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BARRIO A BARRIO | CALLES Y PLAZAS

La plaza porticada de Valladolid que ya no tiene comercios

Es el centro neurálgico del barrio de Girón y sus soportales albergaban una variada gama de establecimientos comerciales que atraían al vecindario. Hoy, apenas tres locales permanecen abiertos, dos en los soportales, una muestra del declive del comercio de barrio y de los cambios experimentados en Girón

Vista de la plaza Porticada de Valladolid en 1972 con la Parroquia de San Pío X a la derecha - ARCHIVO MUNICIPAL DE VALLADOLID

Publicado por
Fernando Martín
Valladolid

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Lo primero que llama la atención al poner los pies en la plaza Porticada es el silencio . El estilo es similar al de la plaza Mayor: un soportal que recorre todo el perímetro de la plaza y en el centro una zona de recreo, en este caso ajardinada. Pero para ser el epicentro y el punto de encuentro más importante del barrio de Girón, el movimiento es casi inexistente. Muy poca gente, apenas ruidos y la sensación de estar en la plaza de un pueblo de la España vaciada. Y, sin embargo, la plaza Porticada está en Valladolid.

Un paseo bajo los soportales que rodean esta plaza de planta cuadrada arroja cierta luz sobre el misterio del silencio y el escaso, casi nulo, movimiento: no hay comercios, ni bares. En un país que, según los datos del Instituto Nacional de Estadística, ostentaba en 2020 el récord de bares y restaurantes de todo el mundo, a una media de uno por cada 175 habitantes, resulta chocante que en la plaza Porticada no haya ni uno , aunque llegó a haber dos. El último, el bar Girón , sobrevivió hasta el pasado año . Estaba en la esquina de la plaza con la calle Hogar, pero, como ocurrió con todos los establecimientos que antaño llenaban los soportales, al final echó el cierre. A la puerta del Girón podía verse la típica tertulia de paisanos de un bar de barrio. Pero ya ni eso.

Isabel , la propietaria del local en el que estuvo el bar, recuerda con precisión todos los establecimientos que había en la plaza hasta que empezó el declive en los años 90 del siglo pasado. «Allí estaba la zapatería, allí una tienda de comestibles, una pescadería, una carnicería, una librería, una tienda de muebles, un estanco, una churrería, una tienda de electricidad, un bar», recuerda Isabel al enumerar la lista de locales que estaban abiertos en los soportales y que daban vida a la plaza. Recuerda incluso cuando el autobús urbano llegaba hasta allí.

 No resulta difícil imaginar el trasiego de personas que se cruzaban cada mañana en los soportales mientras realizaban las compras. La mayoría de los locales comerciales del barrio se concentraban en la plaza, de ahí que fuera el punto de encuentro.

Tras el cierre del bar Girón, la hija de Isabel, Lara Sainz , decidió abrir en el mismo sitio un obrador-panadería. De hecho, ya su abuela tuvo una panadería antes de que el local pasara a ser bar, con lo que la apertura del obrador supone continuar con la tradición familiar.   

Una de las peculiaridades de la plaza Porticada, que explica en parte el cierre de los establecimientos, es su modelo constructivo. Los soportales albergan unas cuarenta viviendas con local comercial incluido en la planta baja. Es aquí, en estos locales comerciales, donde abrieron establecimientos de todo tipo para surtir al barrio, pero a finales del siglo xx , a medida que los propietarios de los negocios e inquilinos de las viviendas superiores llegaban a la jubilación, los negocios empezaron a cerrar.

    La Porticada es una plaza peculiar en un barrio curioso, distinto al resto de la ciudad.  Proyectado por el Instituto Nacional de la Vivienda de España durante los años 1950 y 1951  para construir 723 viviendas protegidas, iglesia y centro parroquial, fue inaugurado en el año 1955 y lleva el nombre del ministro  de trabajo durante los primeros años de la dictadura franquista, José Antonio Girón de Velasco, natural de Herrera de Pisuerga, Palencia. En el cambio de nombres que aprobó el Ayuntamiento en 2014 en cumplimiento de la Ley de Memoria Histórica no entró el barrio de Girón, como tampoco el Cuatro de Marzo,  aunque la denominación nunca fue un problema entre los vecinos.

La mayoría de las fachadas de Girón están encaladas en blanco, lo que le da el aspecto más de un pueblo del sur que de un barrio de Valladolid. De vuelta a la plaza, además la nueva panadería son dos los negocios que sobreviven: una peluquería y una tienda de cerámica. 

Celia Benito está al frente de su peluquería desde hace veinte años y asegura que aterrizó en el  barrio «por casualidad» y ya lleva dos décadas. Veinte años ya dan cierta perspectiva de los cambios experimentados y, al echar la vista atrás, Benito recuerda que «antes había mucha más gente joven» y hoy «es un sitio muy tranquilo». 

Como la peluquería, la tienda de cerámica se encuentra a la sombra de la iglesia de San Pío X, el edificio que domina la plaza y el barrio. Allí, en un rincón, abrió su local haca 11 años Laura Castrillo. Buscaba un sitio para montar su taller y encontró un local en los soportales con patio. Era el lugar que necesitaba. «Tener un patio es una maravilla», tanto para su trabajo como para tomar el sol en verano. Puede que a primera vista parezca un lugar escondido, poco adecuado para un taller de cerámica, pero Castrillo lleva ya once años y trabaja, sobre todo, para clientes que ha conseguido a lo largo del tiempo, además de impartir clases de cerámica.

La panadería, la peluquería y el taller de cerámica son los únicos establecimientos abiertos en la plaza principal de Girón. Muy pocos para los que llegó a tener hasta finales del siglo pasado.

Frente a los cambios operados en el entorno, la iglesia de San Pío X se mantiene igual que el año de su consagración, en 1958, hace 65 años. Construida en su totalidad en ladrillo , sus dos torres circulares rematadas en punta dominan la plaza y, como curiosidad, nunca ha tenido campanas. Otra curiosidad más: una de las dos entradas del templo da a la calle de la Fe.

La imagen que da hoy la plaza Porticada dista mucho de la que tuvo en sus buenos tiempos, bulliciosa y animada, como suelen ser las plazas. 

El  giro experimentado en los treinta últimos años tiene que ver también con el cambio operado en el barrio. Lo resume bien Isabel, testigo de la evolución de Girón, cuando afirma que «la población ha cambiado y el que siempre fue un barrio obrero ahora tiene mucha más diversidad».