Diario de Valladolid

La vida de novela de la escritora vallisoletana más ilustre

Un banco, un busto y una plaza mantienen vivo el recuerdo de Rosa Chacel, que cumpliría 125 años

Escultura ‘Homenaje a Rosa Chacel’ hecha en bronce por Luis Santiago Pardo y ubicada en la Plaza de Poniente de Valladolid.- E.M.

Escultura ‘Homenaje a Rosa Chacel’ hecha en bronce por Luis Santiago Pardo y ubicada en la Plaza de Poniente de Valladolid.- E.M.

Publicado por
Diego González
Valladolid

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Sentada sobre un banco de color lila próximo a la Plaza Poniente , una estatua de una mujer invita a su asiento. No resuenan las palabras, pero la imagen simula la narración de una historia, una de tantas que escribió Rosa Chacel. Puede ser la de Teresa, que narra la vida de Teresa Mancha, el gran amor del romántico José de Espronceda, o Memorias de Leticia Valle, protagonizada por una niña de 12 años de madurez y talento singular, que terminó en la gran pantalla, rodándose en Valladolid, su ciudad natal en la que nació un día como el de ayer, un 3 de junio de 1898.

125 años abarcan muchos momentos y recuerdos, y más en la vida de Rosa Chacel, en la que tantos lugares han sido testigo de su imaginación. En España, hay dos ciudades que marcan su historia: Valladolid, en primer lugar, y Madrid . En la mayor provincia de Castilla y León nació y se crio, concretamente en la calle Núñez de Arce y con la literatura siendo un pilar central de su corta biografía a través de la vocación literaria de su padre, Francisco Chacel Barbero.

Su delicada salud le impidió asistir al colegio siendo pequeña, por lo que su árbol genealógico construyó su personalidad y pasión por el arte y las letras. Entonces, tanto la formación docente de su madre, Rosa-Cruz Arimón , como la relación con José Zorrilla , del que era sobrina-nieta, fueron imprescindibles en su desarrollo intelectual y literario, respectivamente.

Con ocho años se trasladó a Madrid, y a los 17 ingresó en la Escuela de Artes y Oficios , donde estudió escultura y conoció al pintor Timoteo Pérez Rubio, con quien se casa en 1921. Esta modalidad artística también le permitió tratar con Ramón María del Valle-Inclán, una de las grandes figuras intelectuales de la época. Pero no sería la única, ya que también se relacionó con Miguel de Unamuno, Ramón Gómez de la Serna, Juan Ramón Jiménez, o José Ortega y Gasset. Además, en esta etapa ya empieza a colaborar en tertulias, como la Granja el Henar, la Botillería de Pombo o el Ateneo de Madrid, y con revistas vanguardistas, como Ultra.

Entre 1922 y 1927, Roma se convirtió en el hogar de sus ideas, escribiendo su primera novela, Estación . Ida y vuelta, donde Rosa reflexiona sobre su vida, obra y época mediante la narración, autobiografía y el ensayo. La obra, sin embargo, no vería la luz hasta 1930.

A su vuelta a España y el mismo año del estreno de su obra, nace su único hijo, Carlos . Su escritura también empezó a estar más presente en el círculo cultural, con diversos ensayos en la Revista de Occidente y La Gaceta Literaria, pero principalmente a través de su segunda obra realizada bajo orden de Ortega y Gasset, que le encargó escribir una biografía de la amante de José de Espronceda, titulada Teresa, que se publicó en 1941 en Buenos Aires.

Tras un breve paso por Berlín en 1933 y la trágica muerte de su madre un año antes, se estrenó A la orilla de un pozo, un libro de poemas con prólogo de Juan Ramón Jiménez. Pronto estallaría la Guerra Civil , ya con estancia en Madrid, donde además de seguir escribiendo en colaboración con la prensa republicana también empezó a trabajar de enfermera en el Hospital de la Sangre habilitado en la Residencia de Estudiantes. De Madrid pasó a Barcelona y Valencia hasta que en 1937, junto a su hijo, huye a París. Su marido, mientras, Durante la contienda, trabajó al frente de la Junta del Tesoro Artístico para poner a salvo importantes obras del patrimonio español.

No sería hasta 1939 cuando pudo reunirse con Timoteo y fue en Brasil, tras una breve etapa en Buenos Aires y en Atenas, donde coincidió con Concha Albornoz y hospedándose ambas en casa del escritor Nikos Kazantzakis, un periodo que Rosa Chacel describe en Ida y Vuelta y en el libro Timoteo Pérez Rubio y sus retratos del jardín. Después, gracias a una beca de la Fundación Guggenheim, Nueva York fue su nuevo destino y allí entabló amistad con Victoria Kent. Entre medias, Rosa Chacel escribió Memorias de Leticia Valle, ambientada en Valladolid y llevada al cine en 1979 por Miguel Ángel Rivas. Y hasta 1960 no llegaría La sinrazón, considerada su mejor su obra literaria y que narra la aventura espiritual del protagonista, Santiago. Mientras, en Brasil continuó su actividad literaria con tertulias, colaboraciones en prensa escrita, y aunque no dejó de escribir, su exilio resultó poco prolífico en lo narrativo y además, la situación económica de su familia llegó a ser comprometida.

A Valladolid también regresó, coincidiendo con Miguel Delibes , y especialmente en 1979 cuando asistió al rodaje de la adaptación cinematográfica de Memorias de Leticia Valle, y que en los cines se tituló como Una muchachita de Valladolid . Pero su presencia también estuvo motivada cuando los homenajes no faltaron, como en 1983, con motivo del homenaje que le dedicó la Feria del Libro, o en 1988, para participar en el acto del Ayuntamiento al nombrarla hija predilecta de la ciudad. Asimismo, la Universidad de Valladolid le concedió el Doctorado Honoris Causa en 1989.

Tampoco faltaron los reconocimientos del mundo literario, como los de Pere Gimferrer, ganador del Premio Nacional de las Letras Españolas en 1998 y que la consideró «una de las mejores prosas que se han escrito en castellano después de la generación del 98» . El mismo galardón fue recibido por Rosa Chacel en 1987, y además consiguió otros como el Premio de la Crítica en 1976 por Barrio de Maravillas, el Premio Castilla y León de las Letras en 1990, o la Medalla de Oro al Mérito en Bellas Artes en 1993.

Rosa Chacel murió en Madrid el 27 de julio de 1994 y fue enterrada en el Panteón de los Ilustres de su Valladolid natal, donde su recuerdo se mantiene vivo a través de las diferentes distinciones y homenajes que recibió. El primero de ellos, en 1988, al ser declarada hija predilecta de la ciudad de Valladolid. Un año después, la Universidad de Valladolid le concedió el Doctorado Honoris Causa mientras su última novela, Ciencias Naturales, salió a luz con una historia centrada en la vida de una familia de clase media en la España de los años 30.

Un busto de su figura en el Campo Grande irrumpe entre sus jardines, su nombre reluce en la plaza del barrio de las Delicias y en la biblioteca municipal de la plaza Juan de Austria aguardan su historial literario como principal componente de la generación del 27, pero es el banco ubicado en la plaza Poniente con su estatua de bronce la imagen que corrompe en el imaginativo de todos los vecinos de Valladolid al escuchar su nombre.

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