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El cálido refugio para un destierro

Lleva 7 meses en España y es uno de los afortunados que ha podido acogerse al programa del Gobierno de acogida a refugiados que no se ha cumplido en su totalidad

El joven venezolano observa un cuadro de un exiliado abandonando su tierra. .-PABLO REQUEJO (PHOTOGENIC)

Publicado por
J. I. Fernández

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«Nadie se enteró de que me venía, no pude ni despedirme. No eran unas vacaciones, estaba huyendo de mí país por pensar diferente y por eso solo te quedan ganas de llorar». Así relata Adrián (nombre ficticio) su marcha de Venezuela a España. En ese momento dejaba de ser uno más para convertirse en un refugiado, un número en un papel. Este es el drama de miles de venezolanos que salieron de su país debido a la crisis humanitaria y que ahora requieren protección internacional.

Va a cumplir siete meses en España. Con 21 años, era un «buen estudiante» que desde muy pronto se interesó por temas políticos. Eso le costó su huida. «No soy afín a la dictadura y cuando me mudé a otra ciudad comencé a participar en actividades políticas». Un buen día fue asaltado por varias personas con armas y le amenazaron de muerte para que dejara la política. « ‘El chavismo tiene que seguir’, me dijeron». Su relato es parecido al de muchos venezolanos que han abandonado su tierra. En 2016 sus compatriotas han lideraron por primera vez las peticiones de asilo en España con 3.960 solicitudes del total de 15.755. Por detrás solo se sitúan sirios (2.975 peticiones) y ucranianos (2.570).

amenazas de muerte

Adrián sabía que lo siguiente no sería una amenaza. Aunque interpuso denuncias, «allí no sirven de nada». Además el Código no establece como delito la amenaza, solo si hay un intento de asesinato. «Mi miedo es si ya no era un intento», comenta. Los mensajes al móvil o las llamadas amenazantes a su casa provocaron que su madre reaccionara tajante y decidiera que, junto a su hermano, se marchara de Venezuela. En su cabeza nunca estuvo la idea de venir a Valladolid, «me veía en Estados Unidos o Canadá», pero finalmente buscó el billete más rápido y fácil de conseguir y aterrizó en Alicante, donde tenía a unos conocidos. Fue en Cruz Roja donde le asesoraron, ya que el llegó con visado de turista. Lo de asilo político sonaba extraño. No en vano, asegura que cuando en Venezuela se teclean esas palabras en un buscador de Internet, la red se bloquea y es imposible encontrar información sobre ello. Todo era novedoso para él. Comenzaba su nueva vida.

La cabeza de este venezolano no entiende cómo por sus ideales ha tenido que abandonar su país de nacimiento. Sin embargo, no se arrepiente de haberlo dejado todo allí por sus ideales. «Dos maneras de pensar pueden convivir en un país, pero en Venezuela es imposible ahora mismo. Pensar diferente no es para arrepentirse, estoy aprendido mucho», se sincera, este caraqueño que aquí ya ha comenzado a realizar cursos.

España nunca será Venezuela

Lo que para los españoles es un dardo envenenado y la chispa suficiente para hablar de política, para él, es la realidad. «Claro que en mi país no hay papel higiénico en los supermercados y en las farmacias no hay medicinas», advierte. Sin embargo, se ríe cuando se compara con que España puede acabar como Venezuela en unos años. «Mi experiencia personal es que el español se queja mucho. Lo he visto desde que me monté en mi primer taxi al llegar. Aquí todo está muy avanzado, hay suficiente trabajo, dentro de la crisis, pero afortunadamente hay comida. Con paciencia y amor puedes ser feliz, no hay que quejarse, lo que hay que hacer es apreciar más las cosas buenas», afirma.

A más de 7.000 kilómetros tiene a su madre, afortunadamente gracias a las nuevas tecnologías se pone en contacto con ella varias veces a la semana. «Ella está en paz, sabe que acá no corremos peligro y da las gracias a Dios de que nos fuéramos», apunta. Pese a lo que está padeciendo, el joven nunca hablará mal de su país, «es todo por la política, pero tiene mucho que ver y disfrutar. Es todo precioso, gente cálida, playas maravillosas, si el turismo se explotara no necesitaríamos el petrolero», detalla haciendo del mejor embajador del país. Por su parte de Valladolid le gusta «que no es grande ni pequeña, y se puede hacer de todo».

¿Qué espera del futuro? De momento tiene claro que quiere «aprender y ser parte de acá». Aunque extraña su Venezuela, es consciente de que su nación «está muy destruida». «Me gustaría que mis hijos lo conocieran, pero me veo regresando en 10-15 años, y seguro que seré un turista en mi propio país».

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