«Perdí todo en mi país, pero quiero demostrar que puedo ser útil»
Llegado tras escapar de Siria, I., de 36 años, vive con su mujer y sus dos hijos a la espera de una oportunidad
Cada mañana, lo primero que hace I. es mirar su whatsap, siempre con el temor de recibir malas noticias de su país, Siria. Allí tiene a su padre y a sus hermanos y las imágenes diarias que llegan desde allá le tienen casi en vela durante la noche. Asegura, durante un descanso en las clases de español que recibe en la sede de Accem, que tarda mucho en dormirse y luego se despierta muy pronto por la mañana para repetir el mismo gesto: abrir su whatsap. Habla tranquilo pero con gesto cansado, con traductora por medio aunque ya entiende y habla algo el castellano, y prefiere omitir su nombre y evitar su rostro en la fotografía.
Recuerda con precisión que salió de Idlib, su ciudad natal al noroeste de Siria, un 11 de marzo de 2016 con su mujer, embarazada, y su primer hijo, que hoy tiene tres años y medio. Ahí empezó una odisea de le llevó a Madrid el 23 de agosto del pasado año. Durante ese año y medio pasó por Turquía antes de recalar en Grecia, hasta donde llegó, afirma, «en una barca de plástico» y al recordarlo gesticula con las manos para describir la forma que tenía la chalupa en la que arribó a territorio de la Unión Europeo. Todo ello, claro, tras pagar unos 2.000 euros, una pequeña fortuna en un país como Siria, a las mafias que se aprovechan de la necesidad acuciante de escapar de los refugiados.
¿Cómo afronta el futuro? «No hay futuro», afirma cabizbajo I., de 36 años, preocupado sobre todo por el porvenir de sus dos hijos: uno de 3 años y 7 meses y el más pequeño, nacido en Grecia, de año y medio. Al frente de una pequeña empresa de construcción en su país, sólo pide «un empujón», que le den la oportunidad de demostrar que puede «ser útil» y que tiene «muchas ideas». Afirma que ha «perdido todo», pero quiere que sus dos hijos «tengan un futuro».
Con una guerra que se prolonga ya desde hace cinco años y que ha dejado cientos de miles de muertos y muchas de las ciudades de su país reducidas a escombros. I. calcula que habrán de pasar al menos «diez años» para que la situación en Siria pueda normalizarse. Su horizonte ahora está aquí, en Valladolid o en otro lugar de España en el que pueda empezar de nuevo y ver crecer a sus hijos en paz.