Valladolid menos dulce: las últimas tartaletas de Confiterías Cubero
Incredulidad y lamento se juntan en el cierre de la pastelería, con dos locales en la calle Pasión y Ferrari, que pone fin a una historia de casi 70 años de actividad en la ciudad
Con su valla metálica bajada para siempre y dos notas de despedida, la mítica Confiterías Cubero dejará de endulzar a los vallisoletanos debido a su cierre oficial este 31 de mayo tras casi 70 años surtiendo a la ciudad de los mejores bombones, pasteles y productos del estilo. La ausencia de relevo generacional ha sido la principal causa que ha llevado a Enrique Cubero Román , dueño del establecimiento, a clausurar las pastelerías ubicadas en la calle Pasión y Ferrari donde el olor de sus tartaletas, abisinios, roscas de reyes, de los ponchitos de Pascua, la corona de San Pedro Regalado o las tartas de San Lorenzo obligaba a pararse frente a sus escaparates.
"Durante 70 años, Confiterías Cubero ha trabajado para hacer felices los paladares de sus clientes y hoy queremos daros las gracias por tantos años de cariño y felicidad", empezaba la nota pegada sobre sus cristales. Cada uno de las personas que se acercaban a curiosear lamentaban el fin de otro histórico negocio vallisoletano .
Caminar sobre la calle Pasión podía deberse a muchas razones ante la variedad de locales agolpados entre sus aceras, pero la mayoría de las veces era para acudir a Confiterías Cubero, fuese la época que fuese. Y adentrarse dentro no iba a ser una cuestión de minutos, sino que terminabas atrapado por la riqueza con los que eran realizados sus dulces tradicionales, que se podían degustar con total tranquilidad en su cafetería , donde era habitual servir un pastel gratis con el café.
También se podía acudir a visitar el obrador, donde Enrique era el encargado del "corazón de la empresa" , relataba en su momento. De cara el público, los dulces abrían el apetito de cualquiera.
Entre bombones y pasteles, la experiencia gastronómica también presentaba un plus cultural por medio de su propio museo, el del Dulce , donde el padre de Enrique -con el mismo nombre- y fundador de la empresa, reprodujo con azúcar los edificios más representativos de la ciudad de Valladolid , como el Ayuntamiento, la Academia de Caballería, el Colegio San Gregorio o la Facultad de Derecho, entre otras obras. Tal fue su magnitud que le llevó a entrar en el Libro Guinness de los Récords en 1996, un reconocimiento que se sumó a la Medalla de Oro en la Feria Internacional de Tokio en 1984, el Trofeo ONU de Barcelona 1987 o la Gran Distinción del Museo de Arte Contemporáneo de Nueva York en 1989.
La llamada de la jubilación y la falta de relevo generacional han conllevado a Enrique y sus hermanas tener que clausurar el negocio familiar, como señaló a este periódico. "Me jubilo y no tengo alguien que me siga, un relevo generacional. Ya me he pasado tres años de los 65, que es la edad de jubilación", señaló en su momento.
Al menos, el museo se mantendrá en propiedad de la familia , mientras la Confiterías Cubero poco a poco se irá deconstruyendo para dar paso a un nuevo local, aunque la esencia no será la misma. Se cerrarán sus puertas, pero como recoge su despedida, "se abre un recuerdo vivo en el tiempo y la nostalgia de la historia de Valladolid" .