Escuelas rurales, escasez de alumnos
Sólo un alumno por cada curso en clase
En el aula zamorana de San Vitero no coincide ni un niño de la misma edad /«No cambiaría ser profe rural»
«No tengo a más de un niño del mismo curso. Son cinco y cada uno de una edad». Yolanda Prieto defiende el modelo de escuelas rurales. «Funciona». Es la directora del colegio rural agrupado (CRA) de Nuez, en Zamora, que lo componen tres localidades: San Juan del Rebollar, con una unidad y 6 alumnos, San Vitero con un aula y 5 alumnos (de la que es tutora) y Nuez, con una clase y 10 escolares. Hace dos cursos se cerró la de Rabanales al bajar de 4 alumnos.
Ejerce desde hace 6 cursos, todos en el ámbito rural, y no tiene intención de cambiar. «No cambiaría ser profe rural. No es por decir solo cosas bonitas, pero de verdad que los niños están bien, que sacan cosas muy buenas de estar juntos».
No sólo en el día a día de los alumnos repercute el mantenimiento del colegio. Todo la localidad lo agradece. «Un pueblo sin escuela es triste y tiene poca vida. Los niños son los que sujetan los pueblos y hay que pelear porque siga habiendo colegios y no cierren».
Prieto cuenta que el Ayuntamiento se involucra con las actividades de la escuela, como la obra de Navidad, y que los vecinos «están encantados» con la vitalidad que aporta el centro escolar.
Sobre el desempeño de la docencia comenta que requiere de trabajo constante. «Al ser alumnos de distinta edad hay que traer muy preparadas las clases para que ninguno se quede mirando a la pared. Es como un trabajo en cadena, pasas de uno a otro».
Aunque reconoce que lo idóneo sería contar con varios escolares de cada curso, señala que «se consigue sacar adelante». «Son como clases particulares, se acaba el temario muchísimo antes y puedes reforzar lo que le cuesta a cada uno».
Sólo cita un par de peros. «Habría que trabajar más la socialización con chicos de su misma edad». También echa en falta instalaciones y reconoce que no puede realizar actividades grupales. En el recreo todos participan. «Siendo cinco jugamos todos. Si hay que echar un partido, pues yo también lo echo».
En estos centros todos los padres se conocen. Los de los niños de otra escuela similar, en Rodilana, Valladolid, están contentos de mantener la escuela, pero lamentan no ser tan visibles como les gustaría para recibir servicios. Están a la espera de que un monitor pueda impartir alguna clase extraescolar de deporte, pero la directora explica que dependen «de si a alguno de Medina del Campo le sobra alguna hora». También el transporte se complica. Para ir a natación no saben si les facilitarán un bus, «como a los niños de Medina», o los llevarán sus padres. «Somos los últimos. Insistimos para que sepan que existimos».
Valladolid
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alicia-calvo