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Editorial

Lucha contra la lacra machista, ahora también en las farmacias

Una farmacéutica recorta el identificador del medicamento.-Ical

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Todas las acciones que se adopten contra la lacra de la violencia machista, que cada año acaba con la vida de decenas de mujeres en España, son bienvenidas. Pero empieza a ser el momento de que la política, el ejecutivo y el legislativo, revisen las normas, las acciones y los protocolos. Porque la lacra no cesa. Están las medidas efectivas y eficaces, y luego están las acciones más de ámbito divulgativo que, sin llegar a ser consideradas ocurrencias, se sitúan más en la escena de lo promocional. La última es la de sumar a las farmacias, casi 1.700 en Castilla y León, más de la mitad en núcleos rurales, a la red contra la violencia de género.

El objetivo que persigue es loable. Acercar enclaves de referencia y denuncia en lugares que carecen de comisaría o de cuartel donde acudir en busca de colaboración para denunciar. Aunque si lo que se persigue es romper el supuesto tabú existente en el mundo rural por miedo a la estigmatización, no parece la farmacia el lugar más adecuado al que vaya a ir una mujer que todavía tema el terrible ‘qué dirán’, que le impide denunciar a su agresor y poner fin a su infierno.

Más bien se convertirán en establecimientos en los que se difundirán los mensajes de las administraciones, que no es poco, a la vista de que la lacra no sólo no disminuye, sino que crece, según constatan año tras año las estadísticas judiciales y policiales.

En cualquier caso habrá que ver y analizar los resultados, que es algo a lo que no están acostumbrados los políticos y gobernantes en este país, a analizar la eficacia de las políticas públicas, precisamente por el ‘qué dirán’. Pues a buen seguro que los ciudadanos dirían que son gobernantes y políticos tan maduros que reconocen el error, pese a la intención, con el ánimo de corregir las acciones y mejorarles. Pero la mediocridad política sólo conduce a la desazón de sostenerla y no enmendarla. Sin ir más lejos ahí está el fiasco de las oficinas antiocupación que apenas tienen actividad. Fundamentalmente porque no sirven para nada más que para desahogarse y eso ya lo hacen ahora los ciudadanos en redes sociales o en sus grupos de WhatsApp. Pero la Junta sigue dale que dale.

Confiemos en que la Consejería de Familia atesore la madurez política de la que carece la de Vivienda para analizar a lo largo de los meses la efectividad de intentar convertir a las farmacias, especialmente a las rurales, en lugares eficaces para la lucha contra el machismo asesino y no se quede el asunto en una comparecencia con foto en las que cuatro féminas lucen sonrientes.