Diario de Valladolid

8-M | DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER

Las primeras de Valladolid: de Fasa Renault, Auvasa, el taxi...

Nadie antes que Isabel tomó el mando de un taxi en la ciudad, y cuando Nuria entró en Auvasa a algunos no les gustaba que condujera una mujer / En Fasa a Blanca le decían que por su culpa "crecía el paro"

Nuria Alonso, una de las primeras conductoras de Auvasa. PHOTOGENIC

Nuria Alonso, una de las primeras conductoras de Auvasa. PHOTOGENIC

Publicado por
Alicia Calvo
Valladolid

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Hubo quien dejó pasar un autobús para que no le llevara Nuria , quien le preguntó a Blanca qué hacía quitándole el puesto de trabajo a un caballero en plena ebullición de Fasa-Renault y quien consideraba a Isabel una intrusa en el gremio del taxi. Pero también hubo quien las vio por sus méritos y no por sólo su género. La mayoría de los vallisoletanos no conocen su nombre, pero hicieron historia. Isabel, Nuria y Blanca son de esas mujeres que han abierto camino en la provincia vallisoletana a otras ; que desentonaron donde antes sólo se veía a hombres para con su trabajo terminar entonando y, cada una a su modo, fueron haciendo su propio camino que más tarde siguieron muchas más. 

Hay un componente común de asombro ajeno en las trayectorias de estas tres mujeres vallisoletanas que comparten sus vivencias con este diario con motivo del Día Internacional de la Mujer. Sorpresa mayúscula se llevaron quienes de repente se topaban con ellas al volante de un taxi, de un autobús o currando en producción en la planta de Fasa-Renault, cuando la compañía francesa se llamaba así. 

"Algunos taxistas me veían como una intrusa" 

Recién inaugurados los años 90, ninguna fémina conducía esos vehículos que indicaban si estaban libres y ocupados con un sistema de colores verde y rojo que aún se mantiene. Atrás habían dejado el color negro, lucían blancos con una franja morada y el taxista era un taxista, no una taxista. Hasta que llegó ella. Isabel Repiso, nacida en Valladolid hace 70 años, no tuvo reparo en sumarse al negocio familiar y sacarse el permiso para manejar un taxi. De 1990 data la primera licencia municipal de Valladolid para este tipo de servicio público: la suya, la de la vallisoletana Isabel Repiso. 

Aquejada ahora de una salud delicada, recuerda con lucidez cómo fueron sus inusuales principios. Tenía 36 años, su marido se dedicaba a ello e Isabel pensó ‘¿Por qué yo no?’ Y allá que fue . «Mi marido era taxista y pensé que yo también podía serlo», cuenta. Aunque por lo general se encontró un buen recibimiento, hubo también quien expresó su recelo por su debut en ese trabajo: « Los amigos taxistas de mi marido me ayudaron, pero otros, no, porque me consideraban una intrusa », reconoce, aunque prefiere quedarse con la acogida de la clientela. 

Isabel Repiso, la primera taxista de Valladolid, en una foto cedida por la familia.

Isabel Repiso, la primera taxista de Valladolid, en una foto cedida por la familia.

«Casi todo el mundo se sorprendía de ver una mujer taxista y ningún cliente se bajo del taxi, al contrario, les parecía fenomenal y me animaban». Es más, Isabel asegura que «muchos usuarios decían ‘qué bien de ver una mujer taxista’». En casa había consenso: «Mi familia siempre ha estado contenta de que fuera taxista». Uno de sus tres hijos, Jorge, r elata cómo sus amigos se sorprendían positivamente: «¡Anda, mira tu madre!», le decían. También recuerda cómo su padre, que ya falleció, «estaba orgulloso de ella». «Y nosotros también. Es la mejor», presume. 

Isabel subraya que le ha gustado dedicarse a una profesión a la que se entregó de día, siempre de día, porque su esposo salía con el taxi por la noche y se turnaban . Así fue durante 27  años hasta que lo tuvo que dejar  «por enfermedad». «Me encanta conducir y el trato con las personas», indica.

Aunque asegura que no se considera «un ejemplo», a la vez sí reconoce que dio paso al resto. «Sólo ejercí mi derecho a ser taxista y claro que abrí camino a otras que vinieron después» .

Si su mejor recuerdo fue «el primer día», con la emoción y los nervios del estreno, el más oscuro fue aquella jornada en la que vivió eso que tanto temía, un siniestro vial: «Un accidente de trafico que sufrí trabajando y que aún recuerdo». Echando la vista atrás, es consciente de cuánto esa sociedad penalizaba a la mujer en multitud de ámbitos. «Sí sufrí algo de machismo por parte de algunos taxistas, pero por suerte la sociedad ha avanzado» , concluye.

"Compañeros de FASA decían que quitábamos el empleo a sus hijos"

Sobre el avance habla también Blanca Martínez , una trabajadora de la entonces Fasa-Renault , que entró a la vez que otras mujeres cuando apenas había «un puñado» de féminas en las líneas de producción de las plantas de la compañía francesa en las instalaciones de la provincia vallisoletana. Aunque precisa que todavía existen comportamientos que denotan un machismo aún no escindido, «sobre todo en lo referente a ascensos», sí reconoce un cambio abismal entre sus compañeros de fábrica. 

Recapitulando los últimos 24 años, vuelve a aquel primer día de trabajo en 1999, con apenas 22 años, cuando le dieron «unos guantes enormes con los que era incómodo trabajar» y recibió infinidad de miradas, en gran medida de desaprobación. «La mayoría de compañeros eran hombres mayores y había de todo. Alguna gente me trataba como si fuera su hija, pero muchos veían fatal que entráramos a trabajar allí y nos lo hacían saber. Me decían que el paro crecía por nuestra culpa y que les quitábamos el puesto a sus hijos », comenta sobre la tónica general de entonces. «Me culpaban porque no habían cogido a su hijo, pero yo me concentraba en que tenía un trabajo que me garantizaba un salario y un horario y, aunque a veces me afectaba, pensaba ‘me ha tocado el tonto’, si no le gusta peor para él. Iba con mogollón de ilusión a demostrar que podía hacer el trabajo sin ningún problema». 

Pero no quedaba ahí la indignación de algunos y con descaro y mal gusto se asomaban a ver a Blanca y a otras compañeras y allí se plantaban a mirar como quien mira una obra. «Venían y se quedaban mirando a ver cómo trabaja, como si fuera un mono de feria. Era muy raro. Éramos la novedad. Tenía que decírselo al jefe y al momento les echaba. Era mi primer trabajo y para ellos era novedoso porque había alguna chica, pero en línea, poquitas», relata sobre uno de esos episodios incómodos que le ponían «supernerviosa»

Cuando escogieron el currículum de Blanca ella ya había estudiado FP de máquinas y herramientas. «Creo que nos empezaron a coger porque CGT había denunciado judicialmente [en 1992] que no se contrataba a mujeres y empezaron a hacerlo, y demostramos que valíamos igual que ellos», explica quien ahora tiene 46 años y trabaja en la planta de Motores de Horse (la nueva empresa surgida de la alianza entre Renault y el gigante chino Geely ).

«También me decían ‘cuando seas mayor y tengas hijos tendrás que dejar de trabajar. Te puedes hacer daño’. Me trataban como si no supiera y sí sabía, era gente mayor». Y pasó el tiempo y colocó a alguno en su lugar: « Poco a poco fueron entrando las hijas de muchos de los que me decían esas cosas y entonces al ver que también se colocaban los miembros de su familia iba pareciéndoles mejor». El relevo generacional también ayudó a la normalización: « Empezaron a tolerarnos. Mucha gente mayor se iba jubilando y entraba gente más joven con otra mentalidad. Una persona de mi edad nunca me ha dicho nada parecido a que le quito el trabajo a nadie, y ahora con los compañeros la relación es totalmente entre iguales », expone sobre una evolución evidente, aunque no en todos los aspectos. «Al principio teníamos que demostrar que nos merecíamos estar allí y nos miraban con lupa. Poco a poco te iban conociendo, viendo que trabajabas bien y te trataban con más cuidado y respeto. Luego ya más normal, aunque siguen siendo muchos más hombres, pero todavía hay machismo a la hora de ascender. Mis compañeras y yo tenemos ahí un pequeño techo de cristal», opina.  

Desde su desembarco, Fasa supuso un balón de oxígeno para Valladolid . «Era una institución», a punta Blanca. No recuerda bien su primer modelo, pero cree que lo primero fue «montar el brazo de dirección del Clio , del Megane  o de los dos porque se montaba para Palencia y Valladolid». 

"Algunos esperaban al siguiente bus al ver que conducía una mujer"

Otra vallisoletana que sabe qué es eso de ser objeto de mirada de desaprobación es Nuria Alonso, una de las primeras conductoras de autobús de Valladolid . «Fui la primera de Linecar en la provincia y como la cuarta aproximadamente en Auvasa ya unos años después», señala. Con 54 años en la actualidad, tenía 27 cuando se sacó el carné y se puso tras el volante de un autobús de la compañía privada. «Hacía rutas de colegios y más o menos me aceptaban aunque en algunos pueblos te hacían comentarios feos por ser una conductora mujer, pero siempre he sido echada para adelante y no les hacía caso». 

Después de pasar también por Alsa , se presentó a una de las convocatorias de plazas para Auvasa. «Era más cómodo por turnos y horarios y por no estar en carretera y fuera de Valladolid», apunta sobre unos comienzos de los que recuerda algún momento incómodo, como cuando abría la puerta y quien se encontraba delante no la cruzaba . «Había gente que esperaba al siguiente bus para no subir conmigo. Hasta ese punto llegaba. Pero cada uno de es de una forma de ser y si ese no quería, pues peor para él, ahí se quedaba con su desplante. He vivido casos machistas, pero no me han marcado».

Nuria Alonso, la primera conductora de Auvasa. PHOTOGENIC

Nuria Alonso, la primera conductora de Auvasa. PHOTOGENIC

Sus peores viajes eran los nocturnos. «En la primera época del Búho, cuando no había cámaras, te veían como si no tuvieras autoridad al ser mujer. Estabas de noche sin cámaras, les decías que por favor no fumaran y a veces se ponían agresivos. Eran chavales de 18 y 19 años», comenta antes de puntualizar que sus compañeros varones también han experimentado situaciones conflictivas: «Algunos han sufrido agresiones, pero ahora hay cámaras y además ya es otra cosa».

Nuria reconoce que todavía son minoría y le gustaría ir dando la vuelta a esa proporción. «Del 2000 al 2012 solo contrataron como a 8 chicas y ahora somos 31 de toda la plantilla que ronda los 289 conductores. Aún falta que se animen muchas más. Si al principio te miraban raro ahora sólo queda alguna persona que lo haga, pero también te felicitan por conducir a veces con más tranquilidad».

Por su propia experiencia, anima «a cualquiera a que intente conseguir el trabajo que desee». «Que nadie se cierre puertas por ser mujer», apunta Nuria, que se planteó en su juventud la profesión de bombera aunque una lesión le impidió siquiera prepararse las «duras pruebas». Resulta que no hay ninguna mujer en el cuerpo de bomberos ni del Ayuntamiento ni de la Diputación de Valladolid.  Ese es uno de esos terrenos en los que hace falta alguna Blanca, Isabel o Nuria. Ellas pusieron el pie en la puerta y por mucho que otros apretaron ya no la pudieron cerrar nunca.

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