Diario de Valladolid

García-Castellón, el juez vallisoletano azote de Puigdemont

La etapa de como juez García-Castellón llega a su fin tras publicar el BOE su jubilación / En Instrucción 2 de Valladolid brilló por arrancar la culpabilidad a Valentín Tejero y Pedro Luis Gallego, pero al tiempo levantó controversia por sus métodos poco ortodoxos

El juez Manuel García-Castellón.

El juez Manuel García-Castellón.

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Íñigo Arrúe
Valladolid

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El juez vallisoletano Manuel García-Castellón García-Lomas (Valladolid, 16 de octubre de 1952), el último gran azote de Carles Puigdemont, ya vislumbra la jubilación, como recoge el Boletín Oficial del Estado (BOE). Años y años de una muy importante y mediática etapa judicial en la capital del Pisuerga como juez de instrucción y no con casos menores, ya que fue quien logró las confesiones de Pedro Luis Gallego –el ‘violador del ascensor’– por el asesinato y violación de Leticia Lebrato, y de Juan Manuel Valentín Tejero, asesino de la niña Olga Sangrador en Villalón de Campos

A la edad de 72 años, tras una prórroga de la jubilación de los magistrados de altos tribunales y un último cargo como titular del Juzgado de Instrucción Central número 6 de la Audiencia Nacional (AN), al magistrado que estudió de pequeño en el colegio La Salle de Palencia le liga a la capital de Pisuerga el inicio de los estudios de Derecho en la UVA, carrera que empezó en 1969 y que, por avatares de la vida, terminó en la Universidad de Salamanca en 1974. Se fue a la USAL porque su padre Fernando, funcionario del Ministerio de Agricultura, fue destinado a la capital charra a comienzos de los 70.

Además de la raigambre de la rama materna de los García-Lomas, que fueron dueños de la fábrica de harinas ‘La rosa’ en la calle Puente Colgante, le unen más vínculos con Valladolid, ya que es el lugar de nacimiento de sus tres hermanos varones y menores que él, y la plaza donde se casó con la titular de una céntrica administración de lotería, de la que después se separó y con la que ha tenido dos hijos, uno de los cuales acaba de aprobar la oposición de Letrado de la Comunidad de Madrid. 

Pero hay más. Valladolid fue el gran trampolín profesional para el desembarco de García-Castellón en 1993 en la Audiencia Nacional, a la que permanece ligado en la actualidad tras un paréntesis, ya que fue magistrado de enlace  con  Francia (2000-2012), nombrado  por el gobierno de José María Aznar, y luego de Italia  (2012-2017). Su estancia en París engrandeció su aura de juez estrella (palabra que aborrece) ya que  en 2006 recibió la Medalla de  Caballero de la Legión de Honor Francesa, distinción establecida por el emperador Napoleón I. 

Cuando llegó a Madrid en 1993 encontró poco menos que la felicidad. Había entrado en la champions de la judicatura. Era  la batuta de un equipo engrasado y con medios. 

«Recuerdo que tomé un café con él en la cafetería de Risko de la calle Santiago pocos meses después de que llegase a la Audiencia Nacional», rememora  un veterano abogado de Valladolid. «Estaba muy contento. Me trasladó que en Madrid disponía de unos medios de los que aquí ni podía  pensar», añadió. Otra letrada corrobora que el Juzgado Central era un salto que ansiaba Castellón: «Le oí decir que lo que más le gustaba era investigar el crimen organizado».

Instructor, su pasión

Pero antes de dar el gran salto a los escalafones de la élite de la judicatura, el aplicado jurista dio pasos en su incipiente carrera en lo que más le gustaba y le sigue colmando: ser juez de instrucción. 

Ingresó en la carrera judicial en 1977 y el 9 de agosto de 1982 aprobó las oposiciones para pasar a la Escuela Judicial. Desde entonces dirigió varios juzgados: Primera Instancia e instrucción de Markina (Vizcaya), Castrojeriz (Burgos), Puebla de Sanabria (Zamora) y  Medina del Campo (Valladolid), en 1982. 

Ascendió a magistrado en 1983, año en el que dirigió el Juzgado de Vigilancia Penitenciaria e Instrucción 1 de Palma de Mallorca, hasta que en octubre de 1984 tomó posesión como titular del Juzgado de Instrucción 2 de Valladolid, cuando este órgano estaba ubicado en el Palacio de Justicia de Angustias, al lado del estanco interior del edificio. Sustituyó a Pablo Cachón quien  ‘ascendió’ a la Audiencia Provincial. 

Ahora son seis los juzgados de Instrucción de Valladolid, pero entonces eran tres, lo que explica porqué a García-Castellón le’ tocaron’ los tres asesinatos más impactantes en muchos años en la historia criminal de Valladolid, los ya citados de Lebrato y Sangrador, y el de la mujer de la hamburguesería Cuchús de la plaza San Juan, Lidia Rabanillo, a manos de un jovencísimo Ramón Mazariegos. En los tres casos, los poderes inquisitivos del juez desarbolaron a los detenidos en pocos minutos y acabaron confesando. 

En Instrucción 2  –flanqueado por el 1, de Francisco Salinero, y el 3 de Feliciano Trebolle (que acabó siendo presidente de la Audiencia Provincial)– pasó nueve años y, como se ha dicho, se baqueteó con casos célebres y también controvertidos. «De los tres de instrucción, era el juez más duro con los delincuentes», sentencia una letrada penalista que coincidió en varios casos con Castellón.

«En la toma de declaración de los detenidos, lograba sonsacar lo que nadie conseguía», agrega otro abogado vallisoletano, que le recuerda como un juez con mucho «empaque», que imponía en la distancia corta,  y no solo por su planta de mas de 1,80, sino por su mirada glacial y escrutadora, y su habilidad por hurgar en los flancos débiles de los arrestados hasta convencerlos que lo mejor era que confesasen la verdad. 

A Madrid por antigüedad 

El 7 de mayo de 1993 fue nombrado decano de los juzgados de Valladolid, pero ya le quedaba poca atadura a la capital del Pisuerga. En tan solo unos meses, lo que tardó Baltasar Garzón en dar el salto a la política en la listas del PSOE y dejar vacante el Juzgado de Instrucción 5 Central de la AN. Luego, cuando volvió el que va a ser inminente marido de la fiscal Dolores Delgado, se creó el Juzgado de Instrucción 6 de la AN, su casa, con las interrupciones de juez enlace, hasta la fecha. 

Protagonizó cinco años después un amago de volver a Castilla y León como presidente del TSJ de Castilla y León. Lo pidió en enero de 1998, pero sin éxito:  fue finalmente reelegido en el cargo José Luis de Pedro Mimbrero, recientemente fallecido. 

El salto a la AN en 1993 lo consiguió en servicios especiales por estricta antigüedad de escalafón. Un dato que tumba una de las leyendas falsas sobre Castellón: que consiguió el ascenso a Madrid por su rutilante intervención en los casos Lebrato y Sangrador. «Mentira. Se cubría la plaza con el magistrado que tuviera más antigüedad. Entonces no se tenían en cuenta ni especialidad, ni méritos. Otra cosa es que el protagonista, cuando venía de vez en cuando a Valladolid, no aclarase que lo fue por antigüedad», precisaron fuentes judiciales que trabajaron muy de cerca con Castellón en los años 19984-1993 en Valladolid. 

La otra falsedad instalada en la biografía no oficial del togado, cebada por medios progresistas, es que ha investigado más a partidos de izquierdas o independentistas. El vallisoletano, efectivamente, pertenece a la conservadora Asociación Profesional del la Magistratura (APM), y ha investigado al líder de Podemos, Pablo Iglesias, en el caso ‘Dina’, pero también es el juez que envió a prisión a Mario Conde y el instructor que ha puesto contra las cuerdas a antiguos dirigentes del PP de Rajoy con el caso ‘Kitchen’, en el que  imputó al ex ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, e instruido otros casos de corrupción como ‘Tandem’ o ‘Púnica’ que indaga en la financiación ilegal del PP de Madrid. 

Con tantos casos de alto voltaje, ha recibido críticas y ataques despiadados en redes sociales progresistas. De hecho denunció amenazas de muerte y lleva escolta. Su etapa vallisoletana fue más plácida, pero no exenta de controversia por su forma de hacer poco ortodoxa. 

La imagen que proyectó en Valladolid fue poliédrica, con elogios por parte de la mayoría de colectivos profesionales, aunque en la judicatura cosechó menos adhesiones. Si preguntas a los periodistas de la época, la mayoría suscribe que Castellón fue un juez de «puertas abiertas» que facilitaba el acceso a su despacho y permitía ojear los sumarios. Los abogados, mayoritariamente, recuerdan su accesibilidad, «no como ahora, que hay que pedir cita previa para hablar con un juez». Y para las familias de las víctimas que Castellón enviaba a prisión, era prácticamente un héroe. 

Las críticas de sus compañeros jueces venían porque, a su juicio, se entrometía en asuntos que no le correspondían y por una escasa dedicación a su trabajo de instructor. en favor de frecuentar escenarios nacionales e internacionales de encuentros de jueces.  También por ser  ‘anárquico’ en los horarios. Era reacio a fichar, aunque luego no le importara pasar parte de un domingo trabajando en su despacho. 

«Entre reuniones, descansos y asambleas de la Asociación de Profesional de la Magistratura, del Grupo de Trevi o del Grupo Iberoamericano de Trabajo, era raro el mes que no tenía un viaje», recordó un periodista tras hablar con funcionarios y jueces que trabajaron con Castellón en el Palacio de Justicia de la calle Angustias.  Sin olvidar el celo que puso en investigar a la clínica abortista Ginemédica, la única de Castilla y León en aquella época, un caso que fue archivado por otro juez instructor cuando Castellón estaba de vacaciones. 

Verano negro del 92

Con  todo, fueron  los trágicos  asesinatos del verano del 92 en Valladolid donde emergió el Castellón más  sui  géneris para alborozo de  familiares de las víctimas de los delincuentes por su mano de hierro y para incredulidad de algunos de  sus colegas. El 25 de junio de aquel año se produjo el asesinato  y violación de la niña de 9 años, Olga Sangrador, uno de los crímenes más trágicos de la crónica negra de Valladolid y que heló el corazón de la sociedad. Juan Manuel Valentín Tejero, el culpable, había pedido a la niña para que le ayudara a pegar carteles para una concurso de la ‘caza del zorro’ en Villalón de Campos. 

La menor accedió, pero Valentín Tejero se la llevó a la fuerza. La mató y enterró en Tudela. Luego regresó a su casa del barrio de La Victoria. Gracias a una pista proporcionada por un radioaficionado, la Guardia Civil detuvo al día siguiente a Valentín Tejero, que había sido visto la noche de la desaparición en la Plaza Mayor de Villalón. García-Castellón estaba de guardia y no se lo pensó dos veces. 

Se marchó a Villalón con intención de cerrar la confesión por la vía rápida. Las fuentes judiciales de Valladolid consultadas, señalan que aterrizó en Villalón sin comunicarlo a la juez de Medina de Rioseco, «la mínima consideración, ya que donde desapareció la niña era distrito de ella».  Valentín Tejero, acompañado de una abogada de oficio, acudió a la localidad para someterse a una rueda de reconocimiento de los testigos que le habían visto en el bar la noche anterior.  Algo no precisamente cariñoso le soltó Castellón para que saliera del coche. 

Acto seguido, el juez improvisó la toma de declaración en el cuartel de la Guardia Civil  y le arrancó la confesión, decisión no habitual, «ya que lo establecido era que le hubiera interrogado en el juzgado de Valladolid», agregaron las fuentes judiciales. Luego, sin perder tiempo, se marcharon a  un pinar de Tudela de Duero donde había enterrado el cuerpo de la niña. 

Todo este proceder el juez, con episodios de gran vehemencia por parte del magistrado, según el autor, fue reflejado por el periodista Jesús Cacho en un artículo en la revista Época, de corte conservador, que tituló: ‘De como fabricar un juez y venderlo como dentífrico’. Por esta columna le llegó una querella interpuesta por desacato a la autoridad judicial por el entonces fiscal jefe del Tribunal Superior de Madrid, Mariano Fernández Bermejo. La causa se archivó finalmente, pero le sumió en una gran preocupación a Cacho, como ha revelado esta semana a este diario. 

«El asunto me tuvo preocupado, no solo por la querella presentada por un fiscal, sino porque a la madre de Olga Sangrador le molestó el artículo y me lo hizo llegar, algo que estaba en las antípodas de lo que yo pretendía», reveló Cacho. 

Aún no repuesta la sociedad vallisoletana del atroz asesinato de Olga, el 27 de julio de aquel verano, Pedro Luis Gallego, el ‘violador del ascensor’ violó y asesinó a la joven Leticia Lebrato, de 17 años, en un pinar próximo a Boecillo. Tras ser detenido, cuatro meses después, el 17 de noviembre de 1992 en una oficina de Correos de La Coruña, ingresó en la cárcel de Valladolid para ponerse a disposición de los juzgados de instrucción de la capital que acumulaban denuncias contra él por múltiples violaciones. 

Se da la circunstancia de que el caso Leticia Lebrato lo llevaba Instrucción 5 (Ángel Redondo). Por ello le interrogó primero, el 23 de noviembre, pero subió al penal sin confesar el asesinato. Entonces apareció en escena Castellón, y pidió que bajara de la cárcel al día siguiente para interrogarle por denuncias acumuladas en su despacho. Y en esa toma de declaración logró que confesara Pedro Luis Gallego, quien luego escribió una carta diciendo que Castellón le había prometido cirugía estética y cambio de prisión. El 30 de julio se produjo el asesinato de la trabajadora del bar ‘Cuchús’. El autor, el joven Ramón Mazariegos, no le duró mucho a un García-Castellón que llevaba ya otras piezas de caza mayor. en el zurrón.  ‘El País’ arrancó así la noticia: «Al poco de ser presentado al juez, se declaró autor del crimen».  No hay más preguntas, señoría. 

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