Diario de Valladolid

Huracán de orejas en una corrida marcada por el viento en Valladolid

Triunfos excesivos de El Juli, El Fandi y Roca Rey, que afrontaron con firmeza la lidia de sus toros ante un público facilón

El peruano Roca Rey torea por la derecha a su oponente entre rachas de viento y una lluvia intensa. JOSÉ SALVADOR

El peruano Roca Rey torea por la derecha a su oponente entre rachas de viento y una lluvia intensa. JOSÉ SALVADOR

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César Mata

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Y, de repente, el ruedo se hizo parque eólico. Y desde el palco, el viento comenzó a agitar pañuelos en un vendaval de trofeos. Descendido el Real Valladolid a Segunda, el coso del paseo de Zorrilla ronda ya la Tercera (sobrepasada con exceso la Segunda B) en cuanto a exigencia de los aficionados.

Así, ante el segundo de la tarde, con volumen y romana, el granadino El Fandi cosechó nada más y nada menos que dos orejas. Oído cocina. Su mérito, un tercio poderoso con los rehiletes. En el debe, estar por debajo de un toro de enorme movilidad, prontitud y codicia. Un animal, de la factoría Garcigrande, que bien pudo ser merecedor de una póstuma vuelta al ruedo. En otras manos seguro. Y en otra plaza el diestro nazarí se hubiera conformado con saludar tras el arrastre de su oponente.

Claro que, con el cuarto, el segundo de El Juli, el guion fue parecido. Tras una faena de porfía, de valor, el madrileño logró sendos apéndices. La estocada, muy trasera, tampoco se tuvo en cuenta. El riesgo del viento, real, no debe transformarse, como un ciego automatismo, en concesión de trofeos a granel. El menudeo no tiene buena fama, pero con la orejas se puede hacer la vista gorda.

Con el que abrió plaza, un astado de Domingo Hernández, terciado de anatomía y de tímida cornamenta, construyó una faena equilibrada El Juli. Dominó tanto al burel que lo acabó avasallando. Apabullante el dominio del matador ante su anovillado oponente. Pinchó con reincidencia. De no ser así, ya saben, dos orejas, o más.

También tocó pelo Roca Rey, en una labor imposible por un ataque agudo de las energías eólicas. Se expuso y mostró firmeza, poco más pudo hacer. La estocada, algo caída, no computó en unos tendidos ávidos de toros y de triunfos, aunque se produzcan por mera ensoñación.

Ante el segundo de su lote El Fandi volvió a exhibir su poder atlético con los garapullos. Y afrontó con firmeza la lidia del quinto pese al huracán desatado en el ruedo. Deslucida la labor, pero la eximente eólica era de ley. La oreja, tras estocada, una nueva dádiva.

No cesaba el viento y salió el sexto, el último de un festejo condicionado por las ráfagas violentas de viento, gañafones del aire que colocan al torero en una posición vulnerable. Arreció la lluvia y se desvaneció algo el viento. El toro postrero se aplomó y apenas le dejó desgranar un par de tandas de cierto mérito. Estocada y, claro, nueva oreja.

Todos triunfadores. Pero no tanto. Sin puerta grande, que en Valladolid no la hay, y sin salida a hombros por aquello de evitar tumultos. Se apagaron las luces y, a lo lejos, en los corrales, se escuchaba el ronco zumbido de los cencerros de los cabestros.

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