EXCLUSIVA / PUENTE RECIBE A EL MUNDO EN SU CASA
El alcalde que quiere ser Óscar
Asegura no padecer aún el mal del poder porque trata de mantener "la perspectiva como ciudadano" y salvar sus refugios, como la cocina, ver el baloncesto de sus hijas o alguna noche 'seriéfila' en el sofá
Su comprimida agenda se desinfla cuando llegan las mañanas de sábado. «Trato de que sean sagradas». Es cuando Óscar Puente deja el traje de alcalde, se sienta en las gradas de la cancha de baloncesto de turno para ver jugar a sus hijas y se convierte en un padre «meticón» e «intranquilo» y en un espectador incómodo y tostón para el árbitro y los entrenadores. Hasta él lo reconoce.
Esta es una de esas rutinas que trata de que la Alcaldía no le arrebate, esa y algún otro refugio que le mantiene ligado a su vida anterior al protocolo, a los actos oficiales y al móvil vibrando sin cesar, y que consigue que, pese a la vorágine, no pierda pie. «Hago un esfuerzo por tratar de mantener la vida que hace la gente normal», relata quien se sorprende de que en vez de por su nombre se dirijan a él por su cargo. «Me impacta que en vez de Óscar me llamen alcalde».
En esa normalidad que busca, aparecen citas ineludibles, como las cenas con sus amigos algunos sábados por la noche en su propia casa, las comidas familiares –también resguardados por las paredes discretas de un hogar– o las salidas «only men».
Una o dos veces por mes tiene noche de ‘chicos’. Tarda media hora más que el resto de su cuadrilla en llegar a la barra, pero no quiere sacrificarlas. Al fin y al cabo, son sus amigos de toda la vida. «Si ya de día te paran, imagina de noche con alguna copa».Y relata alguna esperpéntica anécdota, como cuando un joven entró en un baño para fotografiarle. Al final, inmortalizaron el momento en otro rincón más propio del bar.
Con su mujer, fue no hace mucho al cine. «Por fin». Les costó varios intentos que frustraron los compromisos profesionales propios de un alcalde.
Con ella comparte alguna noche seriéfila de sofá «a última hora». La televisión no la ve por falta de tiempo y no quiere seguir las series en el iPad. «Ya que me siento poco, prefiero disfrutarlas en buen formato».
El sitio central del sofá beige de cuatro plazas de su salón es el suyo; el de ella, la parte de la chaise longe, la derecha. Es fan de Breaking Bad y, tras haberla consumido entera, sin piratear –«no tendría ni tiempo para eso», dice–, se puso con su precuela Better call Saul. Alaba las dos, igual que House of Cards, el feroz retrato de las cloacas de la política estadounidense, que asegura que no tiene extrapolación posible con la política municipal ni autonómica.
La que opina que sí puede trasladarse es Boss. Protagonizada por quien en su día encarnó al mítico Frasier, metido ahora en la piel de un alcalde de Chicago ficticio, le trajo a la memoria a un viejo conocido, con quien Puente habla «de vez en cuando». «Me recordó a León de laRiva. Un tipo muy duro dispuesto a casi todo. Un personaje muy shakesperiano», suelta y enseguida insiste en que no lo apunta «en plan negativo».
Si de series puede estar hablando minutos y minutos, no es capaz de concretar cuál fue la última película que le gustó en el cine, sólo la más reciente que vio, El Renacido. «A la tercera, siempre que pensábamos ir había algo que lo impedía», señala su mujer, que resume en un segundo los impedimentos: «Entre la agenda pública, contestar Twitter y lo que trabajas, más dormir... como para ir».
Faltan dos días para la entrega de los Óscar y su oposición a que Leonardo Di Caprio gane por este papel es total. «No lo ha hecho nada bien», comenta riéndose, consciente de que probablemente se alce con la estatuilla, como sucedió dos días después, en la ceremonia del domingo 28.
Por la televisión tampoco ve ya deporte televisado. «Todo en vivo», comenta quien acude como invitado oficial a partidos de deporte base o de la élite vallisoletana. «El Real Valladolid alguna alegría sí da. Va a estar para subir este año», expresa confiado.
Después del Pucela, se confiesa un seguidor del Barcelona algo «desapasionado». Es un aficionado atípico. No es antimadridista, y cuando los blancos ganaron la séptima Copa de Europa salió a celebrarlo con los amigos.
Pero su gran debilidad son los coches. Es un auténtico forofo de la Fórmula 1, aunque últimamente no le dé para tantas celebraciones. «Estoy pendiente del McLaren de Fernando Alonso, si va o no va. Y no parece que vaya», comenta resignado.
También lamenta haber perdido sus tardes de golf, que espera recuperar, porque suponían un respiro. Ya no saca un momento, pese a que conseguían lo que nada logra desde hace más de ocho meses, que cambie el chip. «Exige tanta concentración que entras en el campo con un problema y te olvidas de todo. Es la mejor terapia que hay», indica y siente que «esté estigmatizado como un deporte elitista».
Aunque hace tiempo que no juega al golf, ni va a esquiar con su mujer y sus hijas –pero piensa hacerlo pronto– y no dedica tiempo a hacer fotos o editar álbumes, que son otras de sus aficiones, Puente no deja que se le escapen pequeños placeres que sí puede atrapar.
En lo que queda del día, tras terminar de cumplir como máximo representante de la ciudad, consigue momentos de relax entre los fogones en su cocina, los sábados o domingos, y una o dos noches por semana se sube a la bicicleta elíptica de su galería. También algún domingo va un rato a un campo de baloncesto con sus hijas y entrenan juntos.
Preserva lo máximo posible sus pasiones y relaciones de siempre porque reconoce que «así es más difícil cambiar». Por eso, afirma tajante que aún no padece el «mal del poder», eso que a mucho dirigentes les sucede, que ocupan el cargo y se distancian de la realidad.
Él no quiere escolta ni chófer. «Conduzco yo para evitar eso. Aveces la distancia es más física y si la suprimimos la mental es más difícil que aparezca», asegura y explica que «no es pose ni ahorro». «Intento mantener la perspectiva como ciudadano. Cómo quieres saber cómo está el tráfico si te llevan a todos los sitios», pregunta.
Espera que esa óptica le sirva para cuando cierre su etapa como primer edil, para que haya vida después de esta aventura, que si de él dependiera duraría hasta dentro de una década.
Desconoce hacia dónde encaminará su futuro, pero no le preocupa. «Me gusta reinventarme», manifiesta y recuerda que su compañera de bancada municipal, Ana Redondo, siempre le dice que parece que ha «vivido tres vidas».
Fue actor de teatro, monitor de esquí durante diez años y es licenciado en Derecho y alcalde. «No sé qué me deparará la vida después de esto, pero sé que saldré adelante, siempre lo he hecho».
Arroz marinero de un cocinillas de fin de semana
Recibe «a lo Arguiñano», con la chaquetilla con la que le obsequió la Escuela Internacional de Cocina. Óscar Puente se define como un «cocinillas», como uno de fin de semana. Algún sábado por la mañana es el chef de la casa. Muchos sábados por la noche invitan a casa a varios amigos; los mediodías acude la familia.
APuente le gusta cocinar, le relaja y, según su público más cercano, no se le da mal. Tiene un toque especial fundamentalmente con el arroz.
Su especialidad es el arroz marinero. Eso sí que no ha variado. Lo constatan su mujer y sus dos hijas, que alaban su talento culinario. «Le sale muy rico».
Con el Ipad se acuesta, con el Ipad se levanta
Ya ni esquiar ni leer. Se va a la cama con él, lee prensa del día siguiente, ojea las redes sociales y cierra el ojo. Suena el despertador, lo enciende y lee titulares. «Con el iPad se acuesta y con el iPad se levanta», cuenta su mujer, Laura. La tablet es la prolongación de su trabajo como alcalde, que le absorbe tanto que no saca tiempo para leer un libro. El último fue hace meses: la novela negra ‘Vestido de novia’ . También postergó sus escapadas a esquiar y su pasión por la fotografía. En la imagen sostiene el primer álbum de su familia editado por él con sus propias fotos.