32 AÑOS SIN RASTRO DE MARÍA DOLORES SÁNCHEZ
«¿Saben algo de mi hija?», el lamento diario de una madre durante 5 años en la comisaría de Medina
32 veranos se cumplen desde la mañana de julio del 90, la última en la que María Dolores Sánchez fue vista en Medina del Campo / La suya es una de las 127 denuncias activas de Castilla y León, 32 en Valladolid
«¿Saben algo de mi hija?» . Un día tras otro durante cinco años Jesusa se alcanzaba a la comisaría de Medina de Campo. Hacía la misma pregunta y se iba consumiendo conforme pasaba el tiempo sin ninguna respuesta. «Iba todos los días a pedir por favor que buscaran a Mari y a ver si sabían algo nuevo». Nunca le dieron ninguna nueva noticia.
Jesusa murió en el 95 sin encontrar a María Dolores Sánchez, de 21 años, de la que se perdió el rastro hace ya 32 años cuando salió de casa a trabajar en julio de 1990. Su caso sigue con tantas incógnitas como entonces. «El día que mi madre falleció nos pidió que no nos olvidáramos de Mari, que siguiéramos buscándola».
Y como sus hijos sí le hicieron caso, en eso andan. En eso llevan las tres últimas décadas. «Si dejamos de buscarla, nadie la va a buscar», exclama Jesusa, con el mismo nombre y misión que su madre, una de los seis hermanos de la joven medinense que entiende que «hablar de ella» es su forma «de ayudar».
La ausencia de Mari ya se prolonga 32 veranos. Aquella mañana del 23 de julio de 1990 , esta joven no cogió el tren a Valladolid al que acostumbraba montarse a diario. Trabajaba como empleada del hogar en una casa en la capital vallisoletana y las dos amigas con las que realizaba el viaje cada día y su familia no se sorprendieron por su falta.
En un tiempo en el que no había móviles y la casa en la que María Dolores Sánchez convivía con sus hermanos y sus padres no disponía de teléfono fijo, ella ya había avisado de que si alguna noche no llegaba a casa era por dormir en el domicilio donde trabajaba cuidando a niños. Pero la siguiente tarde tampoco bajó del tren.
Tenía previsto disfrutar de las fiestas de la parte alta del barrio de la Mota y las alarmas de su entorno saltaron. Descubrieron que ese martes 23 no llegó a la estación. Se despidió de su madre con un «‘Mamá, me he dormido, voy deprisa para no perder el tren’». Esta le replicó: «‘Ten cuidado, hija, luego nos vemos’» . Y nadie volvió a saber de ella. El 24 de julio acudieron a la Policía a notificar su falta. «No nos tomaron en serio. Le dijeron a mi madre que era joven y se habría ido, pero sabíamos que no haría eso», protesta Jesusa.
Nunca han conocido qué le pasó a Mari, María Dolores Sánchez, ni dónde está. El suyo es uno del poco más del centenar de casos de personas que permanecen en paradero desconocido en Castilla y León. El último informe publicado por el Ministerio del Interior en marzo cifra en 127 las denuncias activas en Castilla y León, 32 de ellas en Valladolid, algunas tan antiguas como la de esta joven medinense.
Sobre descubrir su paradero, la familia no tiene demasiadas esperanzas, pero alguna mantienen. «Pienso que le pasó algo ese día que desapareció», comenta Jesusa, triste por el vacío. «Tengo 56 años, me estoy haciendo mayor y me voy a ir sin saber de Mari».
Respecto a las circunstancias de la desaparición sólo sobrevuelan sospechas , pero sus allegados saben que sin certezas no sirven para esclarecer nada, aunque la fuerza de ciertos hallazgos tiene un peso de sombra asfixiante.
Tras faltar María Dolores, sus hermanas rebuscaron entre sus cosas y dieron con unas inquietantes cartas que sólo les ha producido desvelos. Eran misivas escritas por la joven cinco días antes de que se le perdiera el rastro y dirigidas al que había sido su novio hasta poco tiempo antes. «Descubrimos que era una mujer maltratada» , afirma Jesusa, ante fotos y camisetas de su hermana que forman parte de las acciones que han intentado en este tiempo para que el caso no se olvide.
El texto que aún conservan decía así: «Luego llegó un día y me pegaste [...] No puedo escribirte más, te quiero demasiado, pero me hace mucho daño». Jesusa explica que este hombre no sólo no se involucró en la búsqueda de María Dolores, sino que cuando fueron a reclamarle y preguntarle si agredía a la joven respondió afirmativamente. «Me dijo que sólo cuando se lo merecía» , sostiene que le espetó la ex pareja de María Dolores.
El ex novio declaró ante la Policía que había recibido una llamada de la joven diciéndole que estaba en Barcelona con un hermano. «No estaba allí y a día de hoy no sabemos si esa llamada se produjo porque no se investigó», explica la hermana de la desaparecida. «No sé si le ha hecho algo a mi hermana, pero que la pegó, sí, porque me lo dijo él», mantiene Jesusa.
También refiere que tras leer sus diarios descubrió a una joven «triste cuando estaba con él». «Ahora, con el tiempo, ves las fotos en las que estaba sola o con la familia y estaba alegre, pero en las que aparecía con ese hombre tiene otro gesto. Entonces no lo vimos», indica una mujer que todavía sueña con respuestas. «No quiero ni justicia, sino descanso. Que el que le haya hecho algo nos diga dónde está. Quiero saberlo y llevársela a mis padres», expone una emocionada Jesusa.
Las cuatro falsas alarmas
Pese a la falta de resultados, los sobresaltos en este tiempo han sido frecuentes. Hasta en cuatro ocasiones hubo una falsa alarma que removió a esta familia. Cuatro conatos de hallazgos que simplemente se quedaron en más desasosiego. En una de ellas la Policía llegó incluso a llamarles y decirles que la habían localizado, pero que no podían aportar por el momento más información. La alegría duró tres días. Llegaron las disculpas. Creían haberla encontrado en 2002 en un prostíbulo , pero resultó que la confundieron con otra mujer. Aún así, sus hermanas, extrañadas por el lugar pero queriendo agotar cualquier opción, peinaron la zona con carteles con el rostro de Mari por si alguien la reconocía o por si ella misma podía verlo. Nada.
La primera confusión surgió unos meses antes de ese episodio, también en 2002, cuando la Seguridad Social les informó por carta que alguien en su nombre había efectuado un trámite. «Se trató de un error administrativo».
La tercera sacudida se produjo el día que les comunicaron que había una mujer con su nombre y apellidos en Murcia. Fue una amarga coincidencia. Otra joven de un año menos que Mari pero murciana les explicó que no tenía ninguna relación con Medina del Campo ni con su hermana, tan solo compartían nombre. «Hablé con la chica para ver si era la voz de mi hermana».
La cuarta fue una llamada breve y una pregunta del comisario. «¿Mari tenía tatuajes? Hemos encontrado los restos de una mujer que podrían coincidir. En Barcelona». No tenía tatuajes. «Yo solo escuché ‘hemos encontrado los restos’ y dejé de oír más. Pero no era ella. Además, le dieron validez al testimonio de ese hombre, de su ex pareja, pero nosotros no», relata Jesusa.
"Si está ahí, que lo dudo, que sepa que tiene una familia"
En el resto de estos 32 años marcados por este rosario de torturas y falsas esperanzas no ha habido avances. La familia denuncia que tampoco se investigó lo suficiente. «Ahora estamos igual. Van pasando los años ¿y a qué puerta voy a llamar? Hace poco encontraron los restos de una chica que desapareció hace mucho. Lo único que nos queda es hablar de ella por si está por ahí, que lo dudo, que sepa que tiene a su familia».
En el censo de personas desaparecidas del Ministerio del Interior aún cuelga el llamamiento por María Dolores, «de 160 centímetros de estatura. 47 kilos de peso. Constitución física: delgada, ojos castaños y pelo castaño. Cicatriz bajo el maxilar inferior izquierdo con forma de hoyuelo de color marrón. Nariz aguileña y con cejas finas». Si fuera un cartel y no una pantalla los estragos del tiempo se palparían, menos uno, el más importante: la familia la sigue esperando.