Un héroe bajo el tricornio
La serie documental de Amazon Prime ‘El desafío: ETA’ pone en el foco al coronel vallisoletano Manuel Sánchez Corbí, referencia en la lucha contra el terror. Su insistencia rescató a Ortega Lara y sus contactos con Francia favorecieron el descabezamiento de la banda. Ahora batalla contra el olvido
Bajo un tricornio, en los años de plomo, se escondían héroes. Esta es la historia de uno, con tres estrellas de ocho puntas sobre cada hombro y el abnegado sufrimiento en el alma de la victoria contra ETA. Un vallisoletano que rescató a Ortega Lara, descubrió al asesino de Diana Quer y quebró tantas veces los planes de la banda terrorista hasta su disolución .
Pero el coronel Manuel Sánchez Corbí (Valladolid, 1963) sigue inmerso en otra misión. Esta vez contra un intento de atentado invisible, el olvido.
Con la tenacidad, capacidad de adaptación y el decidido paso a la acción que jalonan su carrera, ahora arroja luz sobre 50 años de terror. Participa en el documental de Amazon Prime El desafío: ETA, dirigido por Hugo Stuven .
Está basado en el libro escrito por Corbí y la también miembro del Cuerpo Manuela Simón: Historia de un desafío: cinco décadas de lucha sin cuartel de la Guardia Civil contra ETA.
Dentro de lo que algunos entienden como un laberinto vasco en el que es mejor no perderse, el coronel extrae «un hilo» (tal como reza el encabezado de la serie) desde 1968 hasta la actualidad. Funciona como un control en la carretera de la memoria que sujetan las víctimas y en él paran cuatro ex presidentes de Gobierno, compañeros del Cuerpo, periodistas y ex miembros de la banda.
En un momento en el que la relación de las fuerzas del orden con ETA se asemejaba en cierta manera al castigo de Sísifo –cada vez que empujaba la piedra, volvía a retroceder– él se percató de que insistiendo una y otra vez se conseguía músculo y la piedra se desgastaba.
En aquella nave de Mondragón no hallaban nada. Ni a nadie. Una estantería y unas cuantas máquinas. Ni rastro del zulo del que esperaban rescatar al funcionario de prisiones José Antonio Ortega Lara, que llevaba 532 días secuestrado por ETA. Creían «al 99,5%» que era el lugar, pero tras varias horas de infructuoso registro bajaron los brazos. Hasta el entonces juez de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón pidió la retirada. El desaliento era total.
Incluso Mayor Oreja, ministro del Interior en ese 1 de julio de 1997, recuerda cómo «no lo encontraban, pero la insistencia de un capitán de la Guardia Civil convencido de que estaba ahí» propició que siguieran buscando un poco más.
«Ese capitán era yo» , declara a cámara el coronel Sánchez Corbí.
Y un «desorientado, perdido, ido» Ortega Lara, viva imagen del sufrimiento extremo, no pasó más tiempo retenido en ese inmundo cubículo.
El director de esta serie que refleja «el dolor que queda ahí, que parece que se diluye pero nunca se va del todo», Hugo Stuven, también resalta el papel del coronel vallisoletano aquella noche: «Ya lo dicen en el documental. Si no se hubiera escuchado su voz, se hubieran ido y Ortega Lara habría muerto de inanición porque los terroristas no hubieran vuelto».
El peso decisivo de la tercera generación de una estirpe de guardias civiles –el padre y abuelo de Corbí formaron parte de la Benemérita y se crió en un cuartel de Irún– no se limita a hechos puntuales en la lucha contra el terror, sino a su implicación mantenida en el tiempo.
Veinticinco años dedicó a derrotar a ETA y hasta su final no pidió dejar el Servicio de Información. Lo hizo ya en 2013 para pasar a investigar delitos de corrupción, como jefe de la Unidad Central Operativa, en la que dirigió algunas de las investigaciones más mediáticas de los últimos tiempos.
En los años en los que la organización armada atacó con virulencia a la Benemérita –de sus 860 víctimas mortales, 215 pertenecían al cuerpo y otras 17 eran familiares, entre ellas niños–, Corbí «fue fundamental también por la estrecha relación conseguida con Francia», subraya Stuven. Y es que hasta que no comenzó la colaboración entre fuerzas del orden de ambos países, ETA no dejó de ver en sus refugios galos «un santuario en el que campaba a sus anchas impunemente».
Cuando Sánchez Corbí aprendió a hablar francés en su infancia, mientras jugaba en los patios del cuartel donde residía, no imaginaba que ese manejo del idioma con acento vasco le resultaría tan útil para establecer contactos estratégicos, aliados al otro lado de la frontera imprescindibles para doblegar al enemigo.
El Instituto Armado estuvo «hasta finales de los 80» desprotegido, sin infraestructura suficiente ni datos con los que abordar una lucha antiterrorista con opciones.
Pero las tornas y las estrategias comenzaron a cambiar con la detención del etarra conocido como El Carnicero de Mondragón, al que se le atribuyen 17 asesinatos. Con los conocimientos del funcionamiento de la banda que le sonsacaron, se percataron de que «si uno quiere acabar con ETA, que mata en España, pero vive en Francia, el objetivo debe estar en Francia».
El coronel atrajo a esta causa a dos piezas vitales: el jefe del Servicio de Información francés, Alain Ortega, más tarde su estrecho colaborador, y a la entonces fiscal y ahora jueza del Tribunal Superior de París, Laurence Le Vert, asediada y perseguida por la banda tras involucrarse en su persecución judicial. «Les íbamos a aplastar como moscas», pensó ella, que descubrió «la magnitud de ETA tras un encuentro casual con el señor Corbí en el hall de un hotel».
Tres horas de conversación con este alto mando vallisoletano le sirvieron para determinar que «había que lidiar con esta banda, porque era demasiado peligrosa e injusta».
La maquinaria ya estaba en marcha y se sucedían los hallazgos y los golpes, que eran devueltos de una forma atroz. Con atentados mortales.
La operación en la fábrica francesa de Sokoa «es el origen de la lucha inteligente contra ETA en Francia». Allí obtienen un arsenal, documentos sobre las extorsiones a empresarios, las cartas que enviaban exigiendo «el impuesto revolucionario», los primeros manuales de explosivos de ETA y objetivos para futuros atentados.
La respuesta fue un reguero de muerte: el atentado de Hipercor en Barcelona, que dejó 21 asesinados.
En otra batalla, en la del relato, Manuel Sánchez Corbí también desmonta a la organización terrorista. « El artefacto explosivo de Hipercor no era al uso. Añadieron escamas de jabón. Tenía una finalidad: añadir dolor, crueldad y que las víctimas no tuvieran escapatoria», sentencia el coronel invalidando cualquier excusa de que se avisó previamente de la colocación y no existía intención de que explotara.
De hecho, con la publicación del libro en el que se sustenta el documental y con sus aportaciones a la serie, Corbí rescata un cúmulo de hechos, fechas y declaraciones contra el desconocimiento que favorece el tiempo.
«Es importante este repaso global y quirúrgico a una parte de la historia a través de la gente que lo vivió, que a veces incluso se contradice. Es necesario que se conozca en profundidad también por las nuevas generaciones, porque algunos no tienen ni idea», comenta a este diario el director Hugo Stuven.
El documental refleja cómo la evolución de la Guardia Civil y de la banda terrorista es inversamente proporcional. Cuanto más se fortalecía una, más se erosionaba la otra.
Con Francia de la mano, se produjo a finales del 87 la detención del jefe de los comandos militares, Santi Potros, condenado después por 40 asesinatos. «La Guardia Civil ya tiene confianza en sí misma y sabe cómo trabajar» , explica el coronel a cámara. Con los detalles de los planes que encuentran en poder del detenido dan con Kubati, el asesino de Yoyes, la histórica ex dirigente de ETA.
Años después, con negociaciones fallidas de por medio, detenciones significativas, una tregua que rompe la banda y tras la masacre al cuartel de Vic o el triple atentado de Madrid, en el que mataron a un teniente y entre los heridos estaba una pequeña Irene Villa, se produjo en 1992 una fructífera e histórica operación conjunta francoespañola –gracias en parte a las gestiones impulsadas por Corbí– que descabeza a ETA.
Se salda con la detención de la cúpula de la organización terrorista en un caserío de Bidart, Francia .
Pero una banda más débil se reorganiza. Pasado un lustro, secuestraron a Ortega Lara y asesinaron al joven concejal de Ermua Miguel Ángel Blanco, tras una cuenta atrás que aún hoy encoge el corazón y entonces sacó al país a la calle.
Sirvió para «superar el silencio y el miedo», recoge la serie, que arranca con el dolor del hermano de José A. Pardines, el joven guardia civil de Tráfico primera víctima de ETA. «Impresiona que te lo cuente como si hubiera pasado ayer mismo» , apunta el director. Y termina con el hijo del último asesinado, el policía francés Jean-Serge Nérin, que concluye, como recuerda Stuven, «que seguir con la violencia no tenía sentido».
El 20 octubre de 2011 la banda anuncia el «cese definitivo de su actividad armada». Corbí mira a otros destinos. En 2013 dirige la Unidad Central Operativa (UCO).
Como balance, su labor antiterrorista le valió a Manuel Sánchez una de las más destacadas distinciones francesas, la de la Legión de Honor, y cinco cruces al mérito con distintivo rojo en España. Pero también recibió una condena por torturas de la Audiencia Nacional. Tras una rebaja previa del Supremo, el presidente José María Aznar lo indultó parcialmente y eso le permitió continuar ascendiendo en la Benemérita.
«Ha habido unos malos que han matado durante 50 años y unos buenos que hemos combatido a los malos. Los malos han sido muy malos y los buenos hemos cometido algún error, pero no es equiparable la maldad de unos con los errores de otros», declara el coronel en la producción emitida por Amazon.
Esta no es la primera vez que Corbí salta a la primera línea mediática. En parte del imaginario colectivo está la rueda de prensa que dio como jefe de la UCO para informar del hallazgo del cuerpo de la joven Diana Quer o de los avances en el caso del pequeño Gabriel Cruz , asesinado a manos de la pareja de su padre.
Dos veces casado y padre de dos hijas, una de ellas falleció por una enfermedad, empatiza con las familias de las víctimas y rechaza la excesiva mediatización de las investigaciones, que ha tachado reiteradamente de « ruido » que daña a los afectados.
En esta unidad especializada lideró también distintas investigaciones de corrupción. En ese marco, protagonizó una sonada comparecencia en una comisión en el Congreso sobre la financiación del Partido Popular. «La policía judicial se comunica solo con el juez y el fiscal. Estaría interfiriendo en el curso de las investigaciones» , les espetó a unos parlamentarios visiblemente contrariados.
Volvió a saltar a los titulares cuando Fernando Grande-Marlaska lo destituyó al poco de tomar el control de la cartera de Interior, en agosto de 2018, «por pérdida de confianza» , tras un controvertido correo enviado por Corbí a sus subordinados, referente a paralizar las operaciones que requirieran fondos de gastos reservados, puesto que no había partida para ello.
Sin embargo, pasadas tan solo dos semanas del cese, llegó otra condecoración. La Dirección General de la Guardia Civil le concedió la Cruz de Plata por su trabajo al frente de este departamento de élite.
Destinado a un trabajo más administrativo y con el pasado muy presente, Manuel Sánchez Corbí todavía permanece en una especie de unidad propia contra el olvido.