ELECCIONES 24 - M
El alcalde se mira al espejo
El día antes de su investidura, Puente se mira al espejo y critica al portavoz de la Junta: «Que le pregunte Herrera a él si lo hace, que parece muy interesado en este Ayuntamiento» / Hoy asistirá a la cadena
Son las cuatro y todavía no ha comido. Llega a casa después de echar un último vistazo al salón de plenos, de donde hoy saldrá como alcalde. Abre la puerta y repite el mismo ritual de siempre, deja su alianza y el reloj bajo el espejo que preside la entrada de su casa y sonríe. Está contento. «He esperado esto muchísimo tiempo».
Sólo faltan unas horas para que Óscar Puente reciba el bastón de mando y todavía tiene cosas pendientes, como imprimir las palabras que leerá en el pleno de hoy. «No he tenido ni un minuto». El discurso de investidura, a medio hacer, espera en el iPad por otro instante libre de llamadas, WhatsApp y menciones en Twitter.
Es viernes por la tarde y lo que sí ha confirmado ya son los dos billetes de AVE para ir esta noche con su mujer a Madrid y dar el salto a la segunda plaza en la que se estrenará hoy como regidor de Valladolid: los platós nacionales. Tras la toma de posesión y una comida familiar, acudirá al programa político La Sexta Noche. Ayer por la mañana conectó en directo con Antena 3 y apareció en diarios digitales. «Ahora hay mucho interés periodístico por lo que está pasando, por un cambio tan importante en la ciudad. No me dejáis».
Pero antes de intervenir en el Ayuntamiento y en televisión, ultima los preparativos en su último y frenético día como candidato.
Pasan las cinco de la tarde y ya ha acudido al Calderón para estudiar la programación de la próxima temporada, se ha reunido con el secretario del Consistorio, ha recibido mensajes instantáneos de 29 contactos distintos, ha contestado a una quincena de llamadas y otras las ha pospuesto. Lleva una hora en casa. Se enfunda el pijama, come solo en la cocina porque su mujer y sus hijas ya han terminado, enciende el lavavajillas, en 45 minutos vuelve a vestirse de sport –azul para la camisa, los náuticos y el pantalón, idéntico tono que el escogido para hoy–, se pone anillo y reloj, responde a una entrevista telefónica sin dejar de dar paseos por el salón y recibe a este periódico en su casa. Hoy se queda sin siesta en el sofá.
Lo primero, las fotos. Prefiere el perfil izquierdo. Empieza a explicar que le favorece ese lado y se acuerda de quien ha sido hasta hace unos días su oponente político y bromea. «No todos tenemos un perfil bueno. De la Riva tiene los dos malos».
Saca del armario el traje y la corbata y se lo prueba frente al espejo de tonos crema que preside el hall. Se ve bien. Sonríe otra vez y asegura que está «muy ilusionado»; «igual que la ciudadanía», apostilla.
Baja la mirada a su iPhone 6 Plus que no deja de vibrar. «Recibo siete WhatsApp al minuto así que estoy pensando en cambiarme de número porque si no...». Sólo estrenará los dígitos porque el teléfono aguanta bien su agitada actividad. Lo carga una vez al día y le dura.
Eleva la vista, anuda la corbata y ya está listo. Se deja fotografiar mientras conversa frente al espejo y lanza un dardo al enemigo político que prefería como alcalde a su socio de Gobierno, Manuel Saravia.
– ¿Te miras al espejo, como dice Juan Vicente Herrera?
–«Yo sí me miro. Que le pregunte a Pica –portavoz de la Junta, José Antonio de Santiago-Juárez–, que parece muy interesado por lo que pasa en el Ayuntamiento».
Espera a que termine la entrevista para pulir su texto y prevé terminar el día en La Leyenda del Pisuerga, en la Fiesta de la Primavera del Colegio de Abogados, para despedirse de sus colegas de profesión. «Voy siempre y esta vez no quería faltar».
Luego, a descansar, a tumbarse y ojear la prensa y las redes sociales en la tableta, que es lo que le relaja porque de la televisión ya ni se acuerda. «El iPad es el tercero en la cama», comenta su mujer, la única que lee su discurso antes de que lo pronuncie. Eso pese a que en su casa apenas se habla de política. «Es como una vía de escape a la vorágine del día».
Puente espera dormir, aunque sabe que no será pronto. «Son días muy tensos y me cuesta. Duermo vaya». Desde la campaña no cae rendido antes de la 1.30 de la madrugada y duerme «como mucho» seis horas, aunque hay noches –como la del jueves– que aprovecha, sale a la galería y elimina estrés en la bicicleta elíptica que tiene.
Pese al ritmo no se siente cansado. Cuenta que está «tranquilo» por la investidura, aunque teme emocionarse. «No estoy nervioso porque sólo tengo nervios sobre lo que no controlo. Tendré el discurso escrito y, pese a lo que digan algunos, no dudo de la votación. Así que hay que aguantar el tipo que hay mucha gente viéndolo».
Entre el público se le escapará alguna mirada a su mujer, sus dos hijas, su hermana, su tía de Barcelona a la que no ve desde hace seis años y sus padres. A ellos, a sus progenitores, dedicará las primeras palabras de su intervención, que espera que no se alargue «más de 10 o 15 minutos» y que tendrá una parte política y otra personal. En el tramo más íntimo pretende explicar «el por qué de este viaje». «Es importante que la gente sepa de dónde vengo y que estoy en esto por pasión y convicción y no por necesidad».
Aunque acostumbra a hablar en público sin soporte de papel, leerá el discurso. «No es un día para dejar a la improvisación, puedo estar emocionado y no debe de haber errores». Rápido matiza que su experiencia le avala. «Tengo tablas, he dado mítines con Zapatero, Pedro Sánchez o Rubalcaba ante 2000 personas y no tengo miedo escénico». Precisamente la felicitación de este último es una de las que más hondo le llegó. «Se nota cuando te felicitan de corazón».
Aunque Puente desconoce con certeza la hora en la que abrirá un ojo, no utilizará despertador y sabe que rondará las 7 o las 8. «Tengo el reloj biológico alterado».
Saldrá de casa sin compañía. Sus tres chicas irán más tarde. Él tiene primero que acudir a imprimir y lo hará en su despacho de abogados, que dejará «poco a poco», o directamente en el Ayuntamiento.
En la tarde de ayer no tenía claro si acudirá en bicicleta o andando. Apie, si no le paran demasiado, tarda 15 minutos. Cuenta que por la mañana, al lado de Platerías, montado en su bici le gritaban desde el coche: «Bien, alcalde, así me gusta».
Después de la celebración en el Ayuntamiento, irá a la casa familiar de Trigueros a comer «para tener intimidad», extenderá la sobremesa hasta que tenga que coger el tren a Madrid y después de su incursión televisiva, mañana a primera hora regresará para acudir al primer acto oficial como alcalde de la ciudad, una concentración motera.
Parece que el libro de cabecera que tiene en la mesilla Escalera a la Alcaldía, escrito por Miguel Llopis, le ha servido. «Lo leí a tirones en campaña para ver si ayudaba», comenta medio en serio y medio en broma quien a partir de hoy se mirará al espejo ya siendo alcalde.