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LA ESPUELA, ENTREVISTA A ROSA MONTAÑA, SEXÓLOGA

«Hay tres tipos de parejas: Romeo y Julieta, don juan Carlos y doña Sofía y la positiva»

Se estaba especializando en medicina de familia cuando sintió la llama de la sexología, «una ciencia en ciernes», con apenas un siglo de vida, donde «queda mucho camino por recorrer». Además de atender en su consulta los secretos de alcoba de los vallisoletanos, coordina un máster en la Cervantes, organiza talleres divulgativos en institutos, ofrece asesoría anónima por guasap a jóvenes y coordina la segunda entrega del libro Relatos eróticos escritos por sexólogos. Su actividad es frenética. De aquí a junio tiene programadas 60 charlas.

-PHOTOGENIC

Publicado por
Esther Neila
Valladolid

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Pregunta.- ¿Cuántas consultas empiezan con la frase ‘es que tengo un amigo o una amiga que…’?

Respuesta.- Eso pasa antes, en las charlas o asesoriamientos previos. Cuando llegan a terapia ya han hecho lo más difícil: descolgar el teléfono para pedir cita a un profesional al que le van a contar sus trastiendas de pareja. Ahí ya se abren en canal.

P.- ¿La consulta más común de los hombres?

R.- La disfunción eréctil, sobre todo porque es un signo centinela y puede avisar de un infarto o un ictus a medio plazo. En segundo lugar, la eyaculación precoz.

P.- ¿Y entre las mujeres?

R.- La falta de deseo, aunque suele ser una triada: si no te excitas te suele doler, entonces deriva en dispareunia y vaginismo.

P.- ¿Cuántos clientes le roba la vergüenza?

R.- Me puede robar el 90%. Y eso que todos deberíamos pasar por un sexólogo para comunicarnos mejor en pareja. Eso sí, quien entra se queda.

P.- Ya que conoce los secretos de cama de los vallisoletanos, ¿diría que hay más liberación hoy que hace 30 años o es todo de boquilla?

R.- Existe más ahora. La mujer se atreve cada vez más a desear. Y no sólo es la cazada, también puede ser cazadora.

P.- ¿Percibe más conservadurismo en esta tierra o es sólo un mito?

R.- Sí lo hay. En País Vasco, por ejemplo, son mucho más abiertos, porque reciben mucha educación sexual en colegios e institutos. Con lo cual, es más fácil que esas inquietudes se verbalicen en una cafetería. En Valladolid cuesta, porque se entiende que es un problema de alcoba y la puerta debe quedar cerrada.

P.- ¿Cuál es el mito falso más extendido?

R.- Me molesta mucho que los hombres crean que nos dan el orgasmo, que lo conseguimos gracias a su penetración, cuando muy poquitas chicas lo logran así. Puedes tener al mejor amante del mundo pero si estás pensando en la lista de la compra, no te va a hacer efecto.

P.- ¿Viene mucho sexismo en las nuevas generaciones?

R.- Con los jóvenes vemos una gran violencia intrínseca, que se comprueba con el control de los guasap. Esa posesión implica tanto a hombres como a mujeres, aunque a algunos sectores no les interesa valorarlo. En los institutos encuentras reacciones aterradoras. ‘Mucho ojito:como le mires te corto el cuello, que es mi chico’. Esa respuesta te la da una chica de 15 años.

P.- ¿No se enseña nada de esto en Educación para la Ciudadanía?

R.- A lo mejor se aborda la homosexualidad, para evitar discriminaciones. O se enseña a poner un condón, pero eso es información sanitaria. Hay mucho por trabajar.

P.- ¿En qué fallan los padres?

R.- Que no tenemos tiempo para hablar. Y hay que abordar el sexo poco a poco y desde pequeños. No puede ser que nos empiece a preocupar cuando los hijos llegan a los quince años por la alarma de un posible embarazo o de una infección. Entonces les advertimos que ‘usen el preservativo’ o preguntamos ‘oye, ¿no tendrás pareja?’. De repente queremos que nos cuenten, pero con un diálogo direccional y muy policial. Ahí ya hemos llegado tarde.

P.- ¿Cuánto daño ha hecho el cine, con sus perfectas escenas de cama, a la vida sexual real?

R.- Mucho. El cine porno no es negativo, pero ni todos los chicos tienen un pene de 30 centímetros, ni todas las chicas un cuerpo perfecto ni la capacidad de tener 250 orgasmos. Y luego, el cine en general dibuja una historia de ‘príncipe busca princesa’, donde todo es perfecto y ‘vivieron felices’. Pero nadie nos cuenta el segundo capítulo de esa historia. Ahora que es San Valentín, es importante salir de la idea del amor dependiente, del amor romántico. Hay que entender que cada uno tiene una vida y comparte con otra persona una intersección. En función de la parcela compartida suelo decir que hay tres tipos de parejas: Romeo y Julieta, don Juan Carlos y doña Sofía y la positiva, un tercer modelo al que aún no he puesto nombre, por no ponerme directamente a mi, ja, ja.

P.- ¿Algunos matrimonios acaban bien y otros duran toda la vida?

R.- Conoces a muchas parejas que están en un sofá, cada uno en una punta, se preguntan ¿qué tal el día? y ‘venga, vamos a cenar’. Eso no es una relación de pareja, aunque lleves 50 años. Suelo decir que una pareja sin sexo no es pareja, son amigos compartiendo hipoteca.

P.- La infidelidad destruye muchas parejas, ¿también las arregla?

R.- Hay bastante más infidelidad de la que creemos. Y mi experiencia es que cuando una pareja lleva mucho tiempo, tener una relación extramarital puede ayudar. Otra cosa es que uno se encoñe. Y no todo el mundo está preparado. Sobre la infidelidad hay varias reglas. La primera, si te va a marcar la culpabilidad no lo hagas. Dos, si lo haces no lo cuentes. Nunca. Tres, si te preguntan, lo niegas. Y cuatro, si te pillan con las manos en la masa salva lo que puedas. Cuando la gente lo cuenta y pide perdón no es sinceridad, es sincericidio, para limpiarte tus culpas.

P.- ¿No hay una parte de estafa en ese consejo?

R.- No es lo mismo fidelidad que lealtad. Muchas parejas son leales eternamente con su pareja, pero muy fieles con sus propias necesidades y emociones. Uno puedes elegir a una persona para el resto de tus días, pero no significa que sea para el resto de sus noches. El deseo no es controlable, no es monogámico, aunque nos intentemos convencer de lo contrario. La gente piensa que si su pareja le ha sido infiel es que algo no funciona o que no le dabas lo que buscaba… pero no es así. Puede ayudar a que una pareja siga 30 años más.

P.- Prostitución, ¿vicio o servicio?

R.- Creo que tendría que ser un servicio. Mucha gente termina acudiendo a la prostitución porque no recurren a un sexólogo. De hecho, algunas prostitutas nos cuentan que hacen terapia, nada más. Todavía hay mucho tabú para hacer peticiones. Y, ¿qué hacemos con las personas que no encuentran con quien mantener un encuentro erótico? ¿Les dejamos sin erótica el resto de sus días?

P.- Habrá quien piense que su trabajo es pecado.

R.- Claro, pero hago lo que hago e intento ayudar a otros. Un cura escucha con sus criterios de valor y nosotros no hacemos ningún tipo de crítica. Al final no hay mucha diferencia entre la sanidad y la santidad.

P.- Cuando no está trabajando, ¿sólo piensa en lo único?

R.- Cuando cierro la puerta de la consulta dejo todos los casos dentro, si no me afectaría a mi relación de pareja. Otra cosa es cuando te presentan a alguien. Si dices que eres médico, la gente te pregunta por ‘un dolor de cabeza’ o ‘me duele la rodilla’. Pero si cuentas que eres sexólogo…Por eso suelo decir que soy peluquera;como llevo siempre malos pelos, nadie me pide consejo.

P.- ¿Lorena Berdún o Elena Ochoa?

R.- Gregorio Marañón, uno de los primeros sexólogos del país, aunque sea conocido sólo como médico. Fue el primero en escribir sobre intersexualidades y empezó a hablar de que no éramos sólo hombres o mujeres, sino hombres y mujeres.

P.- Recomiende una postura para esta noche de San Valentín.

R.- Tanto como una postura, voy a recomendar una situación: que se atrevan a usar la imaginación, ya sea encima de la mesa, en el sofá o la taza del wáter, pero fuera de la cama, que es algo muy tributario. Y que nos atrevamos a jugar, como cuando éramos adolescentes, capaces de estar en un ascensor o en un portal sin que te pillen. Y evitar el coito, que parece finalista, como si todo fueran preliminares.

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