LA RUBIA
El barrio de Valladolid que fue engullido por la ciudad
Su nombre procede de una planta, la garanza o rubia roja, cuyas raíces se utilizaban para obtener tinte rojo destinado al textil, muy abundante en la zona en la que se formó el barrio | Después de ser durante décadas la última frontera de la ciudad por el sur, la expansión de Valladolid acabó por engullir un barrio que en su día acogió el Real de la Feria durante las fiestas de septiembre
Si un vecino de La Rubia ‘exiliado’ del barrio desde hace cuarenta años aterrizara hoy en sus calles reconocería, sin duda, muchos de los rincones por los que paseaba antaño, pero se sorprendería al comprobar cómo la ciudad se ha estirado por el sur hasta engullirlo.
La Rubia fue en su día la última frontera de la ciudad por el sur. Más allá sólo estaba la Cañada Real, un camino polvoriento en verano, y un barrizal en invierno, con casas molineras a ambos lados. A la derecha de la Cañada Real se alzaba otro núcleo de viviendas que pasaría a ser el barrio de Las Villas.
Más allá del viejo torreón que se levanta junto a la carretera de Rueda , en el límite del barrio, empezaba el campo. En este erial, en dirección al pinar de Antequera, se levantarían, en la década de los 80 del siglo pasado, Covaresa, Paula López, Parque Alameda, Santa Ana y, ya más reciente, El Peral, los cuatros barrios que cierran la ciudad por el sur, con independencia del Pinar y Puente Duero, desgajados del casco urbano. La Rubia pasó de ser un apéndice de Valladolid a estar encajado en la trama de la ciudad.
La toponimia del barrio, su nombre, hunde su raíces en la tierra, nunca mejor dicho. La designación como La Rubia le viene de la abundancia de una planta, la rubia roja , de la familia de las rubiáceas, una especie también conocida como garanza, de flor amarilla, cuya raíz se utilizaba para la obtención de tintes rojos destinados a la industria textil. Al parecer, esta planta, también con propiedades farmacológicas, se daba en abundancia desde el siglo XVI en la zona y el barrio heredó el nombre.
En sus orígenes, fue el lugar de esparcimiento de los vallisoletanos antes de que descubrieran, para su solaz, el pinar de Antequera, hoy pulmón de la ciudad. En 1915, hace más de un siglo, se elaboró un proyecto de ciudad jardín con viviendas para la clase obrera en el lugar que hoy ocupa el barrio, pero no cuajó. El asentamiento humano fue en aumento y empezó a tomar forma como barrio.
De la garanza ya no queda rastro , pero La Rubia mantiene hoy, con los lógicos cambios debido a la evolución que experimentan las ciudades, una estructura muy similar a la de hace tres décadas . Encajonado entre la vía, por un lado, y el Paseo de Zorrilla, por otro, La Rubia no dispone de espacio para grandes operaciones de cosmética urbanística.
Al núcleo inicial del pisos bajos y apretados que se alinean entre la carretera de Rueda y la calle Doctor Moreno se sumaron en los años setenta los bloques de doce pisos construidos junto a la vía, el conocido como parque de Arturo León , un toque modernista en un barrio de corte tradicional.
Quizá el cambio urbanístico más revolucionario se operó en la zona ajardinada que está junto al Paseo de Zorrilla: los jardines de La Rubia . Ya desde los años 40 del siglo pasado, los jardines fueron el punto de encuentro de los vecinos, aunque el gran momento estaba por llegar. Fue en los años sesenta cuando el Real de la Feria , con sus casetas y atracciones, se trasladó a los jardines de la Rubia, lo que hizo del barrio uno de los centros de atención de la ciudad durante las ferias y fiestas de la Virgen de San Lorenzo.
Aquello duró unos años, pero todavía aguardaban más cambios en los jardines. La expansión de la ciudad hacia el sur y el aumento del tráfico obligó a oxigenar la circulación y en febrero de 1999 se inauguró el túnel de La Rubia para absorber el tráfico procedente del polígono de Argales, mientras el Paseo de Zorrilla se prolongó hasta enlazar con el nuevo barrio de Parque Alameda.
Justo a la salida del túnel, en el punto del paseo de Zorrilla en la que se instalaban las casetas de feria en los 60, se construyó una rotonda con una escultura que rinde homenaje al cine y que se ha convertido en una de las señas de identidad de la nueva Rubia. La escultura ‘Escenario para una película’ , con la figura de la casa que está al borde del precipicio, es obra del artista estadounidense Denis Oppenheim, fallecido en 2013, y fue inaugurada en 1999 con la presencia del autor.
Alguna edificación recuerda todavía el pasado menos conocido de La Rubia. El palacete de Quinta Ana Mari, en la carretera de Rueda, convertido hoy en sede de la Policía Municipal, evoca los orígenes del barrio como asentamiento elegido por algunas familias pudientes de la ciudad.
La Rubia es hoy un barrio tranquilo , quizá demasiado a decir del presidente de la asociación de vecinos Nuestra Señora del Rosario, Roberto Gutiérrez, muy crítico con el actual equipo de gobierno municipal. Al frente del colectivo vecinal desde hace diez años, Gutiérrez considera que La Rubia «ha involucionado» , se ha quedado atrás, «embudado» por la vía del tren, por un lado, y el antiguo Parque de Artillería, el acuartelamiento cerrado en 2015.
Con una superficie de 10,7 hectáreas, el cuartel salió a subasta en septiembre 2022 por 8,3 millones, pero nadie pujó por los terrenos, en los que está previsto construir 340 viviendas. A la vista del escaso éxito, el Ministerio de Defensa realizará una nueva subasta con una rebaja de un millón de euros en el precio.
Constreñido como está el barrio, el presidente de la asociación vecinal considera un error mayúsculo que limita las posibilidades de la Rubia la renuncia al proyecto del soterramiento.
Considera Gutiérrez que la supresión de la vía y el derribo de las vallas del cuartel, para su urbanización, contribuirían a dar aire al barrio y permitiría la conexión de la carretera de Rueda con el Paseo de Zorrilla. Descartado lo primero, el soterramiento, ahora espera que la venta de cuartel se agilice y que la nueva subasta sea la definitiva .
El pequeño comercio es la principal actividad del barrio , pero también aquí el representante vecinal echa en falta un impulso. A juicio de Gutiérrez, el comercio de La Rubia languidece y necesita algún tipo de revulsivo, una tarea para la que también reclama la ayuda del Ayuntamiento.
La Rubia mantiene hoy el aroma del viejo barrio que es, de vecinos que se conocen de toda la vida, de la partida en el bar . La vida bulle en su calles desde hace casi un siglo, aunque ahora está arropado por los nuevos y modernos emplazamientos surgidos al sur de la ciudad, que resaltan el contraste con este rincón de pequeñas calles y trama abigarrada de pisos levantados sobre unos suelos en los que florecía la flor amarilla de la garanza.