Diario de Valladolid

LA OVERUELA

El barrio de Valladolid al que el médico y el cura llegaban en barca

¿Un barrio o una isla a las afueras de Valladolid? Rodeada de agua, esta zona residencial tiene las bondades de la vida tranquila en un pueblo y a la vez sus hándicaps

El barrio de La Overuela de Valladolid, foto a foto

El barrio de La Overuela de Valladolid, foto a foto

Publicado por
Alicia Calvo
Valladolid

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El agua lo rodea por casi todos sus costados. Una especie de isla que está dentro del término de la ciudad, pero que parece muy lejos de ella. Hubo un tiempo no muy lejano en el que las mujeres iban a la orilla del río a lavar la ropa y «el médico y el cura llegaban el barca al barrio porque era más cómodo, ya que desde Santovenia había una pesquera y se podía cruzar muy fácil y más rápido que por carretera», explica Alejandro Lobato, quien presidió durante varios años la asociación vecinal del barrio La Overuela de Valladolid que se llama ‘La Isla’ . Da cuenta en su nombre de cómo es la situación de un barrio que se beneficia de la tranquilidad de la vida alejada de la urbe y, a la vez, padece los inconvenientes de la vida alejada de la urbe.

«No ha cambiado demasiado», apunta Paz de la Torre, actual presidenta de la entidad vecinal. Lo de ‘no muy lejano’ no es una licencia literaria, sino una afirmación literal. «Hace 40 años, 40 años, que no es nada, no había agua corriente en las casas» , resalta Paz, antes de presumir del Parque de Las Lavanderas, inaugurado en 2019 y nombrado así en honor de esas mujeres que acudían «hasta hace dos días» a lavar la ropa hasta allí, cuando en el resto de la ciudad «los avances eran muchos más significativos».

«Aquí el pasado ha terminado hace muy poco» , resume la presidenta de un barrio en el que residen «alrededor de mil personas», indica, y precisa que «es difícil conocer el censo exacto puesto que suelen contabilizarlo junto a otras zonas como Fuente Berrocal».

«Estamos un poco aislados. Rodeados de agua por todas partes , por un lado cerrados por el Canal, por otros por el río... Somos pocos vecinos, pero bien avenidos», comenta sobre este barrio residencial. «Podría ser dormitorio, pero no porque hay participación. Buscamos cualquier excusa para celebrar. En Halloween y en Carnaval hay movida por aquí, pero también otros meses más allá de las fiestas de verano».

No se ven grandes monumentos ni esculturas que venerar. Tampoco demasiados lugares históricos que enseñar a las visitas, sin embargo sí que cuentan con su propio patrimonio natural y si el visitante muestra interés y el día es bueno, le pueden llevar a que admire algún árbol enorme y viejo que todos conocen mientras cuentan historias de ladrones en barca que acechaban en la maleza o proezas de pesca.

Uno de los enclaves con los que «más identificados» se siente una gran mayoría también tiene que ver con un cauce: la exclusa 41 del Canal de Castilla empieza precisamente en la Calle de la 41. «El Canal es lo que le dio vida al barrio», apunta Paz, que ve en el mirador al Pisuerga uno de los mayores atractivos del lugar, por los atardeceres y amaneceres que parecen sacados de una postal idílica y porque ese mirador podría haberse servido de un ejemplo de vandalismo y, sin embargo, representa todo lo contrario, la buena vecindad. Tras la intervención de los graffiteros que estropearon las instalaciones, varios vecinos se unieron para repintarlo y redecorarlo.

Cuentan además con un observatorio de aves. «Vemos milanos... Eso no lo ves en otros barrios más céntricos. También se cruzan zorros, hay mucho silencio, mucha vegetación, entorno natural... A nivel naturaleza estamos bastante bien», señalan tanto Paz como Alejandro.

Los servicios y dotaciones no abundan, más bien al contrario. El comercio se reduce a una panadería. Los bares suman tres, más el Centro Asturiano , que lleva años instalado en La Overuela y además de servir de escaparate de la más típica comida asturiana acoge actividades.

El barrio dispone de un centro municipal con biblioteca, de canchas deportivas (que están tratando de conseguir que se las cubran para mayor comodidad en invierno), de uno de los carriles bicis más antiguos de la ciudad sobre el que piden mejoras; también les han instalado los «pivotes del nuevo proyecto Biki de alquiler, aunque faltan las bicis por ahora», resaltan.

No hay centro de salud, ni colegio. La antigua escuela ahora es un centro para las actividades de los residentes. Su proximidad con La Victoria hace de este enclave su referencia para la atención sanitaria de Primaria. Pero lo que más solivianta al vecindario son los estrechos accesos y la escasez de transporte público. «Pasa el autobús cada hora y solo va a Poniente, y eso no sirve para organizarse la vida. Desde el Ayuntamiento lo justifican en que va muy poca gente, pero, claro, si lo ponen cada 5 horas pues iría menos gente. Esto es lo mismo».

Si hay una reivindicación histórica y no lograda por el barrio es las de las conexiones. «El acceso por carretera se hace por el puente de la ronda norte a la altura de la antigua Tafisa, el viejo acueducto con el que se salva el arroyo de Berrocal y es muy estrecho e inseguro. Esto hace que no se desarrolle más el barrio, que no crezca porque en esas condiciones...», explica el ex presentante vecinal, que escribió un libro contando la historia de este lugar.

La leyenda cuenta –aunque Lobato precisa que «se desconoce si es real o no»– que «los juristas de Alfonso X El Sabio redactaron en el antiguo Palacio Real Maribel , en La Overuela, las Siete Partidas»; ese conjunto de normas que buscaban dar uniformidad jurídica al reino de Castilla. En los 40 del siglo XX aún permanecían restos del palacio.

Ese hecho, realidad o no, ha marcado a esta población. La denominación de varias calles responde a esta historia. «La de las Siete Partidas, la del Senado, la de Las Cortes...», apunta Alejandro.

La población ha rejuvenecido con el paso del tiempo. Explican desde la asociación que «muchos jubilados se han ido a la ciudad donde el acceso a los servicios es más sencillo», pero a la vez «muchas familias jóvenes con niños se han venido para alejarse del ruido urbano». De ahí que sea habitual tropezarse con niños en el parque, en la calle Arrabal, que es la arteria principal que atraviesa el barrio, o en cualquier otro rincón de La Overuela.

Las casas no son elevadas en altura. La mayoría conserva dos o tres pisos. En 1955 la Organización Sindical del Hogar construyó una hornada de medio centenar de viviendas. Todas bajas. En 1991 la ciudad cambió el PGOU, se permitió transformar el suelo rústico a urbano y se agregaron adosados y otras construcciones modernas.

La Overuela pasó de ser un territorio de labranza en el que pocos propietarios acumulaban varias tierras agrícolas, con algo de presencia de ganadería, a un barrio en el que sus moradores, «con la industrialización del campo, cambiaron a otros sectores, al empleo en industrias como las cercanas Michelin o Tafisa... «La mayoría ahora trabaja en Valladolid», indica Lobato.

En este barrio tranquilo, el aislamiento es lo bueno y lo malo. «Para los adolescentes es un poco incómodo porque te aleja de Valladolid, para ir a comprar hay que coger el coche o organizarse con el autobús, pero vivimos bien, con calma. Es un sitio en el que estar a gusto», defienden sus vecinos. Al fin y al cabo, tal y como quieren a su barrio, parece que es Valladolid la que está aislada de La Overuela.

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