica la condena de la Audiencia y prohíbe al hombre acercarse a la víctima durante 26 años junto a una indemnización de 12.000 euros por daños morales
El Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León ha ratificado la condena de catorce años y medio de cárcel para el portero de un bar de Valladolid que el 26 de diciembre de 2021 violó a una clienta tanto en los servicios del local como luego fuera en el trayecto de la víctima a su domicilio.
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En su sentencia, la Sala de lo Civil y Penal del TSJCyL, con sede en Burgos, desestima el recurso interpuesto por el condenado y confirma en todos sus términos el fallo anterior condenatorio dictado en octubre de 2023 por la Audiencia de Valladolid, según la información de Gabinete de Prensa del Alto Tribunal castellanoleonés recogida por Europa Press.
Dicha sentencia impuso al citado individuo una condena global de catorce años y medio de prisión por sendos delitos de agresión sexual, el más grave de ellos con penetración, junto con la inhabilitación para cualquier profesión u oficio que conlleve contacto regular y directo con menores o personas con discapacidad por espacio de veinticinco años y la prohibición de comunicar o aproximarse a la víctima durante veintiséis años, junto con la obligación de indemnizarla en la cantidad de 12.000 euros por daños morales.
Los hechos se remontan a la madrugada del 26 de diciembre, cuando la víctima acudió al bar con su prima y varias amigas y sobre las 04.30 horas el establecimiento cerró al público, quedando en el interior los trabajadores y algunos clientes, entre ellos la aludida, a la que se acercó el condenado y empezaron ambos a hablar.
Los dos se gustaron y decidieron entrar a los servicios y de inmediato empezaron a acariciarse y a besarse y a continuación la víctima, de forma consentida, le hizo una felación.
El condenado, que seguía muy excitado, quería continuar la relación sexual y siguió tocando a la joven, quién en principio estuvo conforme hasta el punto de permitirle que la metiera los dedos en la vagina mientras él se masturbaba, pero al hacerlo bruscamente ella sintió dolor y le dijo que parase ya que no quería continuar y quería irse.
La sentencia, ahora ratificada, considera probado que el portero, a pesar de conocer la firme oposición de ella, con ánimo de satisfacer sus deseos libidinosos, siguió tocándola con la mano por encima de la ropa los pechos y el exterior de los genitales por encima de la ropa y como fuera que la joven insistía en salir de los servicios, él se apostó contra la puerta para impedirlo, permaneciendo así hasta que la joven le dijo que no iba a contar a nadie lo sucedido y que, si no salía de allí, iba a gritar.
La mujer logró salir a la calle y allí se encontró con su prima, quien viendo que estaba llorando, le preguntó el motivo pero sin obtener respuesta.
Poco después, salió el condenado y con el pretexto de pedir perdón, se acercó a la joven y de nuevo intentó abrazarla, lo que la asustó aun más pues desconfiaba de su verdaderas intenciones, y no queriendo saber nada de él decidió regresar sola a su domicilio, sin esperar a su prima.
En el camino desde el bar a su domicilio, la mujer tuvo que recorrer varias calles, a esas horas sin apenas transeúntes, y fue seguida por el condenado, quien al llegar a la altura de la Facultad de Filosofía y Letras, en una zona ajardinada con árboles y rodeada de un muro de ladrillo de poca altura, se la acercó, la abrazó con fuerza y la empujó, provocando que cayeran al césped por su parte interior del muro.
La joven intentó levantarse pero el portero lo impidió sujetándola las manos con fuerza contra el suelo y agarrándola del pelo, la golpeó la cabeza tres veces, con fuerza, contra el muro, con lo que ella quedó aturdida, y es a partir de ese momento cuando él empezó a tocarle los pechos y genitales, a besarla y morderla el cuello.
La víctima seguía aterrorizada, escuchaba el ruido de vehículos circulando por las inmediaciones y, con la intención de salir corriendo y pedir ayuda y de que su agresor se confiara, pidió que fuera despacio, que la dejara quitarse las medias y las botas para quedarse en bragas, con lo que el condenado aprovechó para bajarse el pantalón y los calzoncillos.
Como fuera que en las proximidades pasaba un vehículo de seguridad haciendo la ronda por las facultades, el violador advirtió a la joven que estuviera en silencio o la mataba y, seguidamente, la quitó las bragas y trató de penetrarla vaginalmente sin conseguirlo por falta de lubricación, y para estimularla la realizó sexo oral, intentando penetrarla por segunda vez y, al no conseguirlo, la dio la vuelta, la puso boca abajo y la penetró analmente en repetidas ocasiones.
Finalmente, la joven logró salir corriendo pero al ir descalza resbaló y cayó al suelo, lo que aprovechó el procesado para cogerla por los hombros, arrastrarla hasta una zona más aislada y, advirtiéndola que si volvía a intentarlo la mataba, la lanzó contra un árbol para atemorizarla aún más de lo que estaba, no llegando a impactar su cabeza contra el mismo al extender la víctima los brazos evitando el golpe.
La víctima consiguió finalmente desembarazarse de su agresor al engañar a éste tras advertirle de su necesidad de orinar. El acusado, confiado, la soltó y ella salió corriendo al encuentro de un vehículo de una empresa de seguridad, cuyo conductor llamó inmediatamente a la policía y facilitó las características físicas y vestimenta del procesado.
Poco después, una patrulla de la Policía Nacional que había sido alertada por la llamada del vigilante se presentó en dicho lugar y al ver sus integrantes un individuo cuyas características coincidían con las descritas por la víctima, le interceptaron y procedieron a trasladarle a las dependencias policiales.