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La vallisoletana Mónica G. Álvarez recupera la voz y la memoria de once “heroínas que lucharon contra el fascismo”

Espasa acaba de lanzar la segunda edición de su libro ‘Noche y Niebla en los campos nazis’, que busca “remover conciencias, sacudir sentimientos y no dejar indiferente a nadie”

Mónica G. Álvarez, autora de 'Noche y niebla en los campos nazis'.- ICAL

Publicado por
Redacción de Valladolid
Valladolid

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Fue “el gran sentimiento de responsabilidad” que siempre ha tenido de “mantener vivo el recuerdo de aquellos que fueron silenciados en la historia”, lo que empujó a la periodista y escritora vallisoletana Mónica G. Álvarez a escribir ‘Noche y Niebla en los campos nazis’ (Espasa, 19,90 euros), cuya segunda edición acaba de llegar a las librerías apenas tres semanas después de su lanzamiento. Con este trabajo de investigación, en el cual prosigue la senda que emprendió en anteriores publicaciones como ‘Guardianas nazis. El lado femenino del mal’ (2012) y ‘Amor y horror nazi. Historias reales en los campos de concentración’ (2018), la autora le rinde su “particular homenaje” a once “auténticas heroínas que lucharon contra el fascismo y el nazismo, que elevaron el puño en busca de libertad”. “Quería que las generaciones venideras conociesen sus vidas, sus palabras, sus triunfos y las tomasen como un ejemplo”, explica en declaraciones a Ical.

Según relata, entre las 132.000 mujeres capturadas de cuarenta países que padecieron humillaciones y atrocidades a lo largo de su estancia en Ravensbrück, el único campo de concentración nazi construido expresamente para mujeres, se encontraba un grupo de cuatrocientas españolas. En su nuevo libro recupera las historias de once supervivientes, “antes, durante y después de su paso por el infierno”.

Para lograrlo, emprendió una “ardua y farragosa investigación” a través de libros, artículos periodísticos, documentales o entrevistas, además de la ayuda de tres organizaciones de deportados y supervivientes que fueron “claves”: la de Amical de Ravensbrück y la de Amical de Mauthausen, ambas españolas, y en Alemania, la del Memorial de Ravensbrück. “También fue fundamental el papel de los familiares de estas protagonistas, a quienes en algunos casos he localizado gracias a las redes sociales. Cada uno de los hijos, nietos, sobrinos o amigos de las protagonistas abrió su corazón y su memoria sin remilgos, brindándome una confianza ciega, de la que me siento muy agradecida, y que llegó a emocionarme”, rememora.

Con ellos compartió conversaciones repletas de sonrisas y risas, de nostalgia, melancolía, tristeza y lágrimas, pero también de esperanza y orgullo por haber compartido con sus madres, tías, abuelas y amigas una parte de sus vidas. “Ellas fueron su modelo a seguir gracias a su fuerza, valentía, serenidad, lucha y optimismo, por lo que contarme cualquier cosa, por pequeña que fuese, era traerlas de nuevo a la vida y mantener vivo su recuerdo”, explica.

Raíces bejaranas en el horror

Entre las historias que ha recuperado se encuentra la de Lola García Echevarrieta, nacida en Bilbao en 1901, pero cuyo padre, que se llamaba Enrique, era oriundo de la localidad salmantina de Béjar, zapatero de profesión y militante anarquista muy perseguido por sus ideales políticos. Tras enamorarse de la calahorrana María de los Dolores, el matrimonio se instaló en Bilbao y tuvieron a Lola y a dos hermanos más, Ernesto y Enrique. 

“Desde muy niña, la pequeña Lola se embebió de los ideales de libertad, justicia e igualdad y luchó por ellos tanto en la Guerra Civil española como luego en la Resistencia francesa bajo la identidad de Charlie. Ella fue una de las mujeres que más derrochó valentía y fortaleza física y mental en los campos nazis, quien animó a sus compañeras para que no muriesen con arengas donde se refería a los nazis como ‘animales’, la que cuidó de todas y se convirtió en una especie de madre y ángel de la guarda. Si no hubiese sido por Lola muchas de estas deportadas no hubiesen sobrevivido”, relata.

Todas sus protagonistas, según comenta, fueron capturadas por sus ideales socialistas y comunistas tras luchar contra el fascismo y huir principalmente a Francia y Rusia para participar en la Resistencia como miembros destacados. “La mayoría tuvo una función fundamental en estos grupos para que los camaradas masculinos pudiesen operar sin ser descubiertos: además de camuflarse bajo otras identidades y de estar más expuestas a ser detectadas, hicieron de enlace y de correo distribuyendo información y propaganda antifascista, dotando de armas y de escondite a los miembros de la red, controlando los pasos de montaña, alertando de la presencia de patrullas policiales, suministrando toda clase de cuidados sanitarios cuando se requería y aportando sus conocimientos como taquígrafas y dactilógrafas. Por tanto, sin ellas, el funcionamiento de estas redes de resistentes no hubiese podido llevarse a cabo”, señala. 

“Todas ellas se rebelaron contra la opresión y el totalitarismo del fascismo y del nazismo para que todos tuviésemos esa libertad. Y me refiero a la libertad de vivir en un mundo sin hambre, sin injusticias, sin prejuicios de un sistema intolerante. Lucharon no ya por su propia libertad sino por la libertad de todos a riesgo de morir en el intento”, apunta.

En ese sentido, cuestionada sobre la posibilidad de que una parte tan oscura de la historia pueda volver a suceder, advierte que “un nuevo Holocausto solo se repetirá si permitimos que los discursos de odio, intolerancia y crispación convivan en un estado de democracia”. A su juicio, “el único modo de combatirlos es mediante la educación de la ciudadanía y especialmente de los más jóvenes. Si nuestros chavales aprenden que el único modo posible de convivencia es el respeto, la igualdad, la tolerancia y la lucha por la libertad colectiva basada en la defensa de los derechos humanos y de la dignidad humana, lograremos que las ideologías más extremas y fascistas dejen de alimentarse”. 

Muchas historias por contar

“Sobre el Holocausto todavía quedan muchísimas historias por investigar y contar, muchísimos protagonistas anónimos por dar voz y que no tuvieron la oportunidad de hablar sobre sus experiencias”, afirma antes de explicar que en el futuro seguirá compaginando esta labor de mantener viva la memoria histórica con su trabajo cotidiano como periodista de sucesos, una faceta esta última “complicada en muchos momentos”. “Una no deja de sorprenderse cada vez que se comete un crimen de cualquier índole, porque la maldad se encuentra donde menos te lo esperes”, recalca. 

Los tres libros que hasta el momento ha publicado en torno al nazismo se complementan, subraya, “desde una perspectiva histórica” ya que reflejan “fielmente y de un modo contrastado los hechos acontecidos cogiendo como referencia dos puntos de vista (verdugo y víctima), pero también desde un enfoque de divulgación y aprendizaje”. “En mis tres libros sobre el Holocausto, el lector no solo aprenderá datos y conocerá informaciones reales, también experimentará toda clase de emociones. Podrá llorar, reírse incluso, sentir compasión y esperanza, vomitar odio y, sobre todo, indignación e impotencia. Porque, aunque estos libros son ensayos de investigación periodística y no novelas, habrá algo que le removerá por dentro y de lo que aprenderá. Ese es el leitmotiv en cada trabajo que hago: remover conciencias, sacudir sentimientos y no dejar indiferente a nadie”, concluye.