Diario de Valladolid

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A VISTA de periódico o de pájaro, todo parece concluido. Cuanto en estos momentos está ocurriendo en Castilla y León, da una sensación de enquistamiento. Las negociaciones con Bimbo, según los trabajadores, se mantienen «enquistadas». Las conversaciones sobre el soterramiento e integración ciudadana entre el Ayuntamiento de Valladolid y el Ministerio de Transportes, más enquistadas que nunca. Y las cuentas de Tudanca para adelantar las primarias socialistas, también enquistadas a la espera de lo que decida Sánchez tras la visita al Papa. «No quiero pensar que Pedro Sánchez avala algunas de las cosas que están pasando», dice el barón truncado. Enquistado. Es decir, que las cosas avanzan hasta cuajar en un quiste redondito que supura humores de asquerosidad reventona hasta para dar los buenos días.

Lo de Bimbo, aunque se trate de una comparación odiosa, se parece mucho a lo de Renault. Está tan madurito que parecen empresas gemelas y de deslocalización programada. Hacen lo que les da la gana, y al que le pillan por medio lo deslocalizan como si el amor y la pólvora fueran inventos de la Edad Media. Lo del soterramiento y la integración ciudadana es una pura sentencia y secuencia de un cuento chino: un túnel es una demostración de amor para que los ciudadanos libres escalen las honduras y las bajuras del terreno en 160 escalones de una atacada.

Lo de Tudanca y Sánchez nadie se lo cree. Son la muestra evidente de un viejísimo y gran entendimiento, que acabará en un sonoro y celebrado adulterio que tiene su precedente en ese adagio tan enquistado en la idiosincrasia de castellanos y leoneses, y que ya sentenció Santillana hace siglos: «Bien sabe el asno en cuya casa rebuzna». Puro cachondeo en linotipias.

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