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Seminci 2023

El cine italiano irrumpe en la Seminci con una fábula y un thriller histórico

Alice Rohrwacher recrea el mito de Orfeo en ‘La quimera’, mientras Marco Bellocchio factura un relato histórico impecable, y la cineasta española oscila entre naturalismo y artificio en ‘La imatge permanent’

La directora de la película de la Sección Oficial ‘La imatge permanent’, Laura Ferrés, junto a las actrices María Luengo y Rosario Ortega, y el productor Adrià Monés.- ICAL

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Diario de Valladolid | El Mundo
Valladolid

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El cine italiano es este jueves el gran protagonista de la sexta jornada de la 68 Semana Internacional de Cine de Valladolid , con dos de las tres películas presentadas en la competición. En ‘La quimera’ Alice Rohrwacher dibuja una parábola sobre el destino, la búsqueda y el amor, a partir de las desventuras del líder de una banda de ladrones de tumbas, mientras que en ‘El rapto’ el veterano Marco Bellocchio traza un contundente ‘thriller’ histórico en torno al suceso real del secuestro por parte de la Iglesia de un niño en Italia a mediados del siglo XIX. También se sumó a la competencia por las Espigas la catalana Laura Ferrés, que ya había estrenado en Valladolid sus dos primeros cortos, antes de presentar hoy su debut en el largometraje, ‘La imatge permanent’, donde indaga en “el misterio de lo cotidiano”.

Ella fue la primera en levantar el telón a primera hora en el Teatro Calderón, con una película que lanza una mirada muy personal al éxodo que tantas familias emprendieron durante el franquismo desde Andalucía hasta Cataluña en busca de una vida mejor, informa Ical.

“Después de hacer ‘Los desheredados’, que es un retrato de mi padre cerrando su negocio de una empresa de autobuses tras la crisis de 2008, me apetecía hacer algo parecido sobre mi familia materna. Mis abuelos concretamente eran de Córdoba y se fueron a Cataluña durante la posguerra para trabajar, como tantos otros. Ese es el punto de partida. La película intenta ser un retrato de estas personas, pero después deviene en un ficción , que me sirve para hablar de muchas cosas que me interesan, como el mundo del trabajo, la diferencia entre clases sociales, la publicidad y cómo se construye la imagen, el tema de los desparecidos, aunque sea de manera colateral, el paso del tiempo y la idea del eterno retorno, todo ello al servicio de crear un imaginario propio”, explicó la cineasta en su encuentro con los medios tras el estreno.

Ferrés destacó su interés y predilección por películas en las cuales “confluye lo antropológico y lo sociológico con la ficción ”, si bien cada vez le interesa más la fantasía. “Parece que voy a ir tirando por ahí”, destacó.

La película, como detalló su autora, “bascula entre el naturalismo y el artificio”. El naturalismo irrumpe en tanto en cuanto el reparto está formado por actrices no profesionales y se ha rodado en localizaciones reales, mientras que el artificio se hace presente en cuando a la dirección de actores y el guion se mueven en una línea “más artificial”, y “las reacciones de los personajes no parecen lo que uno cabría esperar”. “En ese choque de opuestos es donde surge la propuesta”, señaló.

Por su parte, Rohrwacher construye ‘La quimera’ a partir de los relatos y leyendas que escuchaba de niña en el lugar donde creció, donde era común que los vecinos encontraran restos milenarios mientras trabajaban sus tierras. “La vida que me rodeaba se componía de varias partes: una soleada, contemporánea, ajetreada, y otra nocturna, misteriosa y secreta. Había muchas capas, y todos lo experimentábamos: bastaba cavar unos centímetros en la tierra y allí, entre las rocas, encontrabas un fragmento de un objeto artesanal, a saber de qué época. En los establos y sótanos del barrio te dabas cuenta de que aquellos lugares habían sido otra cosa , quizá tumbas etruscas, refugios de otras épocas, lugares sagrados...”, relata en las notas de producción del film.

En ese contexto, en los años 80, sitúa su historia, para fijar la mirada con su objetivo en la generación que decidió romper el vínculo entre lo sagrado y lo profano , en aquellos para quienes aquellos bienes antiguos, con los que sus padres y los padres de sus padres habían convivido durante siglos, no encerraban ningún significado. “Los etruscos dedicaron su arte, su habilidad, sus recursos a lo invisible. Para los ladrones de tumbas, lo invisible simplemente no existe”, resume la cineasta.

De lo invisible es de lo que habla en realidad ‘La quimera’. De esos sueños que todos perseguimos sin saber si en realidad existen. Como Orfeo en busca de Eurídice, para Arthur, el protagonista del film, la quimera es encontrar a Beniamina, su amada perdida. Él es un extranjero en tierra extraña, nadie sabe cómo llegó allí ni de dónde viene, pero él tiene un don, el don de encontrarlo todo, y ese ‘regalo divino’ le convierte en el líder de un grupo de perdedores cuya única misión vital es sobrevivir sin trabajar. 

Por último, Bellocchio firma una historia inspirada en el caso real del niño Edgardo Mortara, que con apenas seis años fue secuestrado del hogar familiar, de creencias judías, después de que se difundiera el rumor que con apenas seis meses había sido bautizado al catolicismo en secreto por una niñera de la familia. El conflicto entre la Iglesia católica, que ordenó el secuestro para educarlo en el cristianismo, y la sociedad de la época, en pleno proceso de la reunificación italiana, es el corazón de una trepidante película que el cineasta erige con majestuosidad contra los dogmas de cualquier tipo.

Con rigor y pulcritud, Bellocchio (que a sus 83 años por vez primera compite en la Sección Oficial de Seminci) entrega todo su talento a recrear una época y un momento histórico llamado a cambiar la Historia. Para la ocasión repite con el director de fotografía de ‘Exterior noche’, Francesco Di Giacomo (responsable también de la suntuosa imagen de ‘Martin Eden’, de Pietro Marcello), que juega con luces naturales y artificiales para recrear planos que parecen lienzos, en los que los personajes se instalan con total convicción.

Juntos nos hacen viajar a la efervescente Italia de mediados del siglo XIX, cuando Bolonia aún pertenecía a los Estados Pontificios, gobernados con mano severa por el papa Pío IX. En clave de thriller y sin concesiones, la trama arranca con el secuestro del pequeño, que instantes antes jugaba con sus hermanos al escondite identificando la casa como el lugar donde todo el mundo está a salvo.

Con aroma de clásico imperecedero, la película bascula entre la desolación que invade el hogar familiar y la convicción que embriaga a los altos jerarcas de la Iglesia, tanto el inquisidor como el propio santo padre. Una suerte de guerra santa se desata entre la familia judía , que lleva el escándalo a la prensa liberal de medio mundo, y la amenazada Iglesia católica, mientras Bellocchio se obstina en indagar en los misteriosos procesos de la fe.