La bravura más antigua para el toreo más joven
La ganadería vallisoletana de Raso de Portillo y el joven novillero salmantino Jesús de la Calzada unen sus nombres en una temporada exigente e intensa para ambos
La inmensa planicie del Raso de Portillo es un singular triángulo de la Bermudas en el que se pierde la historia retrospectiva en la cría del toro de lidia. Boecillo, presidido por el palacio de los Condes de Gamazo, Portillo, sobre el que se yergue su orgulloso castillo de los Condes de Benavente, y La Pedraja de Portillo, donde empezó todo hace ya varios siglos, componen una singular geometría en el origen del bovino de lidia.
En este mes de agosto las praderas, que defienden enrazadas su territorio frente al acoso de los pinares, se muestran calcinadas. Una sequedad apenas reverdecida en las zonas que en invierno se mantienen como humedales que resistieron a la desecación de los espacios otrora pantanosos. Allí, en las zonas más protegidas del sol, se encuentra, rumiando su misterio, la camada de utreros de Raso de Portillo, un hierro en manos de la familia Gamazo desde que Trifino Gamazo adquiriera reses que pastaban, en manos de diversos propietarios, en esta llanura en régimen de aprovechamiento de pastos comunales.
Los hermanos Ínigo y Mauricio Gamazo son quienes en la actualidad gestionan esta vacada histórica. Del mismo modo por el que los predios han sido sitiados por diversas promociones de viviendas, en una transformación y adaptación casi inevitable a los tiempos actuales, y a la necesidad de buscar recursos para aventuras más románticas que rentables, la lámina de los novillos, serios y cuajados, interrogan sobre la ósmosis producida por sangres que modernizan el temperamento y juego de los santacoloma cuya procedencia troncal se sitúa en la ganadería salmantina de Dionisio Rodríguez.
Junto con Íñigo, el ganadero, en el todoterreno comparten visita a la finca el joven novillero salmantino, Jesús de la Calzada, triunfador del Circuito de novilladas de Castilla y León de la temporada 2022, un valor firme de los diestros emergentes en la región, con una proyección más que prometedora, y su apoderado, el simanquino Alfonso González Carro.
A primeros de septiembre, los nombres de Raso de Portillo y Jesús de la Calzada se unirán en un festejo anunciado en la feria de novilladas de Villaseca de la Sagra, uno de los ciclos más prestigiosos de la geografía taurina para los más jóvenes espadas.
Desde los ocho años y hasta hace poco más de un año, De la Calzada, natural de San Martín del Castañar, un pueblo de mágica y evocadora arquitectura en la salmantina Sierra de Francia, fue alumno de la escuela taurina de la Diputación de Salamanca. Un inicio precoz en su vocación, sin necesidad de ningún antecedente taurino en la familia. Mientras contempla la seria estampa de los utreros a los que se enfrentará en unos días muestra en su móvil una foto en la que, con apenas cinco años, ya vestía de torero con su capote en mano. Según sus propias palabras, la escuela taurina le dio “disciplina”, y evitó que fuera “por caminos malos”. Ahora es un chaval centrado y volcado hacia su pasión, la tauromaquia.
Esta temporada estuvo a punto de hacer (le faltó únicamente un dato en el DNI…) el paseíllo en la final de las novilladas de la Comunidad de Madrid. Y no fue admitido en el circuito de Castilla y León, pese a ser el triunfador de la anterior edición. Cosas de la Fundación del Toro de Lidia, y de sus preferencias… en diestros y en ganaderías.
Bajo las copas de los pinos, mientras sus ramas filtran puyazos de un sol ya inmisericorde, las siluetas de los ‘compasquitos’ (llamados así en otros tiempos, dado que la ermita de la Virgen del Compasco se sitúa a escasos kilómetros) muestran la rocosa anatomía de estas reses, poderosas y enigmáticas en su mirada. Que son muy valoradas en Francia, donde la suerte de varas goza del prestigio –y significado- del que nunca debió desentenderse en España. Esa bravura que, también, es crecerse ante el dolor, frente a la dificultad.
Los viejos ecos de bravura de estos pagos, los del Raso de Portillo, siguen abasteciendo de embestidas para los más diestros de sólida convicción. Jesús de la Calzada, un chaval con una tauromaquia dinámica y sólida, valiente y de equilibrada arquitectura en sus faenas, seguirá persiguiendo su sueño infantil frente a las astas de esta divisa histórica. Que por historia, calidad y geografía debería no tardar mucho en anunciarse en el coso vallisoletano del paseo de Zorrilla.