Diario de Valladolid

EXCLUSIVA / PUENTE RECIBE A EL MUNDO EN SU CASA

Puente ya sólo monta en bicicleta en casa

Ocho meses después, el alcalde vuelve a mirarse al espejo / La vida le ha cambiado «del todo», salvo el pequeño reducto de la tranquilidad de su hogar

Publicado por
Alicia Calvo
Valladolid

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Ha engordado cinco kilos desde que es alcalde, pero no precisamente por llevar una vida sedentaria. Son las cinco de la tarde de un viernes y Óscar Puente llega a su casa acelerado.

Esta semana sólo se ha librado un día de diario de comer fuera y, a menudo, transcurren más de doce horas desde que exprime el zumo de naranja matutino sobre las 8 –que apenas acompaña de un sobao, un trozo de chocolate o deja viudo– hasta que regresa.

«La agenda es infernal», confiesa, aunque se apresura a apuntar que está agradecido. «Soy feliz con mi trabajo y eso, más en estos tiempos, es impagable», comenta este padre de familia entregado a la Alcaldía a tiempo completo, que este viernes inusitadamente roba a sus obligaciones institucionales unas horas y llevará a sus dos hijas, de diez y nueve años, a una exposición de pintores rusos.

Ocho meses y medio después de conseguir el ansiado bastón de mando, Óscar Puente vuelve a mirarse al espejo para este reportaje, como ya hizo en la víspera de su investidura. «Es muy esclavo, pero no me quejo. Lo he elegido yo y no lo cambiaría por nada».

Lo que sí ha cambiado es su vida, «del todo». «No tiene nada que ver con la anterior». Si dispusiera de más minutos, además de dedicarlos a la familia, haría más ejercicio. «Antes de las elecciones estaba más en forma». Ya sólo monta en bici, en una elíptica, en su casa.

No va en bicicleta al Ayuntamiento tantas veces como quisiera ni como anunció porque el tiempo no acompaña y no acude caminando porque lo acompañaría demasiada gente. «Tardaría muchísimo en llegar. No dejas de ser un famoso y te paran», señala «contento» por el afecto recibido.

Se acercan para saludarle, pero también para requerirle mejoras en algún aspecto de la ciudad. Comenta, riéndose, que «hay quien piensa que el alcalde es un ser sobrenatural y conoce cada detalle de Valladolid».

La explicación la encuentra en su predecesor: «Javier León los acostumbró mal teniendo cada banco y cada baldosa en la cabeza». Aunque opina que hay cauces «más eficaces», si le trasladan alguna petición informa al instante. Como cuando un hombre tenía tres contenedores en la puerta de casa y, tras un encuentro fortuito con Puente, «se los quitaron». Al volverse a encontrar con él estaba «emocionado».

Puente reconoce que la pérdida de privacidad es «total». La intimidad sólo la encuentra de las puertas de su casa para dentro o cuando logra juntar un par de días y sale fuera. O ni eso. En su último cumpleaños, se escapó con su mujer a Cáceres. Nada más entrar en el hotel escuchó: «¡Coño! ¿Qué hace aquí el alcalde de Valladolid?».

La última vez que acudió de cena con su excompañera del despacho de abogados –que dejó a los pocos días de convertirse en regidor– se produjo un efecto curioso. El resto de comensales de otras mesas «se quedó en silencio por si escuchaban qué decía», relata. Por ello, su restaurante preferido sigue siendo su casa, el último reducto de tranquilidad, donde suele reunirse con la familia o los amigos los fines de semana.

Aunque ni allí logra abstraerse del todo de los asuntos municipales. «Cuando eres alcalde, lo eres a todas horas. No sé desconectar», cuenta quien reconoce que, en ocasiones, cuando le hablan su mente se encuentra a kilómetros de distancia. «Lo peor es la angustia de los problemas importantes», confiesa. Eso sí, recalca que, pese a que «hay días en los que parece que no se van a solucionar las cosas, al final se arreglan» y siempre duerme de un tirón. «Nada me quita el sueño».

Sólo se arrepiente de un incidente en este tiempo. Cuando llamó a Mariano Rajoy «mequetrefe». «Yno porque no lo piense», apostilla. «Nada más escribirlo supe que no tenía que haberlo hecho». Lo soltó en Twitter, una red social en la que tiene 10.229 seguidores y es muy activo, pese a que sostiene que «da más disgustos que alegrías». Si sigue navegando es por comunicarse «más directamente con la gente», porque le permite «ese cuerpo a cuerpo que tiene la política municipal».

Mientras pronuncia estas palabras, le sigue una persona más en la red del pájaro azul y recibe varias menciones; 20 cada diez minutos durante la entrevista en la que silencia su móvil que, junto al iPad, es su fiel escudero. Trata de responder entre acto y acto a todos los usuarios, aunque revela que mordiéndose la lengua «constantemente».

Pese a que con los internautas sí conversa de política, en su casa prefiere dejar el asunto aparcado. «Dar el parte no me ha gustado nunca. Intento no contarle historias del Ayuntamiento. En pareja soy más de hablar de lo que piensas que de lo que has hecho».

Sí comparte con ella sus discursos importantes. Los políticos los redacta él. «No tengo a nadie que me los haga ni quiero». Los de inauguraciones se los dan escritos.

Ya le mostró a su mujer su intervención para la investidura y también echó un vistazo a las del desayuno informativo del mes pasado, en el Hotel Ritz en Madrid, en el que le presentó Pedro Sánchez. Ella le sugirió algunos cambios y él incorporó todas sus correcciones. «Le hago caso», comenta. La mira, y ambos sonríen.

Ese es uno de los días «bonitos» que afirma que le regala la Alcaldía. «Fue un momento de saborear. Estar con un amigo que se encuentra en la circunstancia de ser presidente del Gobierno, ojalá lo sea», apunta una semana antes del debate fallido de investidura.

Entonces rescata sus instantes más «emotivos» de este breve periplo como alcalde, que espera que se prolongue «hasta 10 años». Le gustaría repetir como regidor de Valladolid «como mucho tres mandatos. No más».

Cuenta que encima de la mesa de su despacho en el Consistorio, que apenas redecoró, guarda uno de los recuerdos «más entrañables» de esta nueva etapa. Una estrella de papel diminuta con la que le obsequiaron los menores de uno de los comedores escolares que abrió, no sin polémica, en verano. «Uno de esos niños volvió con su colegio de visita al Ayuntamiento y no creía que la conservara. Cuando la vio se puso muy contento. Yo también, de verlo a él».

Otro momento estelar fue cuando cruzó la alfombra roja de la Seminci engalanado y con su mujer, a la que antes acudía como espectador. El instante ocupa su foto de perfil en WhatsApp.

Cita también el pregón de Ferias o el acercamiento con su homólogo popular de León, Antonio Silván. «Siento que hacemos historia, que das la vuelta desde el punto de vista afectivo a la relación entre León y Valladolid».

Cree que para ello y para casi todos los asuntos que emprende como dirigente de la ciudad resulta clave su carácter «amigable». Este abogado de 47 años, que no descarta volver a ejercer, aunque no lo echa de menos, se confiesa «positivo», hasta «coqueto», y en alguna ocasión se busca en Google si necesita alguna fotografía. «Se cuida», confirma su mujer, que da un diagnóstico certero sobre su esposo: «Estrés crónico».

Sin embargo, el propio Puente asegura tenerlo asumido y no sufrirlo como un problema. «Estoy tan acostumbrado que no vivo con nervios. No tengo rutina, pero nunca he sido un oficinista y me adapto bien».

Lo expone mientras se deja fotografiar frente al espejo del cuarto de la entrada de su casa e indica que desde que es alcalde no sólo se mira al espejo un día, sino todos. «Soy superexigente. Me pregunto si lo hago bien constantemente, cada cosa me la cuestiono. No por inseguridad, sino porque soy bastante perfeccionista de siempre».

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