Diario de Valladolid

Villegas rectifica a Arrimadas y exige a Tudanca que reniegue de Sánchez por escrito para pactar

El número dos de Cs endurece las negociaciones para llegar a un acuerdo con los socialistas y no descarta un apoyo desde fuera, sin entrar en gobierno, en función de la formación por la que se decanten para darle el poder político en Castilla y León

José Manuel Villegas, durante su comparecencia ante la prensa tras la primera reunión del comité de pactos.-ICAL

José Manuel Villegas, durante su comparecencia ante la prensa tras la primera reunión del comité de pactos.-ICAL

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Pablo R. Lago
Valladolid

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No es veleta. Pero sí es donde dije digo, digo Diego. Apenas 24 horas tardó el número dos de Ciudadanos, José Manuel Villegas, en desinflar gran parte de las expectativas que el PSOE de Castilla y León ha puesto en la formación naranja para lograr un pacto que les permita llegar al gobierno y acabar con 33 años de poder del PP, después de haber logrado una clara victoria en las autonómicas del domingo pasado, la primera tras ocho comicios regionales de continua victoria popular.

Si el lunes Inés Arrimadas anunció que levantaba el veto al PSOE para alcanzar acuerdos de gobernabilidad territorial, ayer Villegas rebajó estas expectativas y endureció las condiciones a los socialistas. A tal extremo que más que «muy difíciles», como señaló el lugarteniente de Alber Rivera, parece inviables. Exigirá a Luis Tudanca que reniegue de Pedro Sánchez. Y que además lo haga por escrito.

No es que Villegas expresara algo nuevo a lo indicado ayer por Arrimadas y luego por Francisco Igea, pero sí ha puesto el acento en las condiciones, y que además se rubriquen en un acuerdo escrito que no parece viable que ningún barón socialista pueda aceptar a no ser que cinco minutos antes rompa el carné del PSOE.

Algunos analistas incidían ayer en que esas dificultades se acrecientan para Tudanca al ser un reconocido ‘Sanchista’, como si alguno no lo fuera después del acceso al Gobierno hace un año de Pedro Sánchez. Hoy todos son tan ‘Sanchistas’ como el que más. Por eso resultan un tanto incomprensible los vaivenes de Ciudadanos que un día abren la puerta y al otro la cierran. «Para poder pactar con este PSOE, debe tener claro que tiene que renegar, hacer una enmienda a la totalidad a las políticas de Sánchez», añadió Villegas.

Es más Villegas, al acentuar las exigencias al PSOE, para evitar la incoherencia con la postura que Ciudadanos ha adoptado contra Sánchez desde antes de la campaña de las generales, reconoció que «no vemos» esas condiciones que piden en ningún barón territorial socialista. Y menos en Tudanca, que jamás renegará de Sánchez, precisamente él que se jugó la carrera política apoyando a Sánchez en la carrera de las primarias.

«Lo normal es que lleguemos a acuerdos con el PP», relató Villegas en ese sortilegio de confusión que han pretendido ocasionar en 24 de declaraciones sobre los pactos. Entre otras cosas porque lo normal ha dejado de ser lo habitual en estos tiempos políticos.

Y tras esta sarta de lo que parecen exigencias inasumibles, Villegas expresó «no vamos a pedir ninguna inmolación, en principio no está previsto», según recogen las agencias en sus declaraciones. Es decir, ni sí ni no, sino todo lo contrario. ¿Alguien puede entender los condicionantes de pactos de Ciudadanos? Seguramente sea el meta lenguaje propio de los partidos en tiempos de negociaciones. Ese lenguaje con el que no quieren pillarse los dedos antes de cerrar nada.

Ese lenguaje que no quieren que les haga prisioneros, una vez cerrado algo. Y ese lenguaje, que una vez cerrado con uno algo y nada con otro, les permita exhibir ser propietarios de una falaz coherencia. Y eso no es patrimonio de Cs. Es propio de todos los partidos. Pero Cs va aprendiendo al tiempo que va madurando.

Ese desanimo que ayer cundió en los pasillos de la sede socialista de Castilla y León se convirtió en aire fresco y esperanzador en la vallisoletana sede de María de Molina, donde Alfonso Fernández Mañueco tiene el cuartel general del PP de Castilla y León. Un Alfonso Fernández Mañueco que no ofrece un pose hacia fuera con su «confianza» en el pacto con Igea, sino que de forma interna y en privado transmite esa misma confianza, según algunos dirigentes consultados por este periódico. «Alfonso está convencido de que se va a poder llegar a un acuerdo con Ciudadanos», señala destacado dirigente nacional desconocedor del cuál es el arma oculta del sucesor de Herrera.

La confianza en él es ciega dentro del partido. Saben que es un perfecto equilibrista manejando los tiempos políticos, como ha demostrado durante 16 años haciéndolo al frente de fontanería orgánica para que Juan Vicente Herrera luciera un partido saneado y aseado. Y no hay que olvidar que de pactos sabe lo suyo. Hace cuatro años se bregó de lo lindo para mantener el poder en numerosos ayuntamientos, incluso el que el gobernaba, con apoyo externo, principalmente de Ciudadanos.

Lo que sí se descarta en el entorno del propio Mañueco es la suicida estrategia que algunos le han recomendado de que, en el último extremo y para evitar el gobierno de Tudanca, ofrezca la presidencia de la Junta a Francisco Igea. «Eso es una locura que no está en nuestros planes, ni los de Mañueco ni los de Génova, porque entonces estaríamos acabados», reconoció otro dirigente que conoce el latir tanto de las calles María de Molina, como de la madrileña Génova, donde rugen las estrategias coordinadas del PP.

José Manuel Villegas explicó que los acuerdos «van a tener sus tiempos» y pidió «comprensión» porque esa negociación será en algunos casos «larga y dificultosa». Nada nuevo. Aunque eso sí, el 20 de junio, todo despejado. Porque ese día se sabrá quién sustituirá al burgalés Ángel Ibáñez en la presidencia de las Cortes.

Presidencia de Cortes

Porque pacte con quien pacte, y pacte cómo pacte, todos los actores dan por seguro que la presidencia de las Cortes será irremediablemente para un parlamentario de Ciudadanos. Y eso ya dirá quién es el novio elegido, en vista de que el propio Igea se autoproclamó en campaña como «la novia deseada por todos», en una sutil metáfora que pronosticaba lo que está ocurriendo estos días.

Villegas ni descartó ni clarificó cuál será fórmula por la que finalmente se decantarán para apoyar un gobierno, sea del PP o del PSOE. Aunque reconoció que la mejor forma para «aplicar políticas nuevas es participando en esos gobiernos», tampoco descartó que pueda optar por un apoyo desde fuera facilitando la abstención. Todo dependerá de las estrategias finales, una vez que los analistas de Ciudadanos pulsen cómo reacciona tanto la militancia como la ciudadanía a un posible acuerdo con los socialistas o con el PP.

Hay dos ejes fundamentales que están en el imaginario de Ciudadanos y de los votantes. Y los dos ejes clarifican las imposibilidades de un acuerdo con el PSOE y de un acuerdo con el PP. Pactar con el PSOE es pactar con Sánchez, se pongan como se pongan, y todo lo que han demonizado hasta llegar al cordón sanitario nacional en torno a la figura del presidente del Gobierno.

Pactar con el PP es dar continuidad a los 33 años de gobierno en Castilla y León de difícil justificación tras el pacto de la necesaria regeneración de Andalucía, incluso con la imprescindible participación de Vox para acabar con un régimen de 36 años de socialismo. Teniendo en cuenta además que en Andalucía se desalojó al partido ganador bajo la tesis de la imperiosa necesidad de cambio. Mientras que en Castilla y León el partido arraigado en el poder durante décadas perdió en las urnas y lo hizo por primera vez en 33 años.

Lo difícil es ahora tanto para el PP como para el PSOE exhibir su mejor inteligencia estratégica para que Ciudadanos encuentre un camino con el que sortear los dos citados condicionantes que ciegan el paso a ambos.

Serán días en los que Tudanca y Mañueco requerirán más que de consejos al uso, de la mejor y más brillantes perspicacia y el ingenio con la que vestir las virtudes de un acuerdo. Y que es especialmente sea Ciudadanos, y no PP y PSOE, quien pueda presumir públicamente de esas virtudes.

De momento Ciudadanos con este ir y venir, decirse y desdecirse, trata de marcar los tiempos y dejar claro que son ellos los que llevan la iniciativa, según confiesan en el entorno de Rivera fuentes consultadas por este periódico. La decisión última la tiene Rivera. Y es posible incluso que ya la tenga. Y si alguien la conoce además del propio Rivera es Villegas, su persona de confianza. Pero también es cierto que hay que escenificarlo todo y lo propio es que la novia se haga de rogar, como marcan los cánones del cortejo político.

Pero además de la frontera ideológica marcada por la necesidad de renegar del independentismo y apoyar la aplicación del 155 en Cataluña, existen otros puntos de fricción en política de gestión. La política fiscal es otra línea roja que marcó ayer el hombre de máxima confianza de Albert Rivera. No admitirán subidas de impuestos. Y ahí colisiona frontalmente con uno de los ejes de la campaña de PSOE de Tudanca, que se hartó de prometer subidas de impuestos para las rentas más altas con el objetivo de minorarlas a las más bajas. O el impuesto de sucesiones, cuya supresión es un promesa repetida hasta la saciedad por Igea frente a la negativa contundente de Tudanca a prescindir de un impuesto que en sus palabras «sólo afecta a los más ricos de Castilla y León». Es decir, según los datos aportados por Tudanca 812 en el último balance tributario.

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