Diario de Valladolid

«El Erasmus no se acaba si tienes una pareja de allí»

Más de nueve millones de estudiantes y voluntarios han vivido una experiencia Erasmus desde que el programa se implantó en 1987 / Muchos se quedaron en su país de destino y se establecieron allí con un trabajo y una familia internacional

Pilar, que estuvo en Sligo, con su familia en Alicante, donde viven actualmente.-E. M.

Pilar, que estuvo en Sligo, con su familia en Alicante, donde viven actualmente.-E. M.

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Alba Camazón

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Primero en el corcho de la universidad y ahora en el ordenador de cada casa, la misma situación se repite generación tras generación. Los estudiantes se congregaban antes frente al tablón de anuncios de la universidad, y ahora pulsan F5 para actualizar la web de forma compulsiva. Y todo para saber en qué país vivirán el próximo curso. Desde hace 31 años, cientos de alumnos se marchan a tierras extranjeras durante unos meses para estudiar en otro país.

El Erasmus nació en 1987 como un programa de intercambio para estudiantes de enseñanza superior. Ese año participaron 3.200 personas de once países. Desde entonces, el programa Erasmus implicó a nueve millones de jóvenes, según los datos de la Comisión Europea.

Aunque parezca que hay una diferencia de edad enorme entre los más veteranos y los recién aterrizados, la expectación, los nervios, la alegría y los sueños continúan allí, en cada uno de los que se atreven a –y pueden– sumergirse en otro país durante varios meses.

Pilar Perlines salió de una de las primeras hornadas de Erasmus, la de 1994–1995. Con un par de maletas y lo puesto se marchó a terminar Empresariales a Sligo, en el noroeste de Irlanda. Después de un año entre las verdes montañas, decidió quedarse en Sligo, donde tuvo mucho éxito profesional y personal. Allí fundó una gestoría y una familia con un irlandés, Tim. «Fue una experiencia bárbara y fantástica», afirma a este diario la salmantina, quien asegura que el Erasmus «te abre los ojos, te quita complejos y adquieres valores».

«En aquella época no tenía ni idea de inglés, estábamos en desventaja», explica Pilar. Así que decidió sumergirse con Erasmus e irlandeses. Alquiló una casa con dos hermanas irlandesas y se aseguró de conocer gente y mejorar en inglés, que eran sus propósitos.

Cuando terminó el curso en Irlanda, volvió a Salamanca con un programa de prácticas similar. Y volvió a Sligo, como un imán. Ahí ya sí que decidió quedarse. Conoció a su actual marido e hizo su vida allí. En Sligo tuvo a Luna y adoptó a Beleteche y Tarikayehu.

Sin embargo, la lluvia y las nubes irlandesas obligaron a Pilar a volver a España «Me fui buscando el sol, pero he dejado allí a mis mejoras amigos y toda mi vida», asegura desde Alicante. Salamanca no tenía toda la melanina que le pedía el cuerpo. «La oscuridad que tienen en Sligo era lo más difícil. Todos los días eran malos y cada vez el clima era peor», subraya.

Así que traspasó la empresa que había montado y se llevó a las niñas a una zona de sol y playa en 2015. Y pese a los cambios de estos últimos años, la familia de Pilar está estructurada en base a la decisión que tomó Pilar hace 24 años de irse a una ciudad irlandesa de 17.000 habitantes.

Como Luna, Beleteche y Tarikayehu, que no estarían donde están de no ser por Pilar y Tim, hay más de un millón de bebés Erasmus, según los datos que maneja la Comisión Europa. Inés es una más. Fruto de un Erasmus en Montpellier (sureste de Francia), tiene poco más de dos años. Su madre, Marta Hernández, natural de Soria pero estudiante de Farmacia en Salamanca, se marchó en 2004 a Montpellier de prácticas en un hospital.

En una fiesta Erasmus conoció a su pareja, Thibaud, que formaba parte del comité de bienvenida, organizado para ayudar en cualquier cosa a los estudiantes extranjeros. Cuando Marta volvió a España, se apuntó a un curso en Valencia. Y Thibaud decidió hacer un curso intensivo de castellano en la misma ciudad. Ahora viven en Barcelona.

«Lo bueno tener una pareja de la ciudad a la que vas de Erasmus es que no terminas de desvincularte de ella. La experiencia no se acaba», explica la soriana.

Poco a poco, fue juntándose más con los franceses que con el resto de extranjeros, puesto que muchos se fueron en verano, y ella todavía tenía que terminar su contrato de Erasmus prácticas. «El Erasmus te permite conocer a gente de otros países y culturas, y ver otras maneras de trabajar y salir, con ambientes con una mayor mezcla cultural», asegura Marta, que sigue en contacto con personas que conoció durante esos meses que marcaron el rumbo del resto de su vida.

Quizá este sea uno de los grandes arrepentimientos de María Díez, burgalesa. Ella estuvo el curso pasado en Covilhã, a 200 kilómetros al este de Coimbra, Portugal. «Estaba todo el día con españoles. De hecho, ya teníamos un grupo de Whatsapp antes de irnos, porque muchos nos conocimos a través de Erasmusu –una web que pretende ayudar a resolver dudas a los Erasmus sobre la vida en su ciudad de destino–, los grupos ya estaban más o menos formados, incluso», explica esta economista.

«Si pudiera, volvería atrás y lo haría de otra forma», sentencia María. Ella estaba cursando su segunda carrera cuando decidió irse de Erasmus, así que se fue con 25 años, cuatro más de los que suelen tener la mayoría de estudiantes. María asegura que había gente «de todas las edades que era muy sociable».

Esta fue la primera vez que salía de casa y se enfrentaba al mundo más allá de su ciudad. El principal reto que tuvo ella fue el idioma, porque «no tenía ni idea de portugués», idioma que aprendió en el año que estuvo en Covilhã.

Internet ha marcado una forma diferente de comunicarse entre Erasmus. Facebook no solo se usa para encontrar compañero de piso o un amigo con quien tomarse una cerveza, si no que también es una herramienta para conocer las actividades y excursiones que organiza la universidad.

«Gracias a Facebook te enteras de todo», explica Eva Rodríguez, que esta estudiando este curso en Coleraine, Irlanda del Norte.

«Irte de Erasmus te permite conocer desde dentro un país y su cultura, además de relacionarse con gente de otros países», asegura esta alumna de Estudios Ingleses.

Ella se ha sumergido tanto en la cultura irlandesa que está en un curso de danza tradicional irlandesa. «Era una actividad que sentía que solo podía aprender allí, y que me metía más en la cultura irlandesa. No podría aprender danza irlandesa en otro sitio», sentencia Eva.

Sin embargo, el Erasmus no solo permite ver las diferencias entre las culturas europeas, si no que los alumnos también pueden ver lo que les une. Un espíritu común de aprender del otro, de ser independiente y formar su propia vida. Y siempre quedará esa muletilla que tanto se repite: «Ojalá pudiera volver de Erasmus».

Casi 2.000 se van de Erasmus

Pese a las dificultades económicas que rodean a muchos estudiantes universitarios, cada vez son más los que hacen un esfuerzo por pasar un año de Erasmus en un país europeo.

El pasado curso salieron 1.894 alumnos de las universidades públicas de Castilla y León, según los datos proporcionados por las instituciones a este diario.

La Universidad de Valladolid (UVa) es el centro de educación superior que más alumnos envía, 674 según su información. Por detrás está la Universidad de Salamanca (USal), con 542 estudiantes enviados. La Universidad de León (ULe) y la de Burgos (UBu) envían un menor número, 401 y 277 universitarios, respectivamente.

Los destinos favoritos de los Erasmus castellanos y leoneses son Italia (534 estudiantes) y Portugal (268) por la similitud entre las culturas e idiomas con las castellanas. Otro país vecino, Francia, es el tercer estado receptor de alumnos de la región, con 164, seguido de Reino Unido, que el curso pasado acogió a 160 universitarios.

También por encima del centenar de estudiantes Erasmus están Polonia (125), donde se imparten clases en inglés y con la ventaja económica que supone el cambio de divisa entre el euro y su moneda, el zloty; Alemania (119), cuya situación económica puede beneficiar al alumno que se plantee quedarse allí después; y Bélgica (112), la cuna de la integración europea y los valores compartidos por los países europeos.

Irlanda es otro de los países más solicitados entre los universitarios de la región, con 78 alumnos que estudiaron en algún punto de la zona irlandesa de la isla.

Los idiomas utilizados en estos países son o bien muy cercanos al castellano –italiano o portugués–, primera lengua extranjera de los estudiantes –inglés– o segundo o tercer idioma –francés o alemán–.

Además, las universidades suelen impartir cursos gratuitos para los alumnos que así lo deseen. De esta forma, pueden mejorar en un idioma que ya conozcan o aprender uno nuevo que les parezca más interesante.

Los países que recibieron un menor número de Erasmus de Castilla y León fueron Luxemburgo (1), Estonia (1), Malta (2), Croacia, Lituania y Turquía (3 cada uno), Islandia (4) y Chipre (5). Esto se debe, en parte a las condiciones climatológicas de los países, que los hacen menos atractivos, a su lejanía respecto a Castilla y León y a su reciente incorporación a la Unión Europea, o incluso la misma falta de ella, como es el caso de Turquía.

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