Diario de Valladolid

La Espuela: Carlos Villar

«Me dejaría bigote por recuperar el esplendor en la Cámara»

Presidente de la Cámara de Comercio y director general de Protos. Ingeniero agrónomo y de montes, estudió dos másteres en gestión y enología. Trabajó en comercio exterior en Bodegas Protos y en la Cámara. De ambos sitios se fue para luego volver. Eso sí, como máximo responsable

El presidente de la Cámara de Comercio y director general de Protos, Carlos Villar-Pablo Requejo

El presidente de la Cámara de Comercio y director general de Protos, Carlos Villar-Pablo Requejo

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Esther Neila
Valladolid

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Prudente y cordial, su discurso suena institucional y responsable. Se suelta cuando habla del mundo del vino, su gran pasión, a la que ha dedicado prácticamente toda su carrera.

P.- El hijo de un bodeguero, ¿es de buena cepa?

R.- Soy hijo, nieto y biznieto de bodegueros, así que espero que sí.

P.- Tras curtirse primero en la bodega familiar, se fue a trabajar a otra. ¿No es un poco feo hacerle la competencia a un padre?

R.- Cuando te quedas ‘en casa’ a veces no se sabe si es porque realmente vales. Te queda el gusanillo de demostrarte algo a ti mismo.

P.- ¿Cómo se dice tempranillo en chino?

R.- Pues lo más curioso es cómo se dice vino tinto: algo así como o putón, no me acuerdo... [tras consultarlo en el móvil] Ah, sí:pu-tao.

P.- Con tantas misiones comerciales a sus espaldas, acumulará un buen catálogo de anécdotas.

R.- Muchas. En Venezuela me venían a buscar en coches blindados: una vez noté un bulto al pisar dentro del coche, lo levanté y era la pistola del conductor. Otra vez, en una estación de Honduras nos dijeron, ‘sí, hay dos tipos de autobuses: uno escoltado y otro no escoltado’. ‘Oye, ¿y cuál es la diferencia?’, preguntamos. ‘Pues al escoltado le atracan a veces y al otro, siempre’. Cogimos el escoltado y no nos atracaron, pero fue un viaje como en las películas. Cuando trabajaba en exportación llegaba a hacerme 25 países al año.

P.- Y luego en verano se iría al pueblo de vacaciones, para evitar más vuelos...

R.- A veces, porque mi mujer quería irse de viaje por ahí, claro, je, je.

P.- Tiene dos hijos pequeños. ¿Qué les dirá cuando mezclen los riberas con refresco de cola?

R.- Les diré que todo lo hagan con un buen vino. El calimocho así sabrá mejor. A veces le doy a mi hijo la copa para que la huela y diferencie olores. Ya sabe distinguir unos vinos de otros. Al final, la cata es memoria. Y le gusta.

P.- Está leyendo Juego de Tronos. ¿Peñafiel sería la Invernalia de este reino?

R.- Lo parece. Me gustan mucho estos días de invierno, cuando la niebla se queda a las faldas del castillo: parece un barco navegando.

P. - ¿Y qué vino cree que emborrachó al rey Robert Baratheon: tinto, blanco o rosado ?

R.- Seguramente fuera rosado, porque antes era lo que se hacía. Aunque en las películas lo pondrán tinto porque queda más bonito.

P.- Su despacho está en Ribera, pero su gran afición son las ‘ruedas’.

R.- La moto era, o es, mi gran hobby. He bajado a África diez años con moto de campo. Ahora me estoy pasando a la bici. Ya sabe que cuando pasamos de los 40 nos volvemos un poco obsesivos con la salud y…

P.- La crisis de los 40: a unos les da por la media maratón y a otros por la bici...

R.- El año pasado empecé a correr alguna media maratón. Y me hice la mitad de la ruta GR-14 del Duero. Este año haré la otra mitad.

P.- ¿Cuántos visitantes hacen falta para amortizar los 35 millones invertidos en la bodega de Richard Rogers?

R.- Con visitantes nunca se amortizaría. Ahora estamos ingresando un millón de euros al año entre visitas y las ventas en tienda. La visita es muy interesante, porque aúna la tradición del vino en las galerías subterráneas con una catedral moderna.

P.- Viniendo del mundo del vino, no le importará vestir de ‘etiqueta’ en los actos oficiales de la Cámara…

R.- Me cuesta. Los bodegueros no somos mucho de americana y corbata y ahora la mitad de los días tengo que ir trajeado. Pero esa es la menor de mis preocupaciones.

P.- ¿Se hace el nudo de la corbata?

R.- Aprendí a la fuerza hace muchos años. Tendría 16 años cuando mi padre me mandó a vender vino a Londres y mi importador era el típico señor inglés con aspecto de haber estudiado en Cambridge. Me dijo: hoy vamos a comer en mi club y es obligatorio entrar con corbata. Yo no tenía y me dejó una. Íbamos en un taxi de estos grandotes y empecé a disimular, haciéndome el nudo para un lado y para otro. Se estuvo riendo de mi un buen rato. Ahora sé hacer el nudo americano, el normal, el windsor... De hecho alguna vez se lo he tenido que hacer a algún bodeguero.

P.- ¿Le quita más el sueño la gestión de la bodega o de la Cámara?

R.- La Cámara, porque atraviesa un momento más agrio por falta de financiación y el cambio de modelo. La bodega vive un momento muy dulce y nos da muchas alegrías; hemos crecido dos dígitos anuales durante la crisis.

P.- Su predecesor en la institución cameral se afeitó el bigote. ¿Usted se lo dejaría crecer por alguna apuesta?

R.- Sería raro, porque nunca lo he tenido. Pero bueno, si la Cámara tuviera un futuro halagüeño, en el que las empresas creyeran en ello y volviera a tener el esplendor que tuvo, por esa razón me dejaría bigote.

P.- ¿Se considera optimista?

R.- Soy realista, pero suelo ver el vaso medio lleno. Siendo optimista es más fácil conseguir tus objetivos.

P.- ¿Ve los brotes verdes?

R.- Sí. El año 2014 ya fue ligeramente mejor y espero que en 2015 haya más confianza en el mercado. Los indicadores macroeconómicos son claros. Y nos va a ayudar el petróleo, el dólar… y las elecciones, que mueven más la economía y hacen que la ilusión sea mayor.

P.- Se mueve con promesas...

R.- Pero se mueve. Otra cosa es que se mueva demasiado y luego haya un efecto rebote. La economía depende mucho del estado de ánimo de los empresarios, consumidores y ciudadanos.

P.- Podemos dice que los empresarios no quieren verles en el poder. ¿Es cierto?

R.- El empresario es bastante apolítico. Lo que quiere es un entorno económico favorable para que haya consumo. El miedo que puedan ver es no saber de dónde va a sacar los fondos para cumplir con su programa electoral. Porque para tener una renta básica hace falta dinero.

P.- ¿Las Cámaras son las hermanas pobres frente a otras agrupaciones empresariales como Cecale?

R.- No soy una persona envidiosa y no miro si mi vecino tiene más o menos. Creo que debemos vivir poco de las subvenciones y más del valor de nuestro trabajo.

P.- Llama la atención su discurso, tan poco victimista, en una época en la que todos lloran para pedir.

R.- La clave no está en pedir, sino en hacer. Me gustaría que la administración nos dedicara fondos si somos capaces de hacer mejor un trabajo de ayuda a las empresas. Si no, entiendo que no debe hacerlo.

P.- ¿La Cámara está bien avenida o tiene las mismas guerras intestinas que Cecale pero no se conocen?

R.- Estamos bien avenidos. Ahora mismo las cámaras regionales estamos muy unidas por un bien común: la negociación de la ley autonómica de Cámaras. Aparte de eso, es cierto que en las Cámaras siempre se ha sido ‘muy señora’ a la hora de lavar los trapos sucios. Es algo que valoro mucho. Las cosas hay que negociarlas dentro de casa.

P.- ¿Usted ‘da bien en cámara’ o no es fotogénico?

R.- Creo que no soy fotogénico, soy natural. Para ver modelos ya hay otras revistas.

P.- Una de sus suertes es tener una mesa de ‘villar’ en el despacho.

R.- Esa era una de las típicas bromas que me gastaban en el colegio. Decían: ‘vamos a jugar con las bolas de Villar’, ja, ja.

P.- ¿Y cuál es la mejor carambola de su carrera?

R.- He hecho muchas. En la vida el tren me ha pasado cerca y he sabido cogerlo. Pero el tren tiene que pasar. Y me siento muy afortunado.

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