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Burgos ocupa una posición relevante en la producción agrícola de Castilla y León y de España, especialmente en el cultivo de cereales. Es el principal productor de trigo a nivel nacional, con diferencia, y uno de los líderes en la producción de cebada. A nivel autonómico, dentro de Castilla y León, es la provincia que más superficie dedica al cultivo de cereales. Burgos, según los últimos datos del Ministerio, cosechó más trigo que el total de todas las comunidades españolas excepto Castilla La Mancha y es, junto con Palencia a la que triplica, el gran productor de la Comunidad. El Itacyl confirma que el 25% de la producción de tripo de Castilla y León proviene de Burgos, que también tiene importancia en la producción de leguminosas y patata, aunque en estos casos provincias como Valladolid y Salamanca son mayores productores. A este rendimiento, hay que añadir que las siembras de girasol en la comarca cerealista por excelencia también colocan a Burgos líder autonómico en este cultivo. En resumidas cuentas, los datos evidencian que la provincia más industrializada de Castilla y León es también un actor muy destacado en la producción agrícola, que supone una porción muy significativa de la economía provincial. Este año la cosecha ha sido buena, muy buena incluso en algunas comarcas pero desastrosa en otras por culpa de la sequía. Resulta que en el mes de abril, ese de las aguas mil, en vez de llover heló y se aguaron las perspectivas de rendimiento por hectárea y en el este de la provincia se arruinó el año. La cuestión está en que la meteorología condiciona enormemente la aportación del sector primario a la economía. Ya lo vimos con las heladas a destiempo en la Ribera del Duero, por ejemplo. Lo que refuerza la idea de que es impensable que el medio rural se pueda mantener en exclusiva por la agricultura, cuando, además, la ganadería va de capa caída. Es imperativo recurrir a otros motores de desarrollo como puede ser el turismo y la atracción de nuevos pobladores con proyectos de vida renovados. Así lo intentará Covarrubias, uno de los pueblos más bonitos de España, que quiere aprovechar su íntima relación con Noruega para atraer a teletrabajadores que se asienten en el pueblo como nómadas digitales y gocen de las ventajas de la vida rural mientras trabajan en remoto para empresas de cualquier rincón del mundo. También apuntan a los turistas sénior, a los jubilados noruegos a los que animan a asentarse en la villa rachela donde podrían disfrutar de sus años dorados por una fracción del coste de vida en el país nórdico y en un entorno natural privilegiado con un clima mucho más benigno. La idea de Covarrubias, cuyo primer cultivo son las cerezas y ya no es tan pujante, es aplicable a cualquier otro pueblo que vea que el sector primario se le queda corto. Que vengan los vikingos o los celtas, que los pueblos quieren crecer.

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