Valladolid acoge a 170 refugiados de 14 países huidos de la guerra y la violencia

Valladolid, por su situación geográfica, lejos de la costa, ubicada en el interior, resulta un tanto apartada de las rutas migratorias para los refugiados que llegan a España. Y sin embargo, 170 de estos exiliados de sus países de origen viven en Valladolid, algunos de paso, a la espera de que el Gobierno les asigne un destino, otros ya asentados aquí para seguir el protocolo establecido hasta que el Ministerio de Asuntos Exteriores decida si acepta su petición de asilo.

Huyen de países devastados por la guerra como Siria o de lugares en los que se libra una confrontación soterrada como Irak y Ucrania. Pero llegan también desde Palestina, Camerún, Costa de Marfil, Mali y muchos, cada vez más, desde Venezuela, un país que lleva camino de convertirse en un estado fallido, y de Honduras y Guatemala, asolados por las ‘maras’, las pandillas urbanas, aunque rara vez sea noticia esta situación de violencia enquistada que deja cada año miles de muertes. Así, refugiados de hasta catorce países y territorios, algunos con sus familias, residen en Valladolid en pisos de acogida o en viviendas alquiladas y buscan una oportunidad para rehacer sus vidas y quién sabe si poder regresar a su país un día. Aunque lejos ya de la violencia que les obligó a huir, la vida no es fácil para ellos.

Durante los seis meses que dura la fase de acogida, aquellos que no hablan castellano recibirá clases para manejarse con el idioma. La lengua será clave para la segunda etapa, la de integración, un periodo que empieza a partir del sexto mes y que se alargará durante año y medio. Es aquí cuando empiezan las dificultades.

El programa está pensado para que estos refugiados que lo han perdido todo en sus países puedan empezar de cero, aunque el objetivo último de muchos de ellos es regresar a casa. Es a partir del sexto mes cuando dejan el piso de acogida para iniciar una vida ya independiente, aunque todavía dentro del programa de acogida, y buscar una vivienda de alquiler. «En la primera fase (la de acogida) hay mucha solidaridad de las administraciones, pero luego tenemos muchos problemas para encontrar una vivienda de alquiler», afirma Irene Sánchez, coordinadora de Accem en Valladolid. Todavía hay quien tiene reparos a la hora de alquilar una vivienda cuando el inquilino es extranjero y en Accem lo saben bien.

Accem es, de las tres organizaciones que se ocupan de la atención de refugiados en Valladolid, entre ellas también Cruz Roja, la que tiene más a su cargo. De los 170, 107 están bajo la tutela de esta organización: 67 de ellos en la denominada fase 0, es decir a la espera de que se les asigne un destino, que puede estar en cualquier lugar del país, y 47 más, ya en la etapa de acogida, repartidos entre los 9 pisos que gestionan, dos de ellos cedidos por el Ayuntamiento.

Encontrar un trabajo es la gran aspiración de los refugiados asentados en la ciudad, pero sí ya resulta difícil para los autóctonos cuando no se domina la lengua las cosas se complican. «El idioma es su principal problema para encontrar trabajo», asegura Sánchez y añade que pese a no renunciar a volver a su país «las familias con niños lo que quieren es tener aquí una estabilidad» que les permita quedarse.

Pero no todos lo conseguirán. El programa de atención dura entre 18 y 24 meses y transcurrido este tiempo el Gobierno decide si concede o no el asilo. La estadística revela que la respuesta es positiva en el 40% de los casos. Pero el 60% restante pasaría a estar en situación ilegal y con riesgo de expulsión. Un duro revés tras acariciar el sueño de una nueva vida.

Problemas para alquilar viviendas

De los 170 refugiados asentados en Valladolid, 82 son varones y 88 mujeres y de estos 105 son adultos y 65 menores. Del total, 16 son reubicados, es decir llegados de otros países de la Unión Europea como Grecia o Italia y 6 son reasentados, grupo en el que están los procedentes de campamentos de refugiados, en este caso del Líbano y de Turquía. Cada uno con una peripecia vital, lejos de sus casas, en una ciudad extraña para ellos, la adaptación es dura. El coordinador de Accem en Castilla y León, Daniel Duque, considera que «Valladolid responde bien», pero añade que «el principal problema que tienen las organizaciones es que no encuentran pisos cuando salen de la fase inicial».