PINAR DE ANTEQUERA
El barrio de Valladolid al que sí llegó el soterramiento
Los únicos 800 metros de vía soterrados en Valladolid están en este barrio, a medio camino entre Covaresa y Puente Duero
Cuesta encontrar en la hemeroteca noticias y referencias sobre el barrio del pinar de Antequera. Abducido por el otro pinar, la extensión arbolada de mil hectáreas al sur de la ciudad que se ha convertido en el pulmón y el corazón verde de Valladolid , el barrio nació a principios del siglo pasado casi por casualidad. La construcción de la vía del tren trajo a Valladolid trabajadores de diferentes puntos del país y algunos se asentaron en el pinar. Ya entonces, el pinar de Antequera era un foco de atracción para el esparcimiento y solaz de algunos residentes en el Valladolid de principios del siglo pasado, visionarios que se anticiparon a la fiebre por los espacios verdes y la naturaleza que se desataría bien entrado el siglo XX. La atracción que ejercía esta zona, entonces bastante alejada del núcleo urbano de la ciudad, llevó a la construcción del apeadero del tren en 1903 y la mejora de la comunicación puso los cimientos para el desarrollo del barrio. A partir de ahí todo fue rodado.
La afición por el pinar fue en aumento hasta convertirse hoy en el lugar de recreo al que acuden miles de vallisoletanos para pasear y hacer deporte. En 1907 se inauguró el club social del Círculo Campestre , unas instalaciones, hoy pendiente de un proyecto de renovación, que contribuyeron a dinamizar el entorno.
El apeadero dio vida a este rincón, desconocido para muchos, y las viviendas crecieron hasta convertirse en una avanzadilla de las urbanizaciones residenciales que surgieron luego en el entorno de las ciudades. Y esa es la imagen que transmite hoy al pasear por sus calles, a las que se accede desde el desvío de la carretera de Puente Duero que hay frente a las piscinas de Fasa. Formado por chalés y viviendas unifamiliares, el barrio del pinar mantiene en esencia su antigua estructura .
Con una población de unas 900 personas , «hay gente de toda la vida y gente nueva que ha comprado una vivienda», afirma el presidente de la asociación de vecinos, Julián Caballero, uno de los nativos del pinar, nacido en el barrio.
Aunque cada año celebra sus fiestas el 13 de junio , día de San Antonio, y 150 familias pertenecen a la asociación de vecinos, lo que supone el grueso de los residentes, no hay vida de barrio como tal. No hay comercios, ni frutería, ni panadería ni cualquier otro de los establecimientos que sirven de punto de encuentro para los vecinos de una zona. Hay, eso sí, cuatro bares y restaurantes, tres en la calle Acacias, una de las vías principales, y otro más en el entramado interior.
Más allá de su ubicación, fuera del casco urbano, aunque todavía le gana en lejanía Puente Duero, el pinar de Antequera tiene dos peculiaridades que le hacen diferente del resto de barrios de la ciudad.
Dividido por la vía del tren, es el único lugar de Valladolid en el que se materializó una pequeña parte del soterramiento , el proyecto para eliminar el tren en superficie que se abandonó en 2015 tras veinte años estancado .
Aunque no se hizo nada en los cinco kilómetros de vía que estaba previsto meter bajo tierra a su paso por la ciudad, los ochocientos metros de línea férrea que partían el barrio del pinar pasaron a estar soterrados en 2009. Lejos se estaba entonces de imaginar que el proyecto se quedaría en eso.
En los terrenos que antes ocupaban las vías en superficie se estrenó en 2014 un bulevar que atraviesa todo el barrio , convertido hoy en un espacio de ocio y deporte para los vecinos. Cinco años antes, en 2008, se había derriba el apeadero. El presidente de la asociación de vecinos asegura que el soterramiento fue una actuación que se hizo «de rebote, gracias a un dinero que llegó de la Unión Europea», pero añade que «no fue una petición del barrio», aunque a la vista del resultado resulta evidente que los vecinos salieron ganando.
Además de la excepcionalidad del soterramiento, el barrio del pinar tiene algo que también le hace único al pertenecer a dos ayuntamientos : el de Valladolid y el de Laguna de Duero.
La línea de demarcación está en la calle Ronda de la Iglesia . Los vecinos que viven al sur de esta calle pertenecen y pagan sus tributos al Ayuntamiento de Laguna de Duero, mientras los residentes al norte, hasta la calle Acacias, están en el término municipal de Valladolid.
En cada una de las dos zonas, la recogida de residuos la realiza el ayuntamiento correspondiente y lo mismo pasa con el resto de servicios, ejecutados por el consistorio de turno. Por este capricho de la geografía, el presidente de la asociación de vecinos confiesa que les toca «lidiar con dos administraciones» , una cuestión que no es menor y que tiene consecuencias en materia urbanística.
Mientras en la zona vallisoletana, la asociación planteó una alegación al Plan General de Ordenación Urbana, aprobada al final, para permitir la posibilidad de trocear los terrenos en parcelas de 500 metros cuadrados y así facilitar la venta de suelo, en la parte que depende de Laguna no es posible. «Hay parcelas de cuatro mil o cinco mil metros cuadrados que no se pueden dividir y no se construye» , lamenta Caballero.
La edificación tipo es el chalé unifamiliar rodeado de un muro, por lo general elevado, lo que contribuye a la sensación de sosiego al caminar por las calles del barrio.
Algunas de las viviendas son centenarias, construidas en los años 20 y 30 del siglo pasado , y están catalogadas. El presidente de la asociación de vecinos señala que «hay muy poca construcción nueva» .
¿Y cuál es la principal reivindicación vecinal? Caballero sitúa en cabeza el estado que presentan algunas calles , con las aceras levantadas por las raíces de árboles de gran porte.
Entre las escasas edificaciones singulares que no tienen uso residencial está la iglesia de San Antonio de Padua , levantada en la década de los años sesenta del siglo pasado en el terreno de separación entre la parte de Laguna y la de Valladolid. En pie siguen también las viejas escuelas, reconvertidas hoy en centro cívico y centro médico.
También en 2012 cerró el Círculo Campestre , uno de los edificios emblemáticos del barrio. Con el cierre desaparecía un trozo de historia del barrio del pinar de Antequera, aunque las instalaciones pasarán a convertirse en un espacio dedicado a educación ambiental para jóvenes. Con una inversión de 1,7 millones de euros , pasará a ser un edificio multifuncional que también hará las veces de albergue juvenil, biblioteca de medio ambiente y acogerá actividades en colaboración con la asociación de vecinos del barrio.
Lo que no ha cambiado mucho es la vieja marquesina del autobús en forma de círculo, con un árbol en medio, que recibe a los que llegan al pinar.