El ex ministro y empresario que afianzó el Herreriano

José Lladó Fernández-Urrutia falleció en Madrid anteayer. Su nombre no resultará del todo familiar para el vallisoletano de a pie, pues no pertenece a la galería de los protagonistas de la vida social, política o cultural de la ciudad de las últimas décadas. Sin embargo, su trascendencia en este último ámbito es enorme. El Museo de Arte Contemporáneo Español Patio Herreriano surgió hace más de dos décadas del encuentro de las voluntades del Ayuntamiento de Valladolid y de los responsables de la Asociación Colección Arte Contemporáneo. Se concibió como un modelo de colaboración público-privada, algo tan en auge entonces, que adoptó la forma de Fundación, con personalidad jurídica, órganos de gobierno y estatutos propios. El Ayuntamiento dispuso para sede del museo la joya de la corona del patrimonio inmueble municipal, el llamado ‘Patio Herreriano’ del monasterio de San Benito. La Asociación CAC aportaba una colección de arte contemporáneo español reunida gracias a las contribuciones económicas de un grupo de importantes empresas industriales y financieras españolas. Su propósito era establecer un relato riguroso de la historia del arte contemporáneo español, contando con el asesoramiento de un grupo de expertos de primerísimo nivel en la materia. El reparto de tareas y responsabilidades, tanto en la adquisición de obras, como en la programación de exposiciones, garantizaba la solidez de la propuesta y evitaba posibles injerencias.

Desaparecido tempranamente el impulsor y primer presidente de la Colección, D. Julián Trincado , el relevo recayó sobre José Lladó, otro mecenas industrial de primer nivel, presidente, fundador y accionista de referencia de Técnicas Reunidas empresa creada en la década de los sesenta y que llevó a la primera división de las ingenierías españolas de proyección internacional en el sector energético. Lladó, Doctor en Ciencias Químicas , fue además ministro de Transportes y Comunicaciones y ministro de Comercio en los primeros gobiernos de Adolfo Suárez y, posteriormente, embajador en Estados Unidos (1978-1982). Hombre de perfil humanista, fue patrono de la Fundación Príncipe de Asturias. Coleccionista de arte, fue además el primer presidente del Real Patronato del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (1986-1994).

A José Lladó, junto al resto de los miembros de la Asociación, le debe Valladolid figurar por derecho propio en el mapa del arte contemporáneo nacional. La Colección, después de las dos décadas transcurridas, constituye un patrimonio cultural consolidado de primer orden y así lo reconoció la concesión del Premio Castilla y León de la Conservación del Patrimonio, otorgado en 2008 . Lladó había acuñado un término para definir este propósito de coleccionismo mancomunado describiéndolo como «mecenazgo silencioso», pues no podía identificarse con cualquiera de las formas habituales de patrocinio con propósito de retorno inmediato. 

En 2015 recibió la Gran Cruz de la Orden de Alfonso X el Sabio y estaba en posesión de las Grandes Cruces del Mérito Civil y de Carlos III . En 2013 se le reconoció como Académico de Honor por la Real Academia de La Purísima Concepción de Valladolid. Pero es quizás en el plano personal y en las distancias cortas, en el que me gustaría destacar las virtudes menos conocidas de José Lladó. Era una persona curiosa, que disfrutaba, con su mujer Pilita, Doña Pilar Arburua, viajando por el interior de España, visitando pequeños pueblos de los que conocía pormenorizadamente sus edificios y obras de arte. Un hombre, amante de los detalles, de gustos sencillos, que disfrutaba de la compañía de la gente. Animado conversador, gustaba de desentrañar anécdotas personales de su vida política, incluyendo aspectos relativos a las dificultades de ciertos momentos de la Transición española, período que lideraron hombres como él. Le echaremos de menos. Descanse en Paz.

Por Cristina Fontaneda Berthet | Exdirectora del Museo Patio Herreriano