Diario de Valladolid

ANTONIO GAMONEDA VS LEO HARLEM

‘He conocido a políticos válidos, pero al final el mecanismo los devora’

-J. M. LOSTAU

-J. M. LOSTAU

Publicado por
Alicia Calvo
Valladolid

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Libros amontonados en el sillón, en los estantes, ocupando cada reducto de espacio de la casa... Doce mil títulos repartidos por el desván, el sótano, el pasillo y el despacho en el que el poeta Antonio Gamoneda (Oviedo, 1931) recibe al que en cuestión de segundos se convierte en un viejo conocido, con el que termina estando «de acuerdo en casi todo». Leonardo González, el polifacético humorista conocido como Leo Harlem (Matarrosa del Sil, 1962), viaja desde Madrid hasta uno de los lugares más privilegiados de León capital, a pocos metros de la Catedral, a la casa de un Premio Cervantes al que profesa «admiración».

LEO HARLEM.– Lo vi una vez en Valladolid y no me atreví a saludarle porque no es como ver a un futbolista del Getafe.

ANTONIO GAMONEDA.– ¡Pero si estamos en una profesión próxima!

HARLEM.– Bueno, comunicar y eso. A otro nivel, por supuesto. Un buen amigo, que es poeta, me recomendó su libro Edad. Luego me compré más.

GAMONEDA.– He escuchado algún monólogo tuyo y pienso que el humor crítico es muy oportuno en este momento.

HARLEM.– Intento hacer un humor sociológico, poniendo en solfa lo que nos afecta a todos para que veamos lo tontos que somos.

Ya están sentados. Gamoneda pide permiso para fumar, aunque se encuentre en su propio hogar. Comienza a liarse un pitillo y cuenta que fuma tabaco de liar «por nostalgia de la juventud». Su despacho se extiende en una ‘ele’ y, junto a los libros, aún resta pared para dos retratos de sus padres y un puñado de máscaras africanas, americanas y asiáticas.

Harlem repara en la abundante biblioteca, que combina Moby Dick con obras de Fernando de Rojas y de Modesto Llamas Gil. Gamoneda, que se percata, sonríe con cierta picardía. «Si los viera ahí puestos una de mis hijas... Como castigo, dejaré en herencia todos estos libros para que los ordene bien».

Entonces el humorista advierte de que recibirá una llamada de trabajo, y el escritor se compadece.

GAMONEDA.– Malditos teléfonos. Yo sé colgar, descolgar, veo que tengo 189 mensajes y ya.

HARLEM.– También estoy en contra de ellos. No tengo WhatsApp ni quiero. Nos quedaríamos sin tiempo de nada.

Gamoneda relata cómo consume el suyo frente al ordenador. Ha dormido tres horas. Su segundo tomo de memorias y «despachar miles de correos» originan sus desvelos.

Harlem combina la grabación de la película Villaviciosa con la preparación del espectáculo teatral Hasta aquí hemos llegado, que estrenará en septiembre. «Afortunadamente trabajo no falta. Llevo unos años buenísimos».

PREGUNTA.– Los dos son vecinos de acogida, de León y de Valladolid. Ambos alcaldes han estrechado lazos. ¿Cómo han vivido ese antagonismo histórico entre sus ciudades?

GAMONEDA.– Que estrechen lazos, pero bien hechos, que los aten y, si se portan mal, incluso, que lleguen al ahorcamiento.

HARLEM.– Ja, ja, ja. Es una forma de verlo. Nací en El Bierzo, me crié en Valladolid desde los ocho años y no he tenido ningún problema. Siempre ha habido una rivalidad, sobre todo deportiva, pero me han tratado bien todos. En León dicen que soy medio de Valladolid y en Valladolid, que soy medio de León. No quiero líos.

GAMONEDA.– Me ocurre con Asturias.

P.– El Valladolid ‘facilitó’ el descenso de la Ponferradina ¿Esto agravará el pique?

HARLEM.– Soy aficionado de la Ponfe y socio del Valladolid. Los dos están en horas bajas, pero confiemos en un ascenso pronto.

GAMONEDA.– Yo, como ya vi un partido hace 75 años...

HARLEM.– Te diste cuenta de qué iba aquello.

GAMONEDA.– Yya vi bastante.

P.– ¿Son del Reino de León o de Castilla y León?

HARLEM.– Es complicado. Si dices Castilla y León parece que ya no estás por León y si dices León, ya no estás por Castilla...

GAMONEDA.– No hay berciano malo, para empezar. Yo no distingo tampoco.

P.– Leo Harlem ha venido en AVE, impensable hasta hace poco más de un año. ¿Cruzarán la Autovía Valladolid-León terminada o será una eterna promesa incumplida?

LEO HARLEM.– Como no tengo carné... El coche es una esclavitud, como el móvil.

GAMONEDA.– Somos almas gemelas.

HARLEM.– La A-60 algún día la terminarán.

GAMONEDA.– Cuanto menos autovía y menos coches, mejor. Las ciudades serían más hospitalarias y no crecerían tanto. Viajar sería viajar y no meterse en una caja de zapatos. Si no se hubiera montado el motor de explosión o dejásemos de tener envidia al vecino, la estructura de la propiedad sería otra y habría menos desigualdad. Pero, eso sí, estoy a favor de los servicios públicos.

P.– La política siempre está revuelta. ¿A los políticos les hace falta humor, poesía...?

HARLEM.– Los veo tristes.

GAMONEDA.– El político, aunque no se dé cuenta, y salvo excepciones, muda de especie, deja de ser espontáneo y amigo de sus amigos.

HARLEM.– Es empobrecedora. Vampiriza a la gente que está dentro y le quita energía.

GAMONEDA.– No pueden tener la postura humanista que podrían tener en la cotidianidad sencilla, ni ser naturales.

P.– En unas horas [por el pasado viernes] comenzará la pegada de carteles. ¿La repetición de elecciones es un chiste o un verso suelto?

GAMONEDA.– Un gasto majadero.

HARLEM.– No es ni chiste. Estamos igual o peor que hace seis meses. Es marear la perdiz y provoca hastío y cansancio.

GAMONEDA.– La democracia lo permite. Tenemos una democracia ficticia que enmascara una dictadura económica.

HARLEM.– Ya. Todo es dinero. La economía manda. Vivimos con unos cánones de vida donde la gente acumula y tiene de todo.

GAMONEDA.– Han sustituido el pensamiento por una falsa ideología, el consumismo.

HARLEM.– En una crisis, cómo se explica que todos los miembros de una familia tengan un móvil de 400 euros. Por ignorancia, la gente ha depositado su felicidad en cosas. No vale dar un paseo, hay que tirarse en parapente, caer en una tabla de surf, correr, coger una moto... Eso es disfrutar. No parar.

P.– Leo Harlem dice que de política y religión no se pronuncia. ¿No se puede hablar claro sin que alguien se moleste?

HARLEM.– Hay gente que tiene mucha sensibilidad para ciertos temas. Intento evitar el conflicto. Me gusta trabajar y que no me machaquen.

GAMONEDA.– Estoy contigo. Lo que quiero es mi soledad, mi compañía y mi trabajo, que es el que me despeja las depresiones. Pero a veces existe una necesidad biológica de ser políticamente incorrecto. Te hartas.

HARLEM.– Ya, pero tristemente estamos sometidos a la visión de cada vez más gente y es un problema muy grave porque no sólo te reprueban, se meten con tu familia. Estamos indefensos en las redes. La gente necesita retransmitir su vida para sentirse mejor.

GAMONEDA.– No hay contacto humano. Están creando una sociedad tecnificada y tecnológica, sí, pero de soledad.

HARLEM.– Lo venden como que estás en contacto con todo el mundo.

GAMONEDA.– Mentira.

HARLEM.– Se crea un personaje falso. Tienes un amigo en Australia, pero no te tomas un chato con el vecino del segundo. Si no haces eso, si no tienes WhatsApp, eres soso y parece que no estás en el mundo, y no es cierto.

GAMONEDA.– Es una modificación de la vida inaceptable. Tuve una experiencia en las redes mala. Fátima Báñez mantiene la ley por la que los escritores no pueden ser retribuidos si cobran pensión. En una entrevista dije que valoraría si guardar lo que escribía en un cajón o publicar en otro país, y en las redes me pusieron como a un felpudo.

HARLEM.– Volvemos al dinero. El Estado quiere una tajada.

P.– Acaben la frase. Los políticos deberían...

HARLEM.– Leer más y estar más callados.

GAMONEDA.– Eso.

P.– Y no deberían...

HARLEM.– Cobrar. Es su vocación, pues que sirvan.

GAMONEDA.– Empezaría a entender la política si fuera vocacional, no económica.

HARLEM.– Se les llena la boca diciendo ‘mi vocación es servir’ y dicen que se puede vivir con el salario base, pues vive tú.

P.– ¿Tienen la papeleta pensada?

HARLEM.– Suelo votar, pero la política no es votar unas siglas, es el ejemplo de cada uno. Si vives con sencillez y proximidad, generas cosas buenas. No hablo de huerto ecológico, hablo de sensatez, que falta en la política y en todo. Tratas a una persona con amabilidad y lo nota. Vivimos en tensión. Entras en el tren, empujando con las maletas... Eso es incultura.

GAMONEDA.– Quiero votar, pero tengo una gran desgana y dudas.

HARLEM.– Yo, también.

GAMONEDA.– Voy a votar a aquellos –tengo que investigar a ver– de los que hablen peor los poderosos.

P.– ¿Por qué creen que no se ha pactado un Gobierno?

HARLEM.– Han probado unos con otros, churras con merinas, murciélagos con androides, y no sale. Ahora que sea lo que Dios quiera y el último que apague la luz. Sólo está en nuestras manos una pequeña parte. En España, al haber tanta administración local, regional y estatal, hay una parálisis permanente. He conocido a gente en política válida, pero al final el mecanismo los devora.

GAMONEDA.– Cierto, y voy a personalizar. Qué duda cabe de que, como político, Zapatero fracasó, pero, estadísticamente, es el presidente que ha aprobado más medidas sociales.Sólo que tal inclinación social no venía bien a la estructura económica mandante.

HARLEM.– Claro. Todo lo social necesita financiación; para una ayuda no sirve un abrazo espiritual.

P.– ¿Los emergentes partidos, C’s y Podemos, van a escribir páginas nuevas o estamos ante esa vieja broma de que todo cambie para que todo siga igual?

GAMONEDA.– Pues pueden ser muy demócratas ¡ojalá! pero da igual. Las páginas no las escribirán los partidos, las dictará, como siempre, el poder económico.

HARLEM.– La clave de estar angustiado y sometido es deber dinero. A un empleado lo haces fijo y está liada. La gente por el miedo al despido acepta todo. Al final, tener es sufrir.

P.– ¿Han notado algún cambio en el Parlamento autonómico? Hay más colores políticos, pero Herrera sigue siendo presidente.

HARLEM.– Yo ni me he enterado.

GAMONEDA.– Ninguno. Todo sigue igual.

P.– Albert Rivera se preparaba los debates escuchando los monólogos de Leo Harlem ¿Tiene la culpa de que quedara cuarto?

HARLEM.– Hombre, creo que no. Sé que me sigue, pero me sigue gente de todos los ámbitos. Me parece bien que vean humor.

GAMONEDA.– Seguirte a ti es saludable.

P.– ¿Qué le falta a la Comunidad para que sea puerto de llegada y no de salida?

GAMONEDA.– Playa y mar.

HARLEM.– Eso ayuda. Como todo se genera a partir de la industria, te tienes que ir fuera. Le falta saber vender que es una zona privilegiada, de las más tranquilas, y su historia.

P.– Leo Harlem se vio envuelto en la polémica y renunció a ser pregonero de Tordesillas por las críticas. ¿Toro de la Vega, sí o no?

HARLEM.– Lo pasé muy mal. Es muy complicado y tiene difícil solución.

GAMONEDA.– No puedo estar a favor de una tortura.

P.– Son malos tiempos para la economía, ¿lo son para la lírica, para la risa? Cinco millones de parados y miles de personas en la pobreza no parecen un público receptivo al humor o a los versos.

HARLEM.– En el teatro, la gente al acabar nos daba las gracias y nos decía ‘lo he pasado bien y me ayuda a cargar las pilas’. Aquí hay 40 millones de habitantes y hay 60 millones de smartphones. Para mí, la crisis no es sólo económica, es de cabezas.

GAMONEDA.– Perdona, ¿60 qué?

HARLEM.– Millones de móviles.

GAMONEDA.– ¡Ah! La crisis es una artimaña capitalista puesta en marcha por el poder económico, aunque no lo haya pensado ni se haya reunido para ello, por la que el precio del trabajo, los salarios, se ha reducido a la mitad. Y va acompañada de una impostación falsa de las cabezas.

HARLEM.– Estamos más pobres. Como todo es ansiedad, nos sentimos más frustrados y más jodidos.

P.– El paro es un lastre que nadie arregla. ¿Cómo lo harían ustedes?

HARLEM.– Habrá que repartir el trabajo.

GAMONEDA.– No se va a repartir. Va a seguir comprándose fácil, si las cosas no cambian. Y hace falta una revolución de las costumbres, del pensamiento.

HARLEM.– Vivir de otra forma. Estar tranquilo. Uno de los valores más grandes para la calidad de vida es el silencio y vivimos en un mundo en el que se hace ruido gratis. Todo avanza hacia una cultura del ego tonto.

GAMONEDA.– Esto viene todo de una mano fea. El consumismo genera productos que son ruidosos y la solución está en la conciencia ciudadana, en aceptar un modus vivendi más simple porque el poder económico no se sostendría como está.

HARLEM.– Claro. Ves las colas que hay en Primark, de cientos de personas que tienen la falsa sensación de ser ricas porque un calcetín vale 2 euros. Es el concepto de lo efímero.

GAMONEDA.– Esa prenda que te venden por 20 euros está fabricada en Indochina con niños trabajando 16 horas.

HARLEM.– Ahí lo vemos de otra forma. Eso no provoca alarma en las redes.

P.– Ante imágenes tan abrumadoras como la de los refugiados a las puertas de Europa ¿A qué musa acuden?

GAMONEDA.– Una de las cosas que tenemos olvidadas son la receptividad y la caridad. En eso sólo se practica la hipocresía.

HARLEM.– Evadiendo la responsabilidad. Es como un sanatorio de apestados, que lo tienes lejos de la ciudad.

GAMONEDA.– Y nos olvidamos de que nosotros, de alguna manera, apoyamos la Guerra de Irak.

HARLEM.– Porque hacían falta recursos, petróleo, para el coche. Todo al final es el coche.

GAMONEDA.– La prolongación de nuestra falta de pensamiento y sensibilidad consiste en que nos encogemos de hombros, hacemos una cosa de escaparate y se acabó.

HARLEM.– Maquillaje.

P.– Otras noticias que se repiten son las de la corrupción. ¿En qué modo afecta a un poeta y a un humorista este mal social?

GAMONEDA.– Nos afecta mucho.

HARLEM.– El efecto de un político que se corrompe es muy pernicioso, un daño irreparable que tarda en cicatrizar. Si tu padre dice ‘no se roba’, pero no paga en el supermercado, toda la enseñanza se desmorona en un minuto. La corrupción genera desconfianza en nuestros representantes y en el vecino.

GAMONEDA.– La desconfianza y la corrupción se han convertido en normalidad.

HARLEM.– Se ve normal que la gente trinque. Hace que el que esté en una oficina robe 40 lápices y diga ‘Bárcenas es peor’. Con el ‘y tú más’ justificas pequeños hurtos y delitos. Todo lo malo genera cosas malas.

P.– ¿Qué falla en las aulas? ¿Qué introducirían si les dejaran fijar el modelo?

GAMONEDA.– Es necesaria una modificación de todos los niveles de la enseñanza. Habría que entenderla en términos humanistas y humanísticos. Una sociedad insana genera una educación insana, que se maquilla vistiéndose de especialización y eso puede suponer una ignorancia total.

HARLEM.– No es tanto un contenido, como una actitud ante la vida. De comportarse, de tener respeto a profesores y compañeros. Una asignatura tendría que ser estar callado. Mira que yo hablo mucho, pero estoy callado en casa. El silencio es fértil. Cuando estás tranquilo, salen cosas buenas. Los niños viven alocados. Ahora hacen plastilina en inglés y teatro en andorrano. Un niño tiene que aprender a leer y a escribir y jugar mucho. Los conocimientos se adquieren luego. Con seis años aprenden dos idiomas y no saben el suyo. Y pondría dibujo, que te abstrae.

GAMONEDA.– Música creativa. La vida ha cambiado negativamente tanto, que antes en las casas se cantaba y ahora canta por ti la tele.

P.– ¿Deberes sí o deberes no?

GAMONEDA.– Soy partidario de que se hagan niños responsables y de que ellos administren su saber. Para eso hace falta una enseñanza diferente.

HARLEM.– La polémica de los deberes la han planteado los padres; son los que meten en los líos a los niños. El problema es que el hijo supone un problema para el horario de los padres. Hay gente que tiene niños y quiere vivir como si no los tuviera. Ahora se trabaja para tener un nivel de vida alto y no hay tiempo para todo. Hay que quitar al niño los deberes porque si no, no llego a mis actividades. Antes, los niños éramos más maduros y ahora están hiperprotegidos. Un niño tiene cuatro abuelos, cinco tíos. Antes, una abuela tenía 29 nietos. Al final, en todo participa lo mismo, todo es no parar.

[Antonio Gamoneda hace un paréntesis en la conversación. Baja al piso de abajo y aparece con un vino tinto Melior y frutos secos. «Así se trabaja mejor», bromea. Sirve las copas Leo Harlem, que recuerda que durante «muchísimos años» fue camarero en Valladolid. Precisamente, en el desaparecido bar Harlem, de donde tomó su apellido artístico.]

P.– ¿De qué es síntoma que las humanidades se reduzcan en las aulas?

HARLEM.– De desastre.

GAMONEDA.– De que priman las materias aplicadas a la tecnología.

GAMONEDA/ HARLEM.– Es un error [Afirman los dos casi al unísono]

GAMONEDA.– Hace falta una educación humanista, sin ser un maniático de los latines.

HARLEM.– Un punto medio. Ahora lo que sale decir es el eslogan just do it.

GAMONEDA.– Aveces, leo una página y no entiendo nada, con siglas y palabras como sms.

HARLEM.– Vas a bares en los que no pone nada en castellano: chill out, lounge, breakfast, happy hour. ¡A ver si nos centramos!

P.– Una de las últimas polémicas en educación son las reválidas. Cada vez que cambia el color político, cambian las leyes de educación. ¿Tan difícil es el consenso?

HARLEM.– Eso parece. Dan bandazos.

GAMONEDA.– Una sociedad enferma genera una educación insana. Da igual que haya reválida o no, el problema es mayor.

HARLEM.– La educación va más allá de lo académico. Hay gente analfabeta que tiene más educación que mucho titulado; que tiene cultura en la sangre, porque es lista, capaz y respetuosa. Por ejemplo, los que saben de vinos, son los que menos hablan de vino, y el que se lee dos etiquetas se cree Séneca.

P.– Gustavo Martín Garzo dijo en estas páginas que la cultura había perdido el poder de conmover. ¿Lo suscriben?

HARLEM.– La educación y la cultura se han convertido en un producto de usar y tirar. Todo se mueve por las modas. La cultura tiene que ser algo que llegue a la raíz de la gente, que provoque algo dentro.

GAMONEDA.– La falta de conmoción no es sólo por los creadores, que también. El receptivo, la sociedad, está anestesiado y ha perdido sensibilidad.

HARLEM.– Se adormece a la gente; se le hace muy pasiva. Hemos creado un sistema portátil de información que va contigo a todos los lados. Aver qué hacen otros.

GAMONEDA.– Se deteriora la esencia.

HARLEM.– Lo contamina todo.

P.– ¿Por qué creen que la cultura no ha sido cuidada por los gobiernos?

HARLEM.– Porque no interesa.

GAMONEDA.– No pueden cuidarla porque no saben qué es. Los gobernantes actuales han nacido en una sociedad y en una cultura capada, por lo insano de la vida diseñada por el poder económico.

P.– ¿Por qué debería ser una prioridad, cuando hay cuestiones que se alegan a veces como justificación, como el gasto social?

HARLEM.– Porque las personas cultas, no digo de academicismo, sino de cultura general, son más sociables, generan menos conflictos y hacen la vida mejor. Pero no las dominas con tanta facilidad.

GAMONEDA.– Tienen un pensamiento crítico de esta realidad que no va bien.

HARLEM.– Si estuviéramos viendo lo que vemos, pero a la gente superfeliz... pero no. Cada vez está más estresada, más triste.

GAMONEDA.– Más suicidios que nunca, más violencia que nunca.

HARLEM.– Ylos niños con ansiedad. ¿En qué mundo estamos? ¿Cómo va a haber tranquilidad si tu felicidad es tener un coche y el año que viene sale otro? No se para nunca.

P.– Al ministro de Cultura se le olvidó quién es Alonso Quijano. ¿Somos un país un poco inculto, no hemos tenido tino para escoger dirigentes o un desliz así le pasa a cualquiera?

GAMONEDA.– Tendría que saberlo.

HARLEM.– Es un reflejo de lo que hay. La clave es que la gente no lee. Te enriquece. No se puede forzar. Tienes que decir ‘está prohibido leer’, pues mañana me compro un libro. El mayor ejemplo es la familia. Si un padre no coge un libro, aunque pague un colegio que valga 2.000 euros al mes, hay un problema.

GAMONEDA.– Que mis hijas vinieran a la vida y se encontraran con 7.000 libros y con un padre que los manejaba situó su mentalidad aceptablemente.

P.– Y, para ustedes, ¿quién era realmente Alonso Quijano, un genio, un loco o simplemente un español un poco atribulado?

GAMONEDA.– Era un trasunto, una personificación imaginaria del propio Cervantes. Y era un hombre pobre. Crea un personaje que está de parte del oprimido. Dice que está loco, pero deposita en él toda la reivindicación que late en su conciencia.

HARLEM.– Es un Robin Hood.

P.– Parece que los ministros de Hacienda y de Empleo sí están más pendientes de la cultura, de los escritores. Hasta el punto de que Gamoneda amenaza con no escribir.

GAMONEDA.– Los ministros de Empleo, Hacienda, Cultura están en la misma barca y reman con los mismos crueles y entontecidos remos. Es posible que, tras las elecciones, tengamos, desgraciadamente, más de lo mismo.

HARLEM.– El Estado es un dinosaurio que come y no se ve lleno. Trata de rascar de donde puede porque tenemos una maquinaria que cuesta un potosí, donde hay muchísimos sueldos en juego, sobre todo de gente vinculada a él. Te ponen, encima, en posición de que tú eres el insolidario.

GAMONEDA.– ¡Encima!

HARLEM.– En dimensiones artísticas y humanísticas, al nivel que sea, hay que aprender de otros países. Se les valora como iconos vivos de una sociedad porque son los referentes. Pero en una sociedad cuyos valores son gastar, lo accesorio... La gente tiene que hacer cosas que le enriquezcan para ser una sociedad más receptiva a lo creativo y a lo sensible y hacer así que la calidad de vida mejore.

GAMONEDA.– En esa situación desesperante que tenemos los creadores, la actitud que cabe tomar es crítica. Entonces vas a vender menos porque todo el sistema va a decir que mientras no molestes, bien; pero, si alguno se pone realmente pelma, van a por él. A los creadores se nos respeta en la medida en la que seamos vendibles. En proporción.

HARLEM.– Creo que no se respeta nada. La prueba es que España es el país en el que más se piratea del mundo, después de Filipinas. Los libros se venden por ubicación. Te los ponen en una pila, le dices que quieres un regalo y te lo dan, pero no se leen. No es la cantidad, es algo distinto. Si fuera por eso, el mejor vino del mundo es Don Simón porque es el que más se vende. Hay que educar al receptor, hay que crear un ambiente para que la gente demande más cosas culturales naturales. Sin forzar. Para que la gente respete el aspecto creativo, que es otra cosa que han matado las redes sociales. La gente se descarga 5.000 libros digitales de una tirada y no ha leído ninguno. Es mejor que compres uno al mes y lo disfrutes. Solo que para leer bien hay que estar en silencio y, ya se sabe, no hay.

P.– ¿Leo Harlem recomendaría a algún político o a cualquier ciudadano alguno de sus monólogos? ¿Y, según Antonio Gamoneda, cuál debería de ser el libro de cabecera?

HARLEM.– Sí, el monólogo de la cocina creativa, sobre cómo ha cambiado todo. Hemos creado un mundo de cáscara y no vemos la esencia. Es un mensaje a la sencillez. La comida, que es un bien escaso para mucha población, la hemos convertido en un espectáculo. Con todo mi respeto por la profesión, ahora los cocineros son doctores honoris causa ¡Hemos perdido el norte! El mundo avanza hacia la complicación, hacia lo absurdo.

GAMONEDA.– En el caso de que los políticos sean capaces de leer con cierta inteligencia, de una manera cómplice, recomendaría y, se lo voy a poner fácil, los cuentos de Chéjov. Para que tomen conciencia de la naturalidad necesaria en las convivencias y del sufrimiento que pueden originar las desigualdades.

HARLEM.– Yo, para no hablar de política... Bueno, hemos hablado de la vida.

GAMONEDA.– Y de la posibilidad humanista.

HARLEM.– Es que es lo último que nos queda, la posibilidad está en la gente.

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