La última ronda del ‘Portillano’
A punto de cumplir 80 años, el mítico bar del barrio de La Pilarica echa el cierre tras tres generaciones de la familia Capellán / Pioneros en tener televisión en Valladolid, sus patatas bravas alcanzaron el nivel de manjar / «Nos vemos al otro lado de la barra», exclama el dueño
No hay como el calor del amor en un bar cantaba Gabinete Caligari en su mítica canción tarareada por todos en momentos de ensalzamiento de la amistad. Y sí ese calor perdura en el tiempo durante 79 años (casi 80), ese ardor transforma el bar en un hogar. Algo así ha ocurrido con el bar ‘El Portillano’, situado en la calle Gabriel y Galán 22, junto a la plaza de Rafael Cano, que tras ocho décadas de cafés, cañas y patatas bravas ha echado el cierre. Uno de los lugares más emblemáticos de la hostelería vallisoletana y que forma parte de la historia viva del barrio de La Pilarica.
«Pues esto es todo amigos. Muchas gracias a todos por venir este último ‘finde’ a acompañarnos. Os queremos la hostia y nos veremos al otro lado de la barra», así se despidieron los dueños del bar, Javi Capellán y Pili, de todos sus clientes a través de las redes sociales. ‘El Portillano’ deja un hueco muy grande en los corazones de sus fieles clientes. Y es que este bar guarda detrás de su barra millones de anécdotas, recuerdos y secretos que muchos han querido compartir a través de su página web de Facebook.
La persiana se echa por «aburrimiento» asegura Javi Capellán, dueño del bar en la actual tercera generación. «No es un tema económico, hemos estado muy a gusto, pero después de tantos años hay que decir basta. No merece la pena tener tantos quebraderos de cabeza y no llegar a un sueldo normal. Son 24 horas de dedicación», explica. Como dice otra canción en este caso de Platero y Tú, Tras la barra del bar, una vida se va. Hay pena «en lo sentimental, pero «no en lo personal». Tanto él como su pareja tienen trabajo y reconoce que se quitan un «pesazo de encima».
De momento ‘El Portillano’ no está en venta ni en traspaso. Por eso las casi mil botellas de whiskys, las más de 200 bufandas de equipos de fútbol y los millones de recuerdos quedarán tras esa fachada de Gabriel y Galán 22.
Fue el abuelo de Javi, Roque Capellán quien abrió las puertas de este establecimiento el 1 de enero de 1938 en una casa molinera en el mismo emplazamiento donde hoy se encuentra el bar. El nombre fue muy fácil de elegir pues la familia procedía de la localidad de Portillo. Así, no podían faltar los famosos mantecados de ese pueblo: las zapatillas, que según el libro de José Miguel Ortega, Historia de 100 tabernas vallisoletanas, costaban lo mismo que el chato de vino, una perra gorda. Un camión con 204 cántaros, es decir 3264 litros, duraba poco menos de dos semanas.
Posteriormente el negocio pasaría a manos del hijo, Félix, con su mujer Roge, famosa por su «bacalao, callos y mollejas». Ellos fueron los encargados de convertir el establecimiento un hogar para sus clientes. Aquí estuvo uno de los primeros televisores que llegó a la ciudad. «Se quitaban las mesas y la gente iba allí como si fuera el cine. Cosas de mi abuelo», recuerda. Aunque fútbol y toros eran los eventos favoritos, el baile también se convirtió en otra cita obligada.
Pero si por algo se recordará este emblemático lugar será por sus patatas bravas. Media ciudad del Pisuerga se acercaba hasta el barrio para saborearlas. «Casi era conocido como el ‘bar de las patatas’», recuerda Capellán.
El fútbol siempre ha estado presente en sus mesas. Varias peñas del Real Valladolid han tenido su sede aquí, y por supuesto de la Unión Deportiva Pilarica, cuyos jugadores reunidos en torno a unos botellines de cerveza analizaban cada partido disputado.
El Portillano lo ha visto todo menos una cosa. El famoso soterramiento del tren para evitar que su barrio siga incomunicado con Valladolid. «Es algo que hemos padecido las tres generaciones y que lamentablemente seguiremos haciéndolo», apunta Capellán. ‘El Portillano’ ha sido testigo de euforias y robustos abrazos con la victorias deportivas. El dueño siempre recuerda los ascensos del ‘Pucela’ y como no, el histórico gol de Iniesta en el Mundial de Sudáfrica. ‘El Portillano’ se ha llenado de nostalgia rebobinando recuerdos de los que están y de los que ya no. «Hemos visto pasar generaciones completas. Abuelos, hijos, nietos, bisnietos. Gente que se ha casado y se ha separado». En definitiva, una gran familia al calor del amor en un bar.