Diario de Valladolid

Entrevista

«Es hora de enjuiciar nuestra Transición»

José Antonio Vázquez Taín, juez y escritor. Ha sido el instructor del caso Asunta y del robo del Códice Calixtino. así como del cartel de Villagarcía de Arosa. También escribe novelas, sin embargo, reconoce que «nunca» dejará la judicatura porque necesita sentir «el palpitar de la sociedad»

José Antonio Vázquez Taín.-Inma Herencia.

José Antonio Vázquez Taín.-Inma Herencia.

Publicado por
Estibaliz Lera

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No es un juez corriente. Ni mucho menos. Es el perejil de todas las salsas. José Antonio Vázquez Taín (La Merca, Galicia, 1968) es colaborador de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, accesible, humilde, mediático y con capacidad de trabajo. En su tiempo libre se dedica a escribir novelas –ya va por la tercera–, cuyas tramas están basadas en los sumarios que pasan a diario por sus manos.

Pregunta.- ¿Qué le empujó a ser juez?

Respuesta.- Los ideales; creía que podría mejorar el mundo protegiendo al débil y defendiendo la ley desde el sentido común.

P. - ¿Se ha arrepentido alguna vez?

R. - Nunca. Pero sí he sentido la frustración que supone ver que la justicia no está concebida como un servicio al ciudadano, y sí una maquinaria burocrática lenta e insensible.

P.- El azar o ser buen compañero le llevó a Villagarcía de Arosa. ¿Qué balance hace de esa época?

R.- Magnífico. Un pequeño grupo de funcionarios públicos demostramos que era posible realizar un trabajo efectivo de lucha contra los grandes narcos, incluso despojándoles de sus bienes. Este puente he paseado por la Ría y la gente normal sigue parándome por la calle para felicitarme y recordar con nostalgia aquellos años.

P.- El contrabando existe desde tiempos remotos. ¿Por qué no se elimina?

R.- La avaricia humana es la que provoca que siempre haya existido contrabando de objetos ilícitos. La inquisición ya tuvo que luchar contra el tráfico de libros prohibidos introducidos por barco en las Rías Baixas. El problema específico del narcotráfico en Galicia, es que se dejó crecer hasta niveles alarmantes y ahora es más difícil de erradicar. Pero con interés y dedicación, se podría reducir a niveles similares a cualquier otra parte del mundo.

P.- ¿Ha tenido que meter a muchos compañeros en la cárcel?

R.- De profesión aun no, pero a abogados, políticos y agentes sí. El dinero y la ambición corrompen muchas voluntades.

P.- ¿Qué recuerdos nunca ha podido borrar?

R.- Las vidas destrozadas por el egoísmo y la estupidez. Es igual de duro recoger un cadáver de un estercolero, que contemplar a dos humanos atacándose mutuamente en una lucha sin sentido, dispuestos a sacrificar incluso a sus hijos.

P.- ¿Hay más, políticos corruptos o policías sobornables?

R.- Igual. La corrupción ha enraizado en todos los sectores de la sociedad, desde la colocación a dedo, el pago sin factura, el escaqueo en el trabajo, los cursos de formación inexistentes…

P.- ¿Los españoles llevamos la picaresca en los genes?

R.- Decirlo puede parecer políticamente incorrecto, pero así es. No solo los políticos roban. En cada sector de la sociedad existe un preocupante porcentaje de fraude, quizás porque la justicia no actúa con inmediatez.

P.- ¿Cuándo deja la toga en el despacho también deja las investigaciones, o se las lleva para reflexionarlas con la almohada?

R.- Cada decisión implica horas de meditación y duda. No solo la almohada, el gimnasio, el sofá, incluso las olas del mar, permiten ver las cosas desde otra perspectiva.

P.- ¿Cómo la afectan los casos desde el punto de vista humano?

R.- La profesionalidad hace que en las decisiones jurídicas el aspecto humano no afecte más que lo necesario para ajustar la ley al caso concreto. Pero al escritor que llevo dentro, cada historia le ha envejecido, hecho madurar, robado el optimismo.

P.- ¿Alguna vez ha cambiado de opinión porque una historia le ha tocado la fibra?

R.- Muchas historias me han tocado la fibra, pero juzgamos hechos, no a las personas. Respecto de éstas procuro ser lo más humano posible, aunque, a veces, sea insuficiente.

P. - Si tuviera una máquina del tiempo, ¿a qué personaje le hubiera gustado juzgar?

R.- A los políticos de la postransición, que con sus corruptelas y enchufismos, mataron el debate de ideas e iniciaron el declive de un país que les había votado ilusionado. Tardaremos años en recuperar una sociedad madura y crítica, que sepa distinguir entre profesionales y charlatanes.

P.- En su opinión, ¿dónde está el agujero en la justicia?

R.- No está concebida como servicio al ciudadano, sino como una maquinaria burocrática para la resolución de conflictos. Si a ello se une una carencia de medios absoluta, lo que la convierte en lenta, el resultado es una institución muy poco útil.

P. - Para solucionar ese problema. ¿España necesita un cambio en el rumbo político?

R.- Por supuesto. Mientras el Legislativo y el Ejecutivo se han hipertrofiado, el poder Judicial se ha reducido a meramente simbólico. Los políticos se han protegido frente a la justicia volviéndola inoperativa. Así no tenemos capacidad para tramitar ágilmente macrocausas por corrupción, ni podemos mediar en conflictos entre poderes. Pero tampoco podemos dar respuesta a crisis sociales como las preferentes o aumento de delincuencia.

P.- ¿En qué línea debería ir?

R.- En que los demás poderes reconozcan a la justicia como poder del estado en plano de igualdad. Dotar a la justicia de la dimensión adecuada para poder atender con agilidad los problemas del ciudadano, y sobre todo de independencia a todos los niveles.

P.- Códice Calixtino, accidente del Alvia y Asunta. ¿Cuál de los tres casos le ha dado más quebraderos de cabeza?

R.- Jurídicamente, el Códice, sin duda. Nuestro patrimonio histórico no está todo lo protegido que debiera, ni de hecho ni por las leyes. Los otros dos me han marcado mucho humanamente, pero no plantearon más dificultad que poner todo el corazón en ellos.

P.- ¿El caso Asunta ha marcado un antes y un después en su vida?

R.- No. Me ha tocado en un momento de mi vida en el que me siento maduro, y he podido soportar mejor estar en el centro de una tormenta mediática. De todos modos, creo que algún día los periodistas serios deberían analizar el fenómeno u preguntarse si es moral lo que han hecho.

P. - ¿Se siente satisfecho después de todo?

R.- Sigo sin que ninguna de mis instrucciones se haya declarado nula después de 17 años de trabajo muy intenso. Espero haber sido útil.

P.- Hablemos de su libro. ¿Por qué matar no es fácil?

R.- Porque así lo demuestran las estadísticas. El porcentaje de asesinatos, que implica preparación y premeditación, es muy inferior al de homicidios, que es la muerte sin programar. Es decir, cuando se traza un plan suele fallar. Por lo que matar no debe ser nada fácil. El anecdotario está lleno de planes brillantes que terminan en chapuza.

P.- ¿Cuál es el pecado capital que más se repite en los homicidios?

R.- Todos influyen igual. A veces juntos, a veces por separado. Pero todos condicionan el actuar humano hacia el mal en igual medida.

P.- La masacre de Puerto Hurraco, el asesino de la baraja, el loco del chándal o el asesino de Ruth y José por parte de José Bretón. ¿Con cuál se queda y por qué?

R.- Con ninguno, porque todos demuestran la crueldad humana, el egoísmo, la sinrazón…

P.- ¿Algún asesino de su libro tiene disculpa?

R.- Ninguno. Pueden tener explicación, pero una persona moralmente sana, nunca compartirá las justificaciones de un asesino.

P.- ¿Qué le impone más, el juicio social a una sentencia o a un libro?

R.- Afectan por igual, aunque uno profesionalmente y otro personalmente. Pienso sinceramente que los jueces debemos aceptar que se juzgue nuestro trabajo. Que es lógico que se nos critique y debemos asumir nuestra responsabilidad si lo hacemos mal. En cuanto a mis libros, representan una parte de mi forma de pensar y de sentir, un trocito de mi mismo.

P.- ¿Ha pensado alguna vez dejar la judicatura por la escritura?

R.- Nunca. Perdería el contacto con la realidad, y la necesito para sentir el palpitar de la sociedad, para sentirme útil y pleno.

P.- ¿Le preocupa que le critiquen por escribir?

R.- Claro. Pero he de asumirlo. Desgraciadamente éste es un país en el que se critica más a los que luchan por hacer cosas que a los que alardean de vivir del cuento. Nos gusta destruir, pues la envidia es un pecado muy español. Curiosamente hasta ahora, únicamente se me ha criticado por escribir, ni una sola vez, por escribir mal.

P.- Dígame, ¿por qué hay tantos malos que siguen en libertad?

R.- Porque tenemos pocos medios, y además somos tan lentos que los culpables pasan más tiempo imputados que cumpliendo.

P.- ¿En el infierno entran todos?

R. - Desde luego. Y muchos después de haber pasado su vida en un infierno terrenal de tristeza o soledad.

P.- ¿En su cabeza ya fluye el siguiente libro?

R.- Por suerte sigo sintiendo inspiración, y disfrutando de escribir.

P.- Puede darnos alguna pista.

R.- Supongamos que aparece el cadáver de un personaje político, y ni siquiera se puede afirmar la causa de su muerte. Se imagina: ¿la lucha de intereses? ¿las intrigas?... Creo que es hora de enjuiciar nuestra Transición.

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